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LA APERTURA MÁS ESPERADA

El Gran Museo Egipcio abre sus puertas y el rey Felipe VI acude a su inauguración: así es por dentro


Después de años de retrasos y expectativas, Egipto hace historia con la apertura del museo más esperado del siglo. A solo dos kilómetros de las pirámides de Giza, el monarca y otros jefes de Estado y de Gobierno serán los primeros en pisar sus impresionantes salas. Más de 50.000 piezas, incluida la colección completa de Tutankamón, hacen de este nuevo icono cultural una visita imprescindible.


Gran Museo Egipcio, El Cairo, Egipto
1 de noviembre de 2025 - 8:00 CET

Han sido décadas de espera, de secretismo y suspense, de fechas tantas veces demoradas que parecería obra de la maldición del faraón. Pero por fin, Tutankamón estrena su nueva casa en el Gran Museo Egipcio –o GEM, por su acrónimo en inglés Grand Egyptian Museum–. Y el rey Felipe VI, que regresa al país solo mes y medio después del primer viaje de Estado a la república árabe junto a la reina Letizia, pero también Mary de Dinamarca, Felipe de Bélgica, Guillermo de los Países Bajos y otros dignatarios, serán testigos privilegiados de su inauguración. En El Cairo y unido a las pirámides de Giza mediante una pasarela por la que, desde verano, ya se podía caminar, se trata del museo arqueológico más grande del mundo consagrado a una única civilización: la faraónica. Y el gran público podrá acceder a partir del martes 4 de noviembre.

Aunque ya en los 90 se anunció su plan de edificar un museo donde reunir el mejor arte faraónico desperdigado por el país, el proyecto arrancó en 2002 con un concurso internacional al que se presentaron cerca de 1600 estudios de arquitectura, y su construcción comenzó poco después. Su estreno, sin embargo, ha sido una lucha contra los elementos. Tras su apertura, se podrá disfrutar de las aproximadamente 16.000 piezas que reúne, aunque el museo atesora muchas más; cerca de 90.000.

Gran Museo Egipcio, El Cairo
Situado frente a las de Guiza, el GEM ya es conocido como "la cuarta pirámide".

CÓMO ES LA ‘CUARTA PIRÁMIDE’

Diseñado por la firma irlandesa Heneghan Peng Architects y con un coste final de unos mil millones de dólares, el GEM –alineado geométricamente con las pirámides de Giza– se levanta sobre un terreno equivalente a unos 70 campos de fútbol, con jardines sembrados de palmeras. Sus 167.000 metros cuadrados dan holgadamente para albergar tanto la colección permanente como exposiciones temporales. A ello se suma un museo interactivo donde iniciar a los niños en el universo de los faraones; un área de cafés, restaurantes y tiendas, que lleva tiempo funcionando junto al Grand Hall; y también una biblioteca, un cine 3D, un centro de conferencias y aulas para seminarios con universitarios y guías profesionales. Aparte, conectados por un túnel al edificio principal, hay casi una veintena de laboratorios de restauración y conservación de antigüedades.

Con todo ello, amén de transmitir cómo los valores y creencias de treinta dinastías dieron forma, a lo largo de miles de años, a una de las primeras civilizaciones de la historia, la llamada «cuarta pirámide» aspira a convertirse en un hub de intercambios culturales capaz de mirar, también, al futuro.

Gran Museo Egipcio, El Cairo, Egipto
Las estatuas de un rey y una reina de la dinastía ptolemaica y medio centenar de esculturas, sarcófagos, deidades y bajorrelieves decoran la Gran Escalinata.

