Los duques de Alba, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Garcilaso, Boscán, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Juan del Encina… Ha pasado tanta gente importante por Alba de Tormes, que cuesta caminar por sus calles y plazas sin tropezarse con un monumento de este o con un hueso de aquel otro. “No te bañarás dos veces en el mismo río”, dijo Heráclito. Quien visita esta población salmantina, situada a 22 kilómetros al sureste de la capital, no se baña dos veces en las mismas aguas del Tormes, por mucho que reme detrás de ellas en una piragua. Pero sí lo hace siempre en el mismo río. ¿Cuál? El único que pasa sin moverse y riega sin agotarse: el de la historia.
EL CASTILLO DE LOS DUQUES DE ALBA
Ambos ríos, el de agua y el de historia, se contemplan divinamente desde el castillo de los Duques de Alba, que está en lo más alto de la villa. Debió de ser enorme, a juzgar por la única torre que se conserva de las 6 que había. Tiene cuatro plantas. La segunda está decorada con frescos renacentistas de la batalla de Mühlberg, la que el Gran Duque de Alba ganó para el emperador, a la sazón postrado por la gota. El cuadro que pintó de esto Tiziano, con Carlos V a caballo, es una patraña, una fake new.
En la única torre que se conserva del castillo de los Duques de Alba se pueden ver frescos renacentistas de la batalla de Mühlberg
Desde el mirador del castillo se ve “la ribera verde y deleitosa del sacro Tormes”, que cantó Garcilaso, y se ven las muchas iglesias y monasterios de la villa: diez, si nuestra vista y nuestras cuentas no fallan. Para visitar todo lo que hay que visitar en la población sin arruinarse, en la oficina de turismo, al pie del castillo, ofrecen la tarjeta Alba Card: por 6 euros, incluye durante 48 horas cualquier visita que se haga y descuentos en restaurantes, hoteles y tiendas. Más información, en villaalbadetormes.es.
RECUERDOS DE SANTA TERESA Y SAN JUAN DE LA CRUZ
Otra visita obligada es el convento de la Anunciación de Nuestra Señora del Carmen (carmelitasalba.org), que fue fundado por la santa abulense en 1570. "Y tengo una ermita”–escribió la santa– “que se ve el río, y también a donde duermo, que estando en la cama puedo gozar de él, que es alta recreación para mí”. Aquí, arrullada por los ruiseñores del Tormes, se durmió para siempre –se murió– en 1582. Se pueden ver la celda donde expiró, el sepulcro donde está enterrada, su corazón, su brazo derecho y las 850 obras de arte del Museo Carmus, muchas de ellas relacionadas con la vida y milagros de la santa. En esta fundación teresiana trabajó San Juan de la Cruz como un obrero más. Muy cerca, en la misma plaza, se encuentra el convento de los Padres Carmelitas (padrescarmelitasalba.org), cuya iglesia es la primera del mundo dedicada al santo. “Aunque es chico” –decía de él Santa Teresa–, “entiendo que es grande a los ojos de Dios”. Su dedo índice se conserva en el templo. Con ese dedo menudo escribió obras tan chicas –y tan grandes– como Noche oscura y Cántico espiritual. En la planta baja del convento, el Centro Teresiano-Sanjuanista evoca el paso de estas dos pequeñas inmensas personas –la santa medía 156 centímetros– por Alba de Tormes.
EL AUTOR DEL LAZARILLO DE TORMES
Para ver bien Alba de Tormes, sin prisas, se necesitan 20 días, porque esos son los monumentos y museos que hay. Pero como nadie tiene tantos días, ni ganas de verlo todo, se puede completar el recorrido asomándose a los siguientes cinco lugares. Uno, la Basílica Teresiana, que se inició en 1898 –y nunca se acabó– para albergar las grandes peregrinaciones al sepulcro de la santa. Dos, el convento de la Madre de Dios, de monjas isabeles, donde Santa Teresa se hospedó cuando vino a hacer sus fundaciones. Tres y cuatro, las iglesias mudéjares de Santiago y de San Juan Apóstol, que albergan el Museo de Alfarería y un extraordinario apostolado románico-bizantino en piedra policromada, respectivamente. Y cinco, el Museo Arqueológico Padre Belda, que está instalado en el monasterio de San Leonardo, donde en el siglo XVI profesó fray Juan de Ortega. A este monje jerónimo, que pudo ser obispo de Chiapas (México) y no quiso, se le halló después de morir en su celda el borrador del Lazarillo de Tormes, “de su propia mano escrito”. ¿Pero no era una obra anónima? Eso se dijo entonces, porque el Lazarillo era muy anticlerical y porque, cuando se imprimió en 1554, fray Juan era general de los jerónimos. Reconocer su autoría hubiera sido un escandalazo.
ESPECIALIDADES DULCES Y SALADAS
En la plaza Mayor hay dos buenas pastelerías, Teresiana (pasteleriateresiana.com) y La Madrileña (pastelerialamadrilenadealba.com), donde hacen el hornazo de Alba de Tormes, que está relleno de chorizo ibérico, jamón y lomo adobado, como todos los hornazos, pero su masa, en lugar de salada, es dulce. Tiene las dos cosas que más gustan a cualquiera que no sea tiquismiquis: embutido y azúcar. ¿Pero antes habrá que comer algo salado, no? Sí, claro, antes se puede degustar la chanfaina –elaborada con arroz y carne de cordero– en el restaurante Miratormes (Puerta del Río, 9). Los peces fritos, algo muy típico de aquí, lo mejor es probarlos en el bar Puerta del Río (Puerta del Río, 2). Otro producto muy de aquí es la jeta, la careta de cerdo. Un restaurante clásico, del que todo el mundo sale contento, es De la Santa (Padre Belda, 3). Un buen lugar de tapas, Mussa (Don Alejandro s/n). Y para comer lo mejor de lo mejor, pagando lo que haya que pagar, Casa El Vive (Puerta del Río, 5).
DEPORTE Y RELAX EN EL TORMES
Para bajar la comida, que ya se ve que no es ligera, nada como pasear por el Camino de las Aceñas, aguas arriba de la villa, por la margen derecha del río Tormes, una zona que en verano se transforma en una playa urbana. Es una ruta circular de cuatro kilómetros, autoguiada y accesible, que permite acercarse a las ruinas de dos aceñas –la del Puente y la del Quique–, recorriendo un bosque de ribera de gran valor ambiental. Otra opción –para comer y para bajar la comida– es la isla de Garcilaso, junto al Puente Medieval. Aquí está La Isla Chill Out (@laislachillout), una terraza donde hacen ricas hamburguesas y –por encargo– paellas. También alquilan kayaks, hidropedales y tablas de paddle surf. Si después de remar o pedalear, nos tumbamos a la sombra, nos quedaremos dormidos disfrutando de la mejor panorámica de la villa. Los duques de Alba, allá arriba, no tenían una vista mejor, ni se echaban una siesta más deleitosa.