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La Venecia de los venecianos: canales, islas y callejones que los turistas no conocen


Más allá del Gran Canal, hay otra Venecia auténtica y, sin duda, seductora. Una que se puede pasear y navegar sin prisas, escuchando en callejones y recovecos casi secretos el eco de sus habitantes mientras realizan las tareas cotidianas.


Isla de Burano, Venecia© Getty Images
6 de noviembre de 2025 - 7:30 CET

sereVenecia es una de las ciudades más visitadas del planeta, con más de 30 millones de turistas que cada año abarrotan sus principales vías y monumentos. Si solo en cifras oficiales ya parecen muchos visitantes éstos, verlos desfilar día a día por el eje que va desde la estación ferroviaria de Santa Lucía hasta la Plaza de San Marcos, pasando por el Gran Canal y el Puente de Rialto, resulta bastante disuasorio para quienes entienden el viaje como una combinación de descanso, experiencia, conocimiento y disfrute.

Panorámica del archipiélago de Venecia
Panorámica del archipiélago de Venecia© Turismo de Venecia

Pero otra Venecia es posible. Por más que buena parte de la población autóctona esté abandonando su ciudad, aún se la puede ver disfrutando de sus laberínticos barrios, canales e islas. Respecto a éstas, conviene recordar que el archipiélago veneciano (la laguna) está compuesto por 118 islas e islotes, la mayor parte de los cuales están protegidos por su valor naturalístico, mientras que solo 11 islas están habitadas: las de mayor tamaño. En esta Venecia real, más allá de los grandes palacios y templos, aún se tiende la ropa entre fachadas desconchadas y los vecinos se saludan cuando se cruzan por las calles, cuando van a comprar a pequeños comercios tradicionales y cuando bajan al bar (bacaro lo llaman aquí) a tomar el aperitivo a base de spritz y ciccetti, es decir, la versión veneciana de nuestras tapas.

Góndolas en Venecia© Igor Tichonow - stock.adobe.com

Canareggio y el antiguo gueto

Un buen comienzo para esta Venecia (casi) sin turistas es Cannaregio, el barrio más septentrional del centro histórico y con una innegable personalidad. En sus orígenes fue zona huertos y almacenes y preserva su ambiente popular y laborioso. En su corazón se encuentra el Ghetto Ebraico, creado en 1516 por orden del Dux Leonardo Loredan, y considerado el primero de Europa. La sinagoga, la plaza donde se encuentra, las viviendas de varias alturas (una rareza en Venecia) y la cartelería de los negocios kosher demuestran que aquí siguen habitando y practicando su religión bastantes descendientes de aquellos primigenios judíos que aquí se concentraron.

Barrio de Cannaregio, Venecia© travelview - stock.adobe.com

Es una delicia pasear por la tarde por el laberinto que conforman las callejuelas del barrio de Cannaregio y luego dejarse llevar por el buen ambiente junto a los canales de la Fondamenta della Misericordia y Ormesini, donde se concentran bares, terrazas y pequeños restaurantes populares. Algunos de los más  recomendados por los propios venecianos son Il Paradiso Perduto (ideal para una cena informal); Al Timon y sus variados ciccetti; A la Vecia Papussa (con una interesante selección de cervezas nacionales e internacionales); y Bea vita (una ostería sencilla pero muy convincente).

Pero antes de dejarse llevar por el estómago, convendría entrar en la iglesia della Madonna dell’Orto, una joya del gótico veneciano. Se consagró en el siglo XV y alberga varias obras relevantes firmadas por el gran Tintoretto, pintor que, además, está enterrado aquí.

El epicentro del arte más actual

Desde Cannaregio se puede ir a pie, en una ruta convenientemente guiada por el navegador del teléfono móvil, hasta el vecino barrio de Castello. Aquí Via Garibaldi puede considerarse como la única calle 'convencional' de Venecia: ancha, peatonal y con un ambiente casi de pueblo. Es la 'calle de los bares' para los venecianos, que se hacen notar en las animadas y ruidosas conversaciones de sus bacari. Por ejemplo, Il Refolo, pequeño negocio donde, más allá de marcas comerciales, el spritz demuestra ser una religión con bastantes más advocaciones (sabores e ingredientes, algunos de producción propia) de lo que conocemos por estos lares.

Canal en Castello, Venecia© Sérgio Nogueira - stock.adobe.com

Al final de Via Garibaldi, en dirección al Canal de la Giudecca, está l’Arsenale, es decir los astilleros de la antigua República de la Serenísima y uno de los complejos industriales más formidables de su tiempo. Desde sus diques y hangares partieron las embarcaciones que, durante siglos, dominaron el Adriático. No solo desde un punto de vista militar sino, sobre todo, comercial. Hoy buena parte de esas instalaciones son célebres entre los amantes del arte, porque son la sede principal de la Biennale di Venezia, una de las principales muestras de vanguardia creativa del planeta, cuya próxima edición será en 2026.

