Las olas rompen con fuerza en las orillas de Margate, y el cielo, que amenaza con descargar su furia en cualquier momento sobre nosotros, nos regala el día más british que podíamos esperar. Hoy las hamacas permanecen plegadas en la playa, y en torno a las casetas pintadas de rayas de colores, no merodea bañista. Solo vemos, eso sí, algún caminante solitario en la orilla; un grupo de amigos que, sentados en la arena, aprovechan los primeros días de otoño en el exterior.
Sin embargo, y a pesar del día gris, Margate desprende encanto por doquier. Quizás sean los ecos de su pasado, cuando, resplandeciente, copaba los primeros puestos como destino estival de muchos británicos: a apenas hora y media en tren desde Londres, la ciudad fue durante el siglo XIX uno de los primeros balnearios de Inglaterra. Tal vez, sin embargo, sea ese aire vintage que emana de cada uno de sus rincones, hoy plasmado en tiendas de segunda mano e incluso en las múltiples galerías y estudios de arte que han abierto en la localidad en los últimos años. Sea como sea, aún no nos ha dado tiempo a explorar demasiado, y ya nos ha conquistado este lugar.
Dreamland, pura diversión
Si hablábamos un par de líneas más arriba sobre vintage –también podríamos tildarlo de encantadora decadencia–, hay un lugar de obligada visita que confirma nuestras palabras. Dreamland, hogar de uno de los parques de atracciones más longevos de Gran Bretaña –abrió en 1870–, continúa haciendo rodar su noria de colores cada día, aferrándose a su historia. Su estética retro domina también su montaña rusa de madera, la única en todo el país considerada monumento histórico, aunque es su programación de conciertos, sin duda, lo que sigue atrayendo a propios y extraños cada verano hasta él. Hacemos la debida foto en el exterior, frente a la playa, con su fachada sobria y su viejo cartel de fondo, sabiendo que la diversión sigue estando muy presente en sus entrañas.
Sin embargo, este icono del sur inglés llegó a correr gran peligro. Allá por 2003 la especulación le jugó una mala pasada y estuvo a punto de ser derribado para utilizar el solar para la construcción de viviendas. Un fuerte movimiento social se levantó entonces en Margate, y la presión logró que el proyecto se detuviese. Gracias a aquello, el mítico parque de atracciones revivió, y volvió a convertirse en una parada obligada en una visita a la ciudad.
El resurgir de Margate
Si hubo una época en la que la ciudad costera quedó, de alguna forma, olvidada, fue porque proliferaron otro tipo de destinos veraniegos y los británicos cambiaron sus costumbres por aires más mediterráneos. Corría la década de los 70, pero la nueva revolución de Margate no llegó hasta, aproximadamente, el 2011. Fue entonces cuando la escena artística comenzó a fijarse de nuevo en este coqueto destino y la apertura de galerías se desató.
La primera de ellas fue la Turner Contemporary, a la que llegamos tras unos minutos de paseo junto a la costa, mientras disfrutamos de las magníficas vistas al mar. Dedicado al pintor J.M.W. Turner, se ubica exactamente en el lugar donde se halló el hostal en el que éste se hospedó en sus visitas a Margate. Dicen que el artista encontró aquí la luz más bella de toda Inglaterra, que le inspiraría en su obra, y alguna sorpresa más: cuentan que con su casera, la Sra. Booth, tuvo algo más que una amistad. De líneas puras y asomada al mar como si de un faro moderno se tratase, las salas de la Turner Contemporary albergan exposiciones de artistas internacionales y una terraza abierta al mar desde donde continuar disfrutando del espectáculo visual.
Pero, hoy, Margate, respira creatividad. En sus calles se mezclan galerías independientes como Carl Freedman Gallery, estudios colectivos como Crate y el proyecto educativo The Margate School (themargateschool.com), donde el arte y la sostenibilidad se dan la mano. La célebre artista Tracey Emin, nacida aquí, ha regresado para abrir sus propios estudios, TKE Studios (traceyeminfoundation.com), consolidando la ciudad como uno de los centros culturales emergentes más interesantes del Reino Unido. Caminando por el corazón de la old town, las calles adoquinadas se llenan también de tiendas de diseño, librerías, talleres de cerámica y cafés con encanto. En cada esquina, tras cada rincón, late el espíritu del Margate moderno: ecléctico, colorido y libre.
La gruta más inesperada
No todo es arte contemporáneo y ecos del pasado en Margate: también hay lugar en este destino para dejarse sorprender —y cuando decimos esto, lo hacemos muy en serio—: probablemente solo hará falta poner un pie en el misterioso Shell Grotto para entender, que no se ha visto nada igual jamás. Se dice, se cuenta, que estas extrañas salas subterráneas a las que se acceden hoy desde una casa, fueron descubiertas en 1835. Decoradas en cada centímetro por hasta 4 millones de cochas marinas que forman dibujos de árboles, tortugas y hasta cocodrilos, lo más curioso es que aún no se ha podido averiguar cuál es su origen. Es más: se desconoce si el lugar tiene más de 2000 años de historia o si fue la excentricidad de algún tipo con dinero solo unas décadas atrás.
Comer y dormir en Margate
Hacemos check-in en nuestro alojamiento: es hora de descansar. 14 habitaciones conforman el coqueto Fort Road Hotel (fortroadhotel.com), ubicado a solo un salto de la playa de Margate y de la Turner Contemporary, en el que cada detalle está pensado para hacer sentir a los huéspedes como en casa. El edificio originario de 1820 y completamente reformado en 2022, ha sido diseñado para combinar en su interiorismo el lujo contemporáneo con el ambiente de un hogar.
Si hay que pensar en el yantar, varios son los imperdibles de Margate. Empezando por Buoy and Oyster (buoyandoyster.co.uk), un negocio familiar en el que disfrutar del mejor y más fresco marisco con vistas a la playa. También el marisco es la base de la propuesta de Angela's (angelasofmargate.com), un pequeño restaurante junto al paseo donde el pescado llega directo de los barcos locales y se cocina con respeto y creatividad. En Dory’s (angelasofmargate.com), su hermano menor, se sirven ostras, ceviches y vinos naturales con vistas al mar.