Mar y montaña, vanguardia y tradición, templos culinarios contemporáneos y sidrerías de las de toda la vida… todo esto y mucho más tiene cabida en la ciudad de Gijón, una joya en la costa cantábrica, pero también en su barrio más emblemático (y con solera) que condensa toda la esencia de esta ciudad marinera. Hablamos de Cimadevilla, una suerte de península que separa la playa de Poniente –calmada y familiar– de la de San Lorenzo – la de mayor tamaño e ideal para la práctica del surf–. Hay que perderse por las calles de este barrio marinero para descubrir un montón de rincones con encanto, pero también hay que hacerlo por sus muchos restaurantes y sidrerías, porque es el máximo exponente de la sidra, un magnífico lugar para un plan a medio día o al caer la tarde.
Eso es lo que hicieron el pasado viernes, 4 de julio, dos visitantes de altura: la princesa Leonor, que atracó en el puerto de Gijón con el buque Juan Sebastián Elcano, y la infanta Sofía, quienes se reencontraron en la ciudad y aprovecharon la ocasión especial para comer juntas. Mayúscula fue la sorpresa de María Luisa Acera Fernández, que regenta desde hace cuatro décadas el restaurante La Casona de Jovellanos, en pleno barrio de Cimadevilla. Allí aparecieron Leonor y Sofía de Borbón, junto a otros compañeros de la princesa de Asturias, para disfrutar de la gastronomía local. "Es uno de los momentos más especiales que guardaremos con infinito cariño", han dicho de esta "visita para la historia", como la califican.
Quienes se animen a un plan como el de Leonor y Sofía tienen que saber que el Hotel Restaurante Casona de Jovellanos (lacasonadejovellanos.com) se encuentra en una casa tradicional restaurada, del siglo XVII, muy cerca de la plaza Mayor. En su restaurante-sidrería se degustan delicias como el cachopo de cecina –que se encuentra entre sus especialidades–, la fabada, los calamares, chipirones, croquetas… que formaron parte del menú que tomaron las hermanas en su visita. Además del restaurante interior, cuenta con una terraza desde donde degustar un ‘culín’ de sidra con vistas al Cantábrico.
Ir de sidrerías, y parar en más de una, aquí es tradición. No pudo hacerlo Leonor, que se ha despedido ya de la ciudad asturiana, pero sí es casi obligado para quienes sigan una ruta por este barrio. Sus calles, tranquilas durante el día, son un hervidero de gente al caer la tarde, convertidas en lugar de reunión para locales y turistas. La primera parada debería de ser en la famosa Cuesta del Cholo, donde los jóvenes se congregan en plena calle especialmente con el buen tiempo, o en alguna de las sidrerías que abren en dos de las plazas principales del barrio: la plaza Mayor o la del Periodista Arturo Arias –más conocida como El Lavaderu– donde pasan las horas entre 'culines' y pinchos.
Para seguir recorriendo Cimadevilla hay que dirigirse a la plaza Mayor, diseñada en el siglo XIX por Andrés Coello, y maravillarse con sus pórticos. Es una de las plazas mayores más bonitas de España y el punto de partida perfecto para recorrer el resto del barrio. Antes hay que detenerse a contemplar el edificio del Ayuntamiento o parar en alguno de los 'chigres' populares a tomar, como no, una sidra.
A pocos pasos, porque aquí todo está cerca, se encuentra el Museo Casa Natal de Jovellanos, pegado al restaurante elegido por Leonor y Sofía para su comida. Situado en una casa-palacio del siglo XVI, en la que nació y vivió el destacado escritor y político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, es el lugar ideal para conocer su obra y una importante colección de obras de arte de los siglos XIX y XX. Al salir, en la calle Recoletas, se visita la Torre del Reloj, levantada sobre los restos de la antigua muralla romana, hoy en día es un museo y el archivo municipal de la ciudad.
A un minuto caminando, hay que hacer de nuevo parada en el Palacio de Revillagigedo (plaza del Marqués, 2), junto al puerto deportivo y, adosado a él, la colegiata de San Juan Bautista. Un edifico del siglo XVIII que reconocerás por sus características torres rematadas por almenas y donde hoy se celebran exposiciones, ciclos de música, teatro y se ha convertido en un referente cultural en Gijón que hay que tener siempre en radar. Para tomarse una foto, al lado está el famoso Árbol de la Sidra, un monumento emblemático que se creó en 2013, con más de 3.000 botellas de esta bebida, durante la celebración del Festival de la Sidra Natural de Gijón. Si se continúa caminando en paralelo al puerto deportivo nos toparemos con otra curiosa escultura: Nordeste, del escultor Joaquín Vaquero Turcios, realizada en acero perforado con sus cuatro metros de alto y cinco de ancho, es otro símbolo de Gijón.
EL CERRO DE SANTA CATALINA
Es hora de subir en dirección al cerro de Santa Catalina, pasando antes por la batería de Santa Catalina, y llegar a su parte alta, donde todo el mundo reconocerá la colosal obra de Chillida, El elogio del horizonte. Aquí se disfruta de una panorámica única de la ciudad. La mejor hora del día para la visita es al atardecer, aunque muchos gijoneses llegan hasta aquí a todas horas y aprovechan para practicar deporte en sus amplias zonas verdes.
Regresando a la parte baja por el lado contrario del ascenso, nos toparemos con la iglesia del San Pedro –de nuevo un icono de la ciudad en uno de los extremos de la playa de San Lorenzo– y las antiguas Termas Romanas de Campo Valdés, del siglo I d. C., ya al nivel del mar. Unos antiguos baños públicos de tipo pompeyano que contaban con apodyterium (vestuario), frigidarium (sala fría), tepidarium (sala templada), alveus (piscina de agua caliente)… y hasta sudatio, la sala de sudoración, de planta circular. Hoy, convertidas en museo, se pueden visitar y rematar una jornada perfecta en Cimadevilla.
EL FESTIVAL NATURAL DE LA SIDRA DE GIJÓN: EL PLAN DEL VERANO
Si la visita a la ciudad de Gijón se hace en verano, lo mejor será hacerla coincidir con la Fiesta de la Sidra Natural, que este 2025 se celebra entre el 22 y el 31 de agosto, un homenaje a la bebida por excelencia de esta tierra. Una fiesta de récord Guinness en la que miles de personas se reúnen en la playa y se reparten y escancian miles y miles de litros de sidra (más de 30.000) a la vez y se toma una foto del momento especial y batiendo récord cada año por su participación. Miles de personas, pero con un orden: «primer bocinazu, vasu abajo; segundu, botella arriba; terceru, echamos la sidra; y cuartu: los de la última fila que se den la vuelta, que ya empiecen a salir los bugres del agua». De fondo, como no, el Asturias, patria querida, emociona a cualquiera.