En la estancia más conocida del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano está todo dispuesto para debatir y votar. Los cardenales han tomado el relevo de los 20.000 visitantes que pasan cada día por esta joya artística –cerrada a cal y canto–, y se concentran en un ceremonial del que saldrá el sucesor del papa Francisco, al que ¡HOLA! ha dedicado un número de colección que ya está a la venta. El juramento de los papables, la votación manuscrita, el escrutinio oral, el recuento de los votos con aguja e hilo y la quema de las papeletas en las chimeneas –antes de que la fumata blanca confirme el Habemus papam– tendrán lugar en esta obra maestra del arte renacentista.
Una vez elegido al sucesor de Pedro y tras la aceptación del cargo del nuevo pontífice, será en la sacristía bajo el Juicio Final, conocida como Sala de las Lágrimas, donde el nuevo pontífice se pondrá las vestiduras papales blancas antes de salir al balcón de la Basílica de San Pedro.
Pero descubramos los secretos de esta capilla cargada de simbolismo que ha sido el lugar donde se han celebrado todos los cónclaves desde 1878 –en total, 14–, aunque el primero de todos fue en 1492, cuando fue elegido Alejandro VI. Lo de Sixtina, le viene porque fue el papa Sixto IV quien la mandó construir, allá por el año 1473. Ocho años duraría la construcción de este espacio de casi 41 metros de largo por algo más de 13,5 de ancho, similar al tamaño del Templo de Salomón descrito en la Biblia.
Quien ya haya visitado la capilla sabe que sus paredes están decoradas con pinturas al fresco sobre la vida de Moisés y de Jesucristo: el bautismo de Cristo, la entrega de las llaves a Pedro, las tentaciones… Todo un reflejo de la teología y cosmología cristiana. También hay retratos de los pontífices y unas cortinas de trampantojo creadas por un equipo de grandes pintores del Quattrocento, entre los que figuran nombres tan destacados como Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio, Pietro Perugino o Cosimo Rosselli, apoyados por sus respectivos talleres y más estrechos colaboradores.
Un ejercicio cervical hay que hacer para admirar las pinturas de la imponente bóveda. En origen, Pier Matteo d'Amelia pintó un cielo estrellado que, años después, ya consagrada la capilla e incorporadas otras obras en mármol, como el coro o el escudo pontificio encima de la puerta de entrada, cambió su decoración por los frescos de Miguel Ángel. Cuatro años tardó el artista en terminar su obra, un trabajo que comenzó en 1508 por encargo del papa Julio II, aunque, se dice, que no quería aceptarlo, pues él se consideraba escultor, no pintor. Esta nueva faceta le supondría su reconocimiento como artista pictórico, pero también una merma en su estado de salud.
¿La temática? Escenas del Libro del Génesis. En los nueve recuadros centrales están representadas desde el pecado original, el Diluvio Universal o el nuevo renacer con la familia de Noé a la creación de Adán, la más icónica. El gesto del primer hombre acercando su dedo índice al de Dios no solo es una de las más famosas de la historia del arte y todo un icono cultural universal, replicado, reinterpretado y parodiado en todo tipo de medios.
La urna donde los cardenales depositan sus votos en el cónclave está situada frente a la gran representación de El Juicio Final, que decora la pared del altar y Miguel Ángel pintó por encargo del papa Clemente VII unos 25 años después, cuando ya tenía 60 años. Son más de 300 figuras en movimiento con Cristo poderoso en el centro las que llenan el apocalipsis. A su derecha, los condenados arrastrados al infierno; a la izquierda, los salvados que ascienden al cielo. El artista pintó a los personajes desnudos, pero años después llegó la censura y el papa Pío V ordenó al pintor italiano Daniele da Volterra tapar todo lo que se considerase indecoroso, por lo que se ganó el apodo de Il Braguettone (el que pone calzones). ¿Otro secreto? Entre los personajes que aparecen destaca San Bartolomé, pintado sosteniendo una piel en la que está el autorretrato de Miguel Ángel. Fue el lugar que eligió para poner su firma en la Capilla Sixtina.
Para completar esta maravilla del arte, Rafael, que por aquel entonces era un artista reconocido en Florencia, recibió el encargo de una serie de diez tapices para colgar en la zona inferior de las paredes. Para él era una oportunidad de ver comparado su trabajo con el del mismo Miguel Ángel y eso creó un enfrentamiento entre ambos. Varios años después, cuando el primero decoró la pared del altar con El Juicio Final, dos de estos tapices tejidos en Bruselas tuvieron que ser retirados.
Los monumentales tapices, que representan escenas de los Hechos de los Apóstoles, como la pesca milagrosa o la lapidación de San Esteban, ya no están permanentemente en la Capilla Sixtina, solo en ocasiones especiales, como cuando volvieron durante una semana para celebrar el V Centenario de la muerte de Rafael, aunque se conservan en los Museos Vaticanos. Existen réplicas y estas viajan, como cuando en 2020 se expusieron en la galería del Palacio Real de Madrid.
Como estos días está cerrada a cal y canto, existe una manera de descubrirla sin entrar en ella ni esperar colas cuando vuelva a abrir sus puertas y es esta visita virtual: https://www.vatican.va/various/cappelle/index_sistina_en.htm