Existe en Roma algo más que las ruinas y templos, anfiteatros o estadios. Más allá de las calles comerciales, las hermosas galerías, las callejuelas con sus trattorias y los museos que podrían hacer que una estancia de 5 días en Roma se quedase muy corta, hay mucho más. Más que el bello barrio de Trastevere, el apabullante Centro Histórico o la entrada al enigmático Vaticano.
Se trata del quartiere Coppedè, dentro del distrito de Trieste, que constituye un conjunto arquitectónico de lo más singular por su historia y la concentración de belleza que ofrece. Hasta 18 palacios y 27 palacetes repletos de figuras místicas, detalles históricos y estilos que van desde el art nouveau hasta el gótico con influencias orientales o griegas, se reúnen en un puñado de calles. Fuera de las rutas turísticas y erigido a principios del siglo XX, esta área urbana cuenta con un siglo de vida con mucho que mostrar.
En un temprano 1913, el arquitecto, profesor y diseñador de transatlánticos Gino Coppedè recibió un extraño encargo: la construcción de una gran manzana arquitectónica en Trieste lejos de la Roma más caótica, a petición de la Società Anónima Edilizia Moderna. La gran opulencia de los edificios del lugar estaba a la altura de quienes serían sus habitantes: embajadores, burgueses y, en definitiva, personas adineradas para las cuales las viviendas debían estar a la altura.
Pobladas por monstruos, escudos, animales y diversos símbolos, la mente de Coppedè redefinió el estilo de la época en una creación ecléctica que muchos compararon con Gaudí y otros tantos criticaron. La elegancia mezclada con la monumentalidad y la originalidad son las señas de identidad de una urbanización donde torres, jardines, paredes y galerías son un popurrí de estilo medieval, griego clásico y tantos otros. Sin embargo, el arquitecto no vio acabado su proyecto, pues su muerte en 1927 dejó este al cargo de su yerno, Paolo Emilio Andrè.
UN ARCO Y DOS EMBAJADORES
El punto en el que Coppedè inició la construcción de su última obra fue el arco y el edificio que une ambas partes del Palazzo degli Ambasciatori. Esta puerta de entrada al barrio no deja a nadie indiferente por su magnificencia. En el lateral interior, un pequeño santuario con la Virgen con el Niño queda eclipsada por la gran máscara que se ve de frente nada más llegar por la Vía Dora. Sobre esta, el escudo de los Medici y dos pisos de cuatro ventanas coronados por una terraza superior.
Bajo el arco sigue la densa decoración, con la gran lámpara de hierro forjado con motivos florales y marinos, grandes frescos, mosaicos y rostros de piedra con una pequeña curiosidad; una columna guarda la escultura de Gino. Por otro lado, las dos torres que lo presiden están repletas de bajorrelieves, retratos de divinidades, madonnas y detalles como pequeñas abejas, y es que los animales son un continuo en la obra de Coppedè. Estos edificios que sobresalen con sus diferentes alturas y sus variopintos balcones, mezcla de Renacimiento y Barroco, enmarcan las calles que se despliegan entre Via Tagliamento y Piazza Buenos Aires y que tienen como epicentro la Piazza Mincio, el alma del quartiere.
EL CORAZÓN DE COPPEDÈ
No, el órgano vital del arquitecto no descansa aquí, al menos no literalmente, porque su espíritu, liberado del movimiento racionalista de la Roma del pasado siglo, sí que puede palparse en el centro de este pequeño barrio. Su atmósfera onírica tiene como centro esta plaza, que a su vez tiene como eje la bella Fontana delle Rane, construida en 1924 con la inspiración de la Fontana delle Tartarughe que Bernini ideó para el centro histórico de la ciudad. Sus doce ranas despiden de sus respectivas bocas chorros de agua que llenan de sonido el tranquilo lugar.
Desde ella, donde un día los Beatles se dieron un baño efusivo tras un concierto en el Club Pipper, pueden verse los palaciegos edificios de la plaza, como el Palazzo della Lucertola, con un amplio arco de medio punto decorado con ondas de color azul y dorado, el Palazzo del Ragno y el Villino delle Fate.
El primero de ellos, de inspiración asirio-babilónica, se traduce como el Palacio de la Araña, y es que este insecto decora su fachada principal, también repleta de dragones y otras figuras que vale la pena entretenerse en buscar. El gótico y el barroco se abren paso en sus dos columnas impresionantes, que coronan la entrada, pero no son menos interesantes las gárgolas con cabezas de animal, su torre o la pintura de colores negros y ocres con un caballo acompañado de un yunque y dos grifos rematada con la inscripción latina ‘Labor’.
Por otro lado, el Villino delle Fate es la joya de la corona del barrio. De una elegante asimetría, sus tres edificios que dan a dos calles se componen de una mezcla de mármol travertino, hierro forjado, terracota, vidrio y madera. Cada una de sus fachadas es una obra de arte en sí misma, y todas ellas rinden homenaje a tres ciudades distintas de Italia: Florencia, Roma y Venecia. La capital Toscana puede verse representada por las figuras de Dante y Petrarca, entre las que se puede admirar una pintura con querubines, deidades romanas, relieves de abejas, leones alados y un halcón, además de la inscripción ‘Fiorenza bella’ y frescos que representan la cúpula de Brunelleschi de Santa María del Fiore.
Dejando la fachada del número 4 de la Vía Aterno se puede admirar la villa de Vía Brenta que alude a la ciudad de Venecia, representada por el león alado de la Basílica de San Marcos frente a un velero y un reloj de sol que imita al de la Torre dell’Orologio. Finalmente, la tercera de las villas rinde homenaje a Roma, representada con la imagen de la loba, Rómulo y Remo bajo uno de sus frisos.
Numerosos detalles, como arcos y frisos medievales, además de balcones ornamentados y sus románticas torres con tallas de piedra, hacen del conjunto total una obra de arte. Torres de inspiración medieval, puertas de hierro forjado, motivos florales y figuras de animales se acompañan de caballeros, serpientes, mujeres con ropas antiguas y la inscripción ‘I villini delle fate: Neme, Melete, Aede” en el mosaico de la entrada, haciendo alusión a las tres hadas de las villas.
VÍAS Y VILLAS
Partiendo de la Piazza Mincio son muchas las calles que siguen mostrando el pastiche de estilos que buscaba Coppedè. Vía Brenta tiene varios ejemplos, con la embajada de Marruecos en el número 14 y el Instituto Científico Amedeo Avogadro en el número 27. Vía Olona, por su parte, cuenta en el número 7 con un gran condominio, mientras que Vía Ombrone está salpicada de villas merecedoras también de un paseo frente a sus fachadas.
Lo divertido está en buscar los símbolos y las imágenes en los edificios de este pequeño barrio. La representación del árbol de la vida, un reloj de sol, la escena de una batalla, inscripciones en latín, un gallo con un cubilete y unos dados… o adivinar cuáles son las embajadas de Nueva Zelanda, dónde está la casas donde vivió el tenor Beniamino Gigli o cuál de ellas es el Palazzo Ospes Salve - una pista, tiene la inscripción en latín “Ingredere has aedes, quisquis es amicus eris, hospitem sospito”.
Quienes sean amantes del cine quizá les suene familiar este barrio, y es que sus fachadas e incluso interiores de sus villas han aparecido en películas de terror, como Inferno y El pájaro de las plumas, de Dario Argento, o La profecía, de Richard Donner. Sin duda, un conjunto arquitectónico singular para alejarse de la Roma más bulliciosa y enamorarse un poco más de su arquitectura.