George Bernard Shaw escribió sobre Montenegro “¿Estoy en el paraíso o en la luna?”. Y no es de extrañar. La costa del país no es la más extensa de Europa, pero sí podría ser calificada como una de las más singulares. Sus 73 km de playas, sobre todo de guijarros, pero también con algunas joyas de arenas blancas, están bañadas por aguas poco profundas, claras y turquesas, salpicadas de bahías, islas y acantilados de ensueño.
Desde los enclaves más urbanitas y de lujo hasta los tramos de costa más vírgenes y escondidos, el litoral montenegrino es una sorpresa constante. Pequeño en tamaño, pero grande en encanto, sus arenales también tienen la suerte de estar rodeados de lugares históricos, con fuertes y murallas venecianas, pueblos con historia y monasterios aislados. Sin duda, una combinación que, desde ciudades más animadas, como Kotor, hasta pueblos más desconocidos, como Sutomore, vale la pena descubrir.

Kotor y su bahía
La bahía de Kotor es uno de los mayores atractivos del país. Este puerto natural, el fiordo más meridional y profundo del Adriático, demuestra que en su costa rocosa también hay lugar para las playas, aunque pequeñas y de guijarros, pero no exentas de encanto. Su pasado defensivo se muestra en las murallas venecianas que la envuelven, pero también en fortalezas como la de San Juan.
El Kotor de veraneo está marcado por los botes que navegan la bahía, pero también por los visitantes haciendo kayak por las claras aguas del lugar, recorriendo senderos que llevan a acantilados y pequeñas calas prácticamente sin nombre y bañándose en alguna de ellas. La ciudad, limitada por su geografía, tiene pocos sitios donde tumbarse a tomar el sol, pero Kotor Beach, junto al puerto, y Dobrota, al este de la bahía, regalan pequeños recovecos perfectos para relajarse. Por otro lado, la bahía tiene otras playas para las que merece la pena un bote-taxi. Entre las más conocidas se encuentra Morinjska, que mezcla arena y piedra en un coqueto pueblo sin apenas turistas del otro lado de la bahía.

Perast
Para seguir explorando la bahía de Kotor hay que llegar a su punto más central: el de la localidad de Perast. Este pequeño pueblo no solo es famoso por su arquitectura barroca, sino también por la panorámica que regalan las cercanas islas de San Jorge y Nuestra Señora de las Rocas, marcadas por la vida religiosa. No es de extrañar, pues Perast cuenta con hasta 19 iglesias, la mayoría de ellas católicas, algo que, sumado a sus 16 palacios y sus nueve torres defensivas, da buena cuenta de la alta concentración de patrimonio que atrae cada año a miles de visitantes.
La línea costera de Perast destaca más por su historia naval y mercante y su condición actual de pequeño puerto que por sus playas. Aun así, a su alrededor, accesibles por senderos, se suceden escasas pero bonitas coordenadas litorales - eso sí, sin arena - como Bajova Kula, escondida pero con acceso limitado; la de Bolnička, en el vecino pueblo de Risan; y otros encantos como sus granjas de ostras y mejillones, una visita imperdible en la bahía.

Budva
Considerada la 'Riviera de Montenegro', Budva es el centro turístico costero de Montenegro por excelencia. Su ciudad vieja, fortificada también con murallas venecianas, como es habitual en las costas del país, no solo cuenta con miradores únicos, desde donde puede verse gente practicando todo tipo de deportes acuáticos en sus aguas, sino también con playas a sus pies. El arenal de Slovenska discurre paralelo al paseo marítimo y es uno de los lugares con más ambiente de la ciudad.
Frente a ella, no muy lejos, puede verse el perfil de Sveti Nikola, una isla con maravillosas playas, siendo la más famosa la conocida como Hawaii. Sin embargo, sin tener que depender de un barco, también pueden meterse los pies en el agua en lugares cercanos, como la playa de Mogren, dividida en dos por una roca que permite atravesarla por el interior, y que es una de las más bonitas de Montenegro.
En dirección a Sveti Stefan se encuentra también Bečići, con su extensa playa que llega hasta Pržno, un pequeño pueblo que también cuenta con encantadores y apartados arenales, como Kamenovo, al que también se accede por un túnel o Miločer, con un bello parque a su alrededor.