EL GRAN HALL, INICIO DE LA VISITA

Tras franquear los controles de entrada y quedar absorto ante sus 600 metros de fachada, revestida de formas piramidales y jeroglíficos con los nombres de los reyes y reinas más célebres del antiguo Egipto. O el obelisco traído de las ruinas de Tanis, en el delta del Nilo, la descomunal estatua de Ramsés II, el faraón más poderoso de todos los tiempos, que preside el Grand Hall, corta la respiración. Traída en los años cincuenta de un yacimiento próximo a Menfis y emplazada durante décadas en la plaza Ramsés de El Cairo, nunca se había podido apreciar con tanto detalle este coloso de granito de 11 metros de altura y 83 toneladas.

Ahora, tan de cerca, es fácil distinguir incluso al príncipe Khaemwese y la princesa Bintanat –los favoritos entre el más de un centenar de hijos que tuvo con sus doscientas y pico esposas– cincelados entre sus piernas. Rizando el rizo, los arquitectos del museo han replicado el efecto logrado hace más de 3000 años por los constructores del templo de Ramsés II en Abu Simbel, al hacer que el sol ilumine su cara el 21 de febrero y el 21 de octubre, fechas próximas tanto a su supuesto nacimiento y coronación como a los momentos en los que, antaño, se festejaban la periódica inundación del Nilo y el inicio de la temporada de cosecha.

Gran Museo Egipcio, El Cairo
El museo reúne el mejor arte faraónico desperdigado por el país.

LA GRAN ESCALINATA

En el mismo hall, otras dos joyas: las estatuas de un rey y una reina de la dinastía ptolemaica halladas hace 25 años por un equipo de arqueólogos submarinos bajo las costas de Alejandría. Con su gesto amable, la pareja real parece dirigir su mirada hacia la Gran Escalinata, el ascenso entre más de medio centenar de esculturas, sarcófagos, deidades y bajorrelieves que conduce a las galerías.

En lo más alto, tras quedarse hipnotizado ante la estampa de las pirámides de Keops y Kefrén al otro lado de su pared de cristal, hacia la izquierda se accede a la docena de salas que abarcan desde la prehistoria en Egipto hasta su época romana. Por cierto, nada más entrar a la primera sala, desde su frente acristalado también podrá atisbarse, además de las dos anteriores, la punta de la pirámide de Micerino.

Gran Museo Egipcio, El Cairo y pirámides
Las pirámides de Keops y Kefrén se contemplan a través de las paredes de cristal.

Por los cuatro niveles de esta ala de galerías se desciende en zigzag de lo más antiguo, en la parte superior, hasta lo más nuevo, a ras del suelo. Cada altura cuenta con tres subdivisiones dedicadas a la cotidianeidad de la sociedad del momento, a cómo la realeza fue modelando la historia a lo largo de milenios y a la evolución de las creencias, especialmente aquellas orientadas a garantizar la eternidad después de la muerte.

Mientras unos paneles informativos a la entrada contextualizan lo que encierra cada zona, unas cavidades dispersas por ellas utilizan tecnología inmersiva para resaltar cuatro puntos clave. A caballo entre las salas de los reinos Antiguo y Medio, la «cava» consagrada a las sacerdotisas de la diosa Hathor. A cada extremo del nivel destinado al Imperio Nuevo, la «cava— de los enterramientos en el Valle de los Reyes e, igualmente en Luxor, la dedicada al poblado de Deir El-Medina, creado para los obreros y artesanos de Tutmosis I, el primer faraón que abandonó la idea de sepultarse dentro de mastabas y pirámides debido a los saqueos y optó por necrópolis subterráneas no menos fastuosas. Al final, entre las huellas del Egipto grecorromano, la cuarta y última «cava» buceará en las ciudades de la antigua Alejandría descubiertas bajo el mar.

Gran Museo Egipcio, El Cairo
Deambulando por sus salas, cada visitante encontrará sus propias obras favoritas.

