BALEARES

La última playa virgen (y la más salada) de Mallorca se llama Es Trenc

Para hacernos una idea de cómo era el Mediterráneo antiguamente nos vamos al sudoeste de la mayor de las Baleares. La zona del Salobrar de Campos ha cambiado poco desde tiempos inmemoriales y aún así encontramos un arenal inmaculado y unas marismas en las que se produce la tradicional flor de sal. ¡Qué ganas de descubrirlo!

Por Óscar Checa

Lo primero al llegar a Campos es disfrutar de la playa de Es Trenc. Como es una zona protegida, en sus 3 kilometros no se ve ninguna construcción (salvando unos viejos búnkeres, ahora integrados en el entorno). Está considerado el último arenal virgen de gran extensión de Mallorca. Es decir, que no hay sombrillas, chiringuitos, duchas…, solo agua de color turquesa, arena fina y blanca y un sistema de dunas a partir de las cuales crecen matorrales y pinos. Además, las embarcaciones tienen prohibido fondear.

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Los romanos, que se tenían trillado el Mediterráneo, no dejaron pasar por alto el espectáculo de Es Trenc. Claro, hace 2000 años este rincón de Mallorca no se llamaba así, pero las características del agua de la playa y del ecosistema marismeño eran las mismas que encontramos hoy: agua cristalina, clima templado, sol, suave brisa marina y baja humedad. Todo ello permitió crear un sistema de balsas para producir sal marina, el mismo que hoy sigue en funcionamiento.

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RECORRIDO POR LAS SALINAS

Después de darnos un baño, unas horas de sol o un paseo por Es Trenc, toca conocer más a fondo el proceso de obtención de la sal. Las salinas están a 900 metros del mar, en el kilómetro 8,7 de la carretera de Campos a Colònia de Sant Jordi, junto a uno de los caminos de acceso a la playa. El recorrido por ellas nos va descubriendo cómo el agua llega por un canal desde esta y va pasando por diferentes estanques donde el sol y viento la calientan y evaporan hasta que solo queda la sal. Según van aumentando de concentración, las balsas adquieren un llamativo color rosado que, poco a poco, acabará siendo blanco. Entonces la sal se recolecta y se deposita en montones antes de ser envasada según su destino: industrial o alimentación.

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PARAÍSO DE LAS AVES

En algunas balsas y terrenos lacustres es fácil ver correlimos, garzas, fochas, chorlitejos, escribanos... En zonas más resguardadas también habita el águila pescadora o el aguilucho lagunero. Y en septiembre, las marismas se llenan de flamencos. El Salobrar es un lugar de especial protección para las aves, por eso atrae cada vez más a los aficionados al birdwatching.

CATAS DE SAL

Las visitas a las salinas son guiadas y tienen un precio de 8 €. También existen otras a la carta, que resaltan los aspectos relacionados con el lado más  gourmet  de este compuesto. Estas están centradas en la flor de sal y en los productos que elaboran (flordesaldestrenc.com), a elegir entre catas de sal, combinadas con tapas o con vinos mallorquines de autor (a partir de 15 €).

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AGUAS TERMALES

El único manantial termal de Mallorca, el de Fontsanta, está a unos cientos de metros de aquí. Tiene fama en toda la isla por sus propiedades beneficiosas para el organismo. Dicen que ya los romanos las utilizaban. Con el tiempo se construyó un balneario, que hoy se ha transformado en el Fontsanta Hotel (fontsantahotel.com), un cinco estrellas only adults, donde se puede seguir disfrutando de los beneficios de las aguas en su spa.

Más al norte queda la antigua ciudadela fortificada y excavada en la roca de Cap Enderrocat. Camuflada en el paisaje virgen de Cala Blava, y premio Europa Nostra por la conservación del patrimonio cultural, actualmente es un hotel único, Cap Rocat (caprocat), donde disfrutar de este Mediterráneo idílico. Todas sus 28 habitaciones son especiales, pero las llamadas Centinelas son un sueño, están al borde del acantilado y cuentan con piscina propia.

UN FARO Y MÁS PLAYAS VÍRGENES

Hacia el sur, podemos continuar esta ruta «salada» en el faro de Cap Salines y, tras pasar por la Colònia Sant Jordi, ese antiguo pueblo pesquero que también esconde unas salinas, las de S’Avall –consideradas como las segundas más antiguas del mundo–, recalar en playas y calas, como Es Dofí o Es Carbó, que no suelen estar muy concurridas porque solo son accesibles a pie, o las de En Tugores y Es Caragol, otros pequeños paraísos de arena, roca y agua turquesa totalmente vírgenes.

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DISFRUTAR A LA MESA

En el puerto de la Colònia de Sant Jordi, el restaurante Sal de Cocó (restaurantsaldecoco.com), de la mallorquina Marta Rosselló, rinde homenaje a la sal con su cocina mediterránea y de mercado de gran calidad. Otra buena elección para comer es el restaurante informal del hotel Cap Rocat, Sea Club (caprocat.com), en Cala Blava, que ofrece cocina al horno o a la parrilla, además de ricos arroces para disfrutar con vinos locales.

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ESCAPADA A CABRERA

Desde la playa de Es Trenc se divisa esta isla y otros islotes cercanos, todo un paraíso protegido. Aquí solo hay naturaleza en estado puro: mar, roca, 500 especies de plantas y más de 1000 especies animales, entre marinas y terrestres. Las visitas están reguladas y solo se puede pernoctar en su único refugio (12 habitaciones) un máximo de 2 noches. Las excursiones de un día salen desde el puerto de Colònia de Sant Jordi, donde se encuentra el espectacular Centro de Visitantes del Parque Nacional y las organizan empresas como Excursiones a Cabrera (excursionsacabrera.es) o Mar Cabrera (marcabrera.com).

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