Sveti Stefan
Conocido por su icónica isla-hotel fortificada, uno de los símbolos de Montenegro, muchos pasan de largo sin pisar sus playas de arena rosada y pasar unas horas relajándose en sus aguas. A lado y lado de este islote, puerto pesquero en el siglo XV y resort de 5 estrellas en la actualidad, hay dos playas de arenas finas y aguas turquesas consideradas las más bellas del país. Una de ellas es privada y pertenece al hotel Aman Sveti Stefan; la otra es pública y tiene acceso ilimitado.
Sin duda, mucho más tranquilas y familiares son las playas de Crvena stijena, más al sur, conectada con el pueblo por un bello sendero costero y de curiosas arenas y guijarros rojos, que intensifican sus colores al atardecer; o la de Crvena galija, apartada y con un bonito restaurante.

Petrovac
Dejando atrás las tranquilas playas de Drobnići y enclaves paradisíacos, como Perazića Do, haciéndose hueco entre el montañoso y pedregoso litoral se llega hasta Petrovac, un tranquilo pueblo costero guardado por el castillo de Kastio y rodeado del bello sendero Reževići que conecta con playas a las afueras de la localidad. Lejos del bullicio de Budva o Kotor, este enclave rodeado de olivares y pinos cuenta con un arenal de unos 650 metros desde el cual puede divisarse la Iglesia de Santa Nedelya, heroicamente construida sobre un promontorio rocoso que surge frente a la costa.
Lo que luce en Petrovac es la paz y la desconexión. El paseo marítimo y las vistas de la pequeña fortaleza prometen un retiro sin masificación marcado por el tono rojizo de su costa de pequeñas piedras y aguas claras y templadas. Uno de esos rincones donde estirar la toalla es la playa Lučice, rodeada de pinares y perfecta para hacer snorkel, considerada una de las más especiales del litoral montenegrino. Conectada con esta se encuentra la de Buljarica, una de las más largas del país, con aproximadamente 2 km y, sin duda, una de las más bellas por el contraste de colores entre la exuberante vegetación, la mezcla de arena y rocas blanquecina y la gama de azules de sus aguas.

Otras joyas
No hay que olvidar que, lejos de las ciudades se pueden encontrar algunas de las mejores joyas del litoral. En el caso de Montenegro, solo hay que salir de la bahía de Kotor para encontrarse en los alrededores de Tivat (en la imagen), donde la playa Plavi Horizonti, en la península de Luštica, regala aguas de un turquesa que parece casi imposible, rodeada de bosque y aguas poco profundas que la hacen perfecta para el turismo familiar.
Más al sur, tras visitar Petrovac, merece la pena lanzarse a la aventura por los pequeños pueblos de Sutomore o Bar. El primero de ellos, con una animada vida nocturna y numerosos negocios de restauración, es también un destino playero por el día, con 5 km de costa, siendo una de las más famosas la de Canj, de guijarros, pero también su playa principal, donde los venecianos venían a tratarse el reumatismo por las propiedades de sus aguas.

El segundo, Bar, es más conocido por su importancia histórica. Reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial, cuenta con el mayor puerto marítimo del país y numerosas playas urbanas, a 5 km de la ciudad vieja y a apenas unos minutos del lago Skadar, frontera natural con Albania. Y desde el merecido descanso y poco turismo de Bar se llega al último spot del sur, Ulcinj (en la imagen), con su Stari Grad de influencia otomana y mediterránea, marcado por las fortificaciones que se elevan frente al mar.
La historia milenaria de esta ciudad portuaria es tan fascinante como su costa, donde se encuentra la playa más larga de Montenegro, Velika, con más de 13 km de arena fina y dorada y aguas poco profundas, donde hay lugar tanto para bañistas como para los amantes de la vela y el surf. Con ella compiten - no en extensión - la playa de Valdanos, rodeada de bosques de pinos; la de Mala Plaža, más urbana; o las de la isla de Ada Bojana, con playas vírgenes formadas por el delta del río que le da nombre.