Biarritz, romanticismo junto al mar: una escapada con 'charme'

El glamour de esta villa marinera, capital de la costa vasco-francesa, apenas deja adivinar su pasado ballenero, antes de que la aristocracia la erigiera en su destino de vacaciones al calor de la Belle Époque. Hoy sigue siendo una elegante ciudad donde palacios y castillos conviven con animadas terrazas, exquisitas boutiques y playas que, por su bravo oleaje, son un paraíso para el surf

Por Noelia Ferreiro

Es tanto al mar como a la aristocracia del siglo XIX a lo que debe su fisionomía esta ciudad asentada en la costa vasca de Francia, a pocos kilómetros de nuestra frontera. Del primero, un Atlántico que se hace espuma en bonitas playas por todos sus flancos, le viene ese aire marinero que inspiró a Picasso el cuadro de Las Bañistas, apuntando maneras hacia el cubismo.

A la segunda, esa clase selecta del continente europeo que apuraba sus tardes con copas de champán en plena eclosión de la Belle Époque, tiene que agradecerle Biarritz un charme que ha quedado impreso en su ADN a golpe de elegancia y de glamour.

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En sus paseos arbolados, sus casinos y sus balnearios permanece la huella de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, de quien no es exagerado decir que ocupa el alma de esta ciudad. La despampanante villa que su esposo le construyó en un rincón privilegiado no sólo fue un imán para la flor y nata del momento, sino que despojó para siempre este lugar de su pasado ballenero.

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AIRE MELANCÓLICO

Hoy la Villa Eugenia es el suntuoso Hotel Du Palais (hyatt.com), cuyas suites han alojado a celebridades de la talla de Gary Cooper, Charles Chaplin o Madonna. Y cuyo perfil recrea aquella época dorada de Biarritz como también lo hace el Casino de estilo Art Déco, la capilla Imperial o la imponente iglesia de Santa Eugenia. Su ubicación perfecta junto al mar hace de este palacio en la costa atlántica uno de los principales símbolos de la ciudad, y su icónico restaurante La Rotonde es un lugar inmejorable para degustar cocina franesa con las mejores vistas.

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Pero hay otras obras maestras arquitectónicas que perfuman a esta ciudad con el aroma melancólico de su pasado. Como La Folie Boulart (lafolieboulart.fr/en), el castillo que se asienta en el punto más alto y que debe su existencia a otra bonita historia de amor: la del influyente empresario Charles Boulart, que prometió a su esposa Marthe una residencia tan hermosa como la de la emperatriz.

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Así nace este castillo con estética de cuento de hadas que acaba de reabrir sus puertas después de un proceso de restauración y que hoy se puede alquilar al completo para estancias vacacionales con servicio de mayordomo, conserje y chófer privado. Y con las excelencias de una cocina comandada por un chef con estrella Michelin y de un maravilloso spa con reconfortantes tratamientos que cuenta también hamman, sauna y piscina..

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BAÑOS Y PASEOS

Más allá de sus hoteles exquisitos, Biarritz es una ciudad para disfrutar de puertas afuera. Para tostarse al sol en sus seis kilómetros de playas, concurridísimas en verano: desde la Grande Plage, con sus coloridos toldos de playas que son un icono del lugar, hasta la Plage de la Côte des Basques que, con su oleaje furioso, es el escenario ideal para los amantes del surf.

También es una ciudad para entregarse a bonitos paseos como aquellos que tienen de fondo los acantilados y las vistas al golfo de Vizcaya. No hay que perderse el faro elevado sobre el cabo Hainsart o la Roca de la Virgen, que es un islote al que se accede por un puente de hierro al más puro estilo de Gustave Eiffel.

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Y siempre con la meta en el Les Halles, un mercado de abastos rebosante de delicias de los campos y mares vecinos, y flanqueado de bistrot donde es casi una obligación sucumbir ante la ricas ostras y los inigualables erizos de mar de sus famosos puestos de pescado y marisco. 

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ALIMENTARSE DE CAPRICHOS

Después queda el apartado del shopping, en el que a sus boutiques centenarias se suma todo un abanico de tiendas contemporáneas donde empaparse de buen gusto: Venitz (venitz.fr), con sus diseños eco-responsables; BTZ (btz-biarritz.com), con sus emblemáticas camisetas de tintes rockeros; Ada Perlu (adaperlu.com), con maravillosas prendas adscritas al slow-fashion y Colors of Surfing (colorsofsurfing.com) que reproduce la pasión por el deporte estrella de la ciudad.

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Si el hambre aprieta de nuevo, buena idea será detenerse a probar un pecaminoso bocado en sus míticos templos del dulce: Chocolaterie Henriet (chocolaterie-henriet.com) para adictos a los bombones y Maison Adam (maisonadam.fr/fr/) para degustar esos famosos mararons cuya receta fue ideada para la boda de Luis XIV.

Si no, siempre quedará relajarse en una buena mesa y entregarse al disfrute de la gastronomía gala. Para ello está el restaurante Epoq (restaurant-epoq.com), con su cocina local vanguardista, pero con influencias del mundo, y Chez Albert (chezalbert64.fr), especializado en pescados y con soberbias vistas al océano.

CÓMO LLEGAR

Debido a la cercanía de la costa vasco-francesa la manera más habitual de llegar hasta Biarritz (tourisme.biarritz.fr/es) es el coche. Desde Irún, en la frontera con España, apenas distan 32 km, y desde San Sebastián, 50 km. El aeropueto más cercano es el de Biarrtiz Pays Basque (biarritz.aeroport.fr/es/) con conexión con diferentes ciudades europeas como París, Londres, Estocolmo... pero no con España.