PIEZAS ESTELARES

Para facilitar el recorrido, el museo resalta sus piezas estelares dibujándolas en azul en las cartelas. A su vez, destaca con letras doradas lo relativo al Imperio Nuevo de los grandes faraones. Sin embargo, deambulando por sus salas, cada visitante encontrará sus propias obras favoritas. Quizá sea el ajuar funerario de la reina Hetepheres, la madre de Keops, con su baldaquino de oro y su colección de brazaletes; o, tal vez, la insólita escultura que muestra el momento en que Osiris y su hermana-esposa, la diosa Isis, engendraron a Horus, símbolo del poder celestial y la soberanía real. También podrían ser las raras representaciones del proscrito Akenatón y la proscrita Hatshepsut.

Pero también puede que lo que más le llegue al alma de uno sea la sucesión infinita de músicos, escribas, astrónomos o campesinos entregados a las labores de su día a día. O relieves como el que narra la expulsión de los hicsos, con el cual los niños destinados a conocer la lengua secreta de los jeroglíficos aprendían a leer…

Desde más de 700.000 años antes de Cristo hasta el siglo IV de nuestra era, por esta cascada de galerías el atracón de arte y de historia está servido. Y, con tanto espacio y un planteamiento tan enfocado a entender por qué las cosas se hacían como se hacían, las mínimo dos horas que deberían dedicarse a la visita dejarán, sin duda, ganas de más.

Tutankamón, Gran Museo Egipcio, El Cairo
El descubrimiento de la tumba de Tutankamón fue el hito arqueológico más sonado de todos los tiempos.

EL TESORO DE TUTANKAMÓN

En lo alto de la Gran Escalinata, pero en el lado opuesto a esta docena de galerías, otras dos están dedicadas al tesoro de Tutankamón: 7000 metros cuadrados que acogen los más de 5000 artefactos con los que fue enterrado el faraón niño, fallecido a los 18 o 19 años. Su ajuar funerario, con infinidad de piezas que ni siquiera habían sido concebidas para él, no debía ser, por tanto, comparable al de los grandes faraones. Sin embargo, es el único encontrado hasta la fecha sin profanar. O, bueno, algo sí lo fue, aunque tan temprano que lo robado pudo ser repuesto y la tumba no volvió a abrirse en más de tres milenios, cuando en 1922 fue descubierta por Howard Carter. Fue el hito arqueológico más sonado de todos los tiempos, alimentado además por el morbo de las misteriosas muertes de algunos de los que accedieron a la tumba.

La famosa máscara con la que se cubrió el rostro de su momia, sus tronos y carros, los distintos ataúdes en los que, como en una matrioska, se preservó su cuerpo, sus vajillas de alabastro o sus cofres de joyas presiden esta ala del GEM, donde también las últimas tecnologías contribuyen a trasladar al visitante a las cuatro cámaras subterráneas en las que el rey Tut –como le llaman en Egipto– fue enterrado en el Valle de los Reyes.

Restaurando la colección de Tutankamón, El Cairo, Gran Museo Egipcio© picture alliance via Getty Image
El Museo dispone de casi una veintena de laboratorios de restauración y conservación de antigüedades.

Pero además quedan a la vista cada uno de los objetos cotidianos colocados allí para facilitar su viaje al más allá: desde cestas repletas de comida, jarras de vino o varias decenas de bastones y sandalias ortopédicas que ayudarían a caminar a este faraón enfermizo y con una deformidad en un pie, hasta el ejército de más de 400 sirvientes que, tallados en su mayoría en madera, trabajarían por él en la eternidad. Si el centenario Museo Egipcio de El Cairo, en la plaza Tahrir, apenas tenía espacio para mostrar unos 1300 objetos del tesoro, el GEM lo exhibe al completo.

DATOS PRÁCTICOS

Habrá quien prefiera deambular por sus salas simplemente admirando objetos magníficos, pero, para entender lo que se está viendo, conviene seguir un orden, que se facilita en los mostradores de información del Gran Hall. El precio de la entrada es de 22 €, con descuentos para niños y estudiantes. Y será el martes 4 de noviembre cuando quede abierto al público (visit-gem.com).

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