DESCUBRIENDO EL CINCA MEDIO

Castillos templarios y pueblos sorprendentes en una ruta por el corazón de Huesca

A medio camino entre Lleida y la capital oscense, la comarca de Cinca Medio, tierra fértil regada por el río Cinca y rica en historias, resulta ser todo un descubrimiento. Nos adentramos en sus paisajes, salpicados de pequeños y pintorescos pueblos, dispuestos a dejarnos conquistar.

Por Cristina Fernández

Cuando Monzón aparece en la distancia coronado por las antiguas murallas de su imponente castillo, se revela como un destino repleto de misterio, pues imaginar qué vicisitudes tuvieron lugar en él supone un verdadero juego de fantasía. Capital de la comarca de Cinca Medio (cincamedio.es), este coqueto pueblo de entramado recogido y tejados anaranjados es parada obligada en cualquier ruta que se tercie por la zona. De hecho, nosotros, hemos decidido arrancar en él.

En cuanto ponemos los pies en sus calles empedradas, la vista se nos va inevitablemente al castillo. Una fortaleza que se alza hacia el cielo, regia, mientras que a sus pies se despliega el intenso verde del cerro en el que se encuentra. Tras recorrer el sinuoso camino hasta su entrada, el tiempo se para. O más bien, retrocede, sus orígenes árabes aún se sienten presentes al otro lado de sus muros.

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Y es que cuando los árabes llegaron a Monzón en el 714, no dudaron en levantar su bastión en el punto más estratégico. Tiempo más tarde, en el siglo XI, fue Sancho Ramírez quien arribó a estas tierras para reconquistarlo. Sin embargo, la verdadera revolución llegó en 1143, cuando pasó a manos de los templarios. Hoy, al adentrarnos en este singular monumento podemos observar el crismón y los motivos florales en la portada. En el interior todo se vuelve más austero y la visita recorre el Centro de Interpretación sobre la Orden del Temple, como la sala capitular, la torre del homenaje o la torre de Jaime I. Cuenta la leyenda, por cierto, que un pasadizo secreto conectaba el castillo con la fuente de Santa Quiteria, ya en la localidad.  

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La ayuda de una audioguía no estará de más para enterarnos de todas aquellas curiosidades acaecidas en cada uno de sus rincones, como que las caballerizas y bodegas fueron dependencias ya añadidas por los templarios, o que en su interior habitó durante su infancia el mismísimo Jaime I de Aragón. Hoy, el castillo, está declarado Monumento Nacional.  

Para los amantes del verde, Monzón ofrece también infinidad de opciones, como agradables paseos por su entorno natural. Uno de ellos es una ruta circular de 15 kilómetros que discurre entre sotos y choperas. ¿El punto de partida? El puente que cruza el río Sosa, a la altura del parque de la Jacilla, y que continúa a la vera del cauce atravesando un bosque fluvial a la altura de la desembocadura. Con paneles interpretativos a lo largo de toda la ruta, el camino tomará el sentido contrario, de vuelta a Monzón, poco antes de alcanzar el pueblo de Pueyo de Santa Cruz. Para acabar la visita con un merecido premio, habrá que hacer una última parada en la ermita de Nuestra Señora de la Alegría, pues desde allí se obtiene una de las mejores panorámicas de la ciudad.  

ENTRE QUESOS Y PALACIOS 

La comarca de Cinca Medio la conforman nueve municipios, y aunque todos ellos cuentan con riqueza y atractivos de sobra, aún queda algo de Monzón que descubrir. Por ejemplo, la catedral de Santa María del Romeral, un hermoso templo del siglo XII con un bonito campanario de estilo mudéjar y una maravillosa cripta. Tras pasear por sus calles y empaparnos de la esencia rural, no estará de más animarse con un tentempié que nos ayude a entonar el apetito, como la Quesería de Val de Cinca (valdecinca.com), en el municipio de Fonz. Para llegar habrá que conducir unos 15 kilómetros por los paisajes de este corredor natural en pleno Prepirineo oscense. Allí, tras las paredes pintadas de verde de la quesería local, nos espera Pilar Febas, la propietaria e impulsora de este hermoso negocio donde la leche de sus ovejas es la absoluta protagonista. También su propia historia. De familia ganadera, Pilar tuvo claro que quería ser veterinaria desde bien joven, y luchó por obtener su licenciatura y hacerse un hueco en un mundo rural que continúa siendo mayoritariamente de hombres.  

