3 míticos templos del jazz que no deberías perderte si planeas viajar a Nueva York

Son locales pequeños, clubes que se salen de los circuitos más populares porque están dirigidos a un público selecto. Si eres un fan declarado de este tipo de música, aquí tienes tres exclusivos locales donde disfrutar de una velada inolvidable.

Por Carlos Sánchez Rey

La 'ciudad que nunca duerme' es la cuna del mejor jazz del mundo y quizá podríamos añadir bossa nova a la ecuación. En Nueva York podemos encontrar los mejores clubes donde músicos venidos de todo el mundo se reúnen a hacer magia con sus instrumentos. Y vaya sí la hacen. Son clubes pequeños con luz tamizada que deja entrever las notas que se escapan a borbotones de sus saxos o las que saltan impertinentes desde las teclas de su piano para hacer flotar a un público exigente que levita al ritmo de los acordes y se extasía con las vibraciones de las cuerdas vocales de sus cantantes de culto.
Sí, estamos hablando de locales de poca difusión porque son reducidos y, por lo tanto, sólo aptos para un público selecto. Hemos seleccionado tres de estos templos como los más exclusivos para que si vas a la Gran Manzana y eres fan sepas adónde dirigirte.

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Baretto

El secreto mejor guardado del elitista grupo hotelero Fasano se encuentra un piso más arriba de su restaurante. Por ese puñado de escalones se accede al paraíso en la tierra. Una belleza racial de ojos claros y medidas de infarto te da la bienvenida con una sonrisa a este sacro lugar para la música. Una vez dentro, las dimensiones te permiten estar cerca de los protagonistas desde cualquier mesa y cuando empiezan a tocar el silencio deja espacio para la escucha y todos empiezan a comulgar con la misma emoción, la que produce esta alegría transmitida con sus arpegios y sus letras. Refugio para financieros, modelos, celebrities y royals, allí no resultaría raro encontrarse con Prince o, por ejemplo, el Prícipe Harry entre toda la gente guapa, fauna habitual de la idiosincrasia Fasano.

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La velada se alarga desde las 9 pm hasta las 12 y da tiempo a cenar algunas de las delicias restringidas con el sello de su restaurante así como disfrutar de sus cócteles de autor, entre ellos los más de cinco negronis que compiten por llegar a empapar las gargantas de los asistentes a la ceremonia. Un can’t miss. Os encantará.

Aman 

Para finalizar cualquier velada de altura no debes perderte el Jazz Club, un icónico concepto neoyorquino que Aman tiene bien escondido en el sótano. Seguro que no has oído algo semejante en tu vida. Porque además de tener unos músicos de primera fila es, junto con el Lincoln Center y el show de Jimmy Fallon, uno de los tres sitios en la ciudad con un sistema acústico de excepción: el Meyer Constelación Sound System.

El Jazz Club trae de vuelta un aire de celebración a Midtown Manhattan con el elegante estilo de los Speakeasy (antiguos establecimientos donde se vendía de forma ilegal alcohol en la época de la Prohibición o Ley seca, entre 1920 y 1932). Las actuaciones en vivo cada noche incluyen jazz junto con una variedad de géneros que brotan de este estilo musical. Y a última hora los mejores DJs de Nueva York insuflan la energía de la fiesta y la nostalgia de tiempos pasados. Un homenaje a las numerosas culturas de la ciudad con innovadores cócteles que acompañan este entretenimiento de primer nivel en una atmósfera curiosamente íntima. Aunque puedes encontrarte a Sting o Bono (de U2) en alguna de sus mesas.

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Bemelmans Bar

Ubicado en el hotel Rosewood Carlyle es un clásico en el Upper East Side frecuentado por ejecutivos y gente con un alto poder adquisitivo que residen en la zona. La comida en Dowlings es una excusa para relacionarse en este templo de la cocina, que ha sido la cuna de personajes míticos en la ciudad como George Clooney o Bill Clinton. Incluso tienen conciertos privados como el de Kilie Minogue.

Después de la cena, la clientela pasa al Bemelmans para tomarse un cóctel Serrano en honor a este mítico barman de origen español, mientras escucha el mejor jazz. Algunos de los músicos son a su vez compositores de melodías para cine y televisión, y con edades octogenarias algunos son capaces de crear una atmósfera vibrante, electrizante, de alegría contagiosa.

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El chelo toma el pulso a toda la sala con su compás a borbotones, mientras el piano le sigue a la zaga con impulsos de alegría inédita que se acordonan a un saxo atemperado, grave, cavernoso pero aterciopelado. Qué espectáculo para los sentidos. Y esto los siete días de la semana desde las nueve y media hasta las doce y media de la noche.

No hay duda de que este local se encuentra entre los considerados míticos y no le faltan motivos. Si queréis llevaros una imagen del Nueva York que todos tenemos en la imaginación, no podéis dejar de venir a este templo urbano, cosmopolita y eterno.