En el extremo oriental de este barrio se encuentra la basílica de San Pietro di Castello, que fue catedral hasta 1807, cuando el título pasó a San Marcos (que no es una catedral como tal, sino basílica y sede del Patriarca, o arzobispo, de Venecia). San Pietro es uno de los templos más singulares y escenográficos de la ciudad, con una fachada blanquísima diseñada por Andrea Palladio y, siguiendo la inquietante 'moda' de este país, con un campanario inclinado que desafía la gravedad y el paso del tiempo.

Iglesia de San Pietro de Castello, Venecia© oroch2 - stock.adobe.com

Adentrándose en este mismo barrio, en dirección al Gran Canal, está una de las grandes sorpresas monumentales de la ciudad: el Hospital de San Juan y San Pablo (Santi Giovanni e Paolo), que resume buena parte de la historia y el arte de la antigua Serenísima. Se fundó en el siglo XV y aquí están enterrados varios de los dogi (dux), máximos gobernantes de Venecia. Impresiona su bonita fachada renacentista a base de mármol blanco y rosa, unida a la de la iglesia homónima, de estilo gótico lombardo. Enfrente, en una plaza con agradables terrazas ideales para el almuerzo, aparece desafiante y altiva la efigie del militar Bartolomeo Colleoni, obra de Verrocchio. 

El barrio de los estudiantes

Cruzando el Gran Canal se encuentra Dorsoduro, zona universitaria y alternativa, sobre todo en el Campo di Santa Margherita, con sus terrazas y bacari llenos de estudiantes. Buenos ejemplos son La Bitta Bacari, Ai Pugni y la Enoteca Schiavi, que para muchos venecianos sirve los mejores ciccetti de la ciudad. Ese atractivo ambiente juvenil se prolonga en la Fondamenta Zattere, paseo ribereño al canal de la Giudecca, desde donde se pueden contemplar inolvidables puestas de sol. En este lugar la heladería Nico es toda una institución para los propios venecianos, con su su gianduiotto, que se sirve en copa de vidrio. 

Campo Santa Margherita, Venecia© Getty Images/imageBROKER RF

De isla en isla

En cuanto a la isla de la Giudecca, a la que se puede acceder gracias a varias de las líneas de vaporetto que atracan en el cercano muelle de San Marcos, ha sabido mantener su identidad como zona residencial y tranquila, pese al avance del turismo. Desde sus orillas se disfruta de una las vistas más bonitas del monumental perfil de Venecia. Pero si se quiere profundizar un poco, conviene caminar por la Fondamenta delle Zitelle, entre antiguas fábricas de harina reconvertidas en talleres de artistas y hoteles con estilo. Uno de ellos es el Molino Stucky, que hoy es uno de los establecimientos más singulares de la cadena Hilton. Y aquí también se impone probar las propuestas del restaurante La Palanca, con unas vistas impagables al canal que da nombre a la isla.

Canales de Venecia en invierno© Alfredo García Reyes

Ya que nos hemos decidido a montar en vaporetto o, si la economía lo permite, en motoscafo (los elegantes taxis acuáticos que recorren la laguna en un santiamén), se impone desembarcar en la isla de Murano. Repleta de talleres y demostraciones de vidrio soplado, sobre todo en torno al Rio dei Vetrai (zona Colonna), es un lugar muy frecuentado por turistas. Pero solo durante la mañana, después de comer esto es otra cosa. Y, si no, está la opción de caminar apenas 15 minutos hasta la espectacular Catedral-Basílica de Santa María y San Donato (con origen en el siglo VII) y, tras admirar sus riquezas artísticas, perderse por las callejuelas del barrio y entrar en el Museo del Vidrio. Un lugar fundamental para entender la importancia que ese material ha tenido a lo largo de la historia para la economía y expansión de la ciudad de los canales.

Iglesia de San Donato Murano, Venecia© Alfredo García Reyes
Museo de Cristal de Murano© Alfredo García Reyes

Algo más alejada está la isla de Burano, cuyas fachadas pintadas de vivos colores suponen una de las estampas más pintorescas de Venecia. La isla ha sido tradicionalmente hogar de pescadores y es una delicia contemplar cómo, con el buen tiempo, la vecindad saca las sillas a la calle para charlar, al tiempo que remiendan las redes de pesca o ejecutan pacientes labores de encaje. A dos pasos, cruzando el Ponte Longo (suena a ironía) se llega a Mazzorbo, su isla melliza, donde aún se pueden encontrar algunos huertos familiares y viñedos. Allí el restaurante Venissa, especializado en 'cocina de la laguna' es uno de los estrellas Michelin más inesperados de la ciudad. Cocina de kilómetro cero, de verdad, y un remanso de paz y autenticidad en una urbe que, pese a todo, mantiene buena parte de sus seductoras esencias.

Isla de Burano en Venecia

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