Conocer las instalaciones de su mano resulta de lo más interesante, sobre todo porque con su narración se aprenden los detalles sobre los orígenes de Val de Cinca y la elaboración de sus exquisitos productos. Antes de partir, una obligada cata y un ojo a la nevera en la que se exponen sus yogures, leches y quesos para llevarnos a casa como recuerdo. 

Aprovechando que las ovejas nos han traído hasta Fonz, qué mejor plan que descubrir el resto de atractivos de este singular pueblo aragonés. Por ejemplo, las mansiones palaciegas de bellas fachadas que se reparten por su entramado de callejuelas. Tiene su explicación, pues esta localidad de apenas 1000 habitantes sirvió durante el siglo XVI de lugar de descanso para los obispos de Lérida, lo que lo convirtió en un coqueto rincón de veraneo durante el Renacimiento. Tan importante fue, que le otorgó una de las iglesias renacentistas más importantes de todo Aragón. Por eso, el Centro de Interpretación del Renacimiento se halla también aquí, en concreto en el Palacio Episcopal. Además, si se visita Fonz en fin de semana, el Palacio de los Barones de Valdeolivos, que perteneció a la familia Ric, abre únicamente sábados y domingos. Su fachada es un esplendoroso ejemplo de estilo renacentista aragonés. 

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Habrá que llegar a la plaza Mayor, declarada de interés, para contemplar a los más mayores del lugar disfrutando de las horas de charlas al sol. También valdrá la pena admirar la famosa fuente de los Seis Caños, cuya agua mana de seis cabezas, o el edificio del ayuntamiento. Paseando por el núcleo urbano, más sorpresas palaciegas: la mansión de Camom, la de Guilleuma o el palacio de los Gómez de Alba, que a lo largo de la historia ha servido como escuela y seminario, pero también como taller de costura e incluso residencia de ancianos, ponen la guinda al pastel. Un pastel que, por cierto, tiene también hueco incluso para personajes ilustres. Una de las casas palaciegas de Fonz, la bautizada con el nombre de Mercromina, lo delata, pues de aquí era precisamente la inventora de este desinfectante, la farmacéutica Irene Monroset. 

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SORPRESAS INESPERADAS 

Habrá que redirigir nuestro camino y tomar rumbo al sur para seguir descubriendo los pueblos que conforman la comarca. No muy lejos se halla Pueyo de Santa Cruz. Su iglesia de la Invención de la Santa Cruz es parada obligada y cuenta con un –atención al detalle– esconjuradero: un lugar en el que se realizaban conjuros en la época medieval para proteger al pueblo.  

Sin embargo, donde realmente podremos empaparnos de los orígenes de este pedacito de Aragón, será en los yacimientos arqueológicos de las Civiacas y el Tozal de las Piedras, que corresponden a finales del Neolítico y a comienzos del Bronce. Un viaje al pasado que no puede faltar en esta ruta, como tampoco una parada en la joya de la corona de otro de los pueblos de la comarca, el Palacio Ducal de Solferino, en Albalate de Cinca, que nos dejará sin palabras. ¿La razón? La belleza de su torreón medieval adosado y las increíbles pinturas murales del siglo XVI que resisten al paso de los siglos en sus paredes interiores.  

El final de este periplo por el Cinca Medio lo acabamos en Alcolea de Cinca con una clase magistral, in situ, de geología. Sus famosas ripas, formaciones geológicas en vertical erosionadas durante miles de años, son el gran reclamo de este enclave. Como contraste, frente a estas áridas estampas están los verdes y fértiles campos de la ribera del río Cinca, una postal que contemplar con un ameno paseo. Para rematar, un vistazo al edificio medieval que ocupa el ayuntamiento, a la iglesia parroquial y a su antiguo molino de cereales.

PARA DESCANSAR 

Un acogedor alojamiento en el corazón de la capital de la comarca es Más Monzón, de estilo minimalista y moderno, con habitaciones coquetas, sauna y baño turco. También ofrece una interesante una propuesta gastronómica en La Cucharilla, en el que probar los sabores locales. El pueblo de Azanúy, en la vecina comarca de Litera, cuenta con un encantador hotelito rural: El Pilaret, con  habitaciones inspiradas en las flores y árboles más comunes de la región. Paz, tranquilidad, silencio y comodidad son las claves de esta casa del siglo XIX totalmente reformada. Y si acaso quisiéramos rematar aún más la experiencia, una incursión a la comarca de Somontano bien valdrá una cata de sus ricos vinos. Pero esa… esa ya será otra historia.