GRANADA

Almuñécar y La Herradura, dos paraísos para el verano en la Costa Tropical

El Paraje Natural Maro-Cerro Gordo, la sierra de Almijara y el Mediterráneo custodian estos hermosos destinos de la costa granadina, en los que disfrutar de unos días de sol y playa, pero también de historia, patrimonio y cultura.

Por CRISTINA FERNÁNDEZ

Que Granada es mucho más que Sierra Nevada y La Alhambra, que García Lorca y el flamenco del Sacromonte, no es algo que vayamos a descubrir nosotros. Pero, en muchas ocasiones, al fantasear con unas vacaciones en la costa de Andalucía, la imaginación vuela rápido hacia las playas de Cádiz y de Huelva, las de Málaga o Almería, olvidándonos del paraíso que ofrece la Costa Tropical. ¿Qué tal si en esta ocasión miramos hacia el litoral granadino para conocer sus encantos? Allí, a dos pasos de los espectaculares acantilados de Maro, y con vistas al eterno Mediterráneo, se hallan Almuñécar y La Herradura.

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UN VIAJE AL PASADO

Aunque las playas de Puerta del Mar y de Velilla nos tientan con fuerza –esas, y las otras 16 que conforman el litoral de Almuñécar–, antes de darnos el primer chapuzón no será mala idea pasear por el casco histórico de la localidad. Para hablar de sus orígenes tenemos que viajar en el tiempo nada menos que hasta el siglo IX a. C., cuando los fenicios arribaron a estas tierras. Seiscientos años después llegó el turno de los romanos, que la bautizaron como Firmum Iulium Sexi. Gracias a ellos el gentilicio de los vecinos de Almuñécar es uno de los más singulares de España: sexitanos.

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Habrá que poner a prueba nuestro estado físico para subir, entre retorcidas callejuelas y fachadas pintadas de blanco impoluto, hasta lo más alto del cerro de San Miguel. Allí se encuentra su castillo, el de San Miguel, levantado por los árabes y utilizado para múltiples funciones a lo largo de su historia, desde residencia de la dinastía nazarí a cementerio, hoy día ha sido en gran parte recuperado y se puede visitar. ¿Lo mejor de todo? Las vistas que se disfrutan desde sus miradores y regalan una estampa maravillosa.

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Algo más abajo se halla otro tesoro patrimonial que no puede faltar en nuestra ruta: el Museo Arqueológico Cueva de los Siete Palacios, que ocupa el sótano de lo que, según los historiadores, fue un día un templo dedicado a la diosa Minerva. En su interior se custodian grandes tesoros de la arqueología, entre ellos, el sorprendente vaso canopo del faraón Apofis I de Egipto, que debido a sus jeroglíficos es, sorprendentemente, el documento escrito más antiguo hallado en la península ibérica, datado en el siglo XVII a. C. Cómo llegó hasta este rincón granaíno es todo un misterio.

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Nuestra particular clase de historia finaliza en el Parque Botánico y Arqueológico El Majuelo, donde además de dar un apacible paseo, contemplamos los sorprendentes restos que se conservan de la enorme factoría de salazón de pescado de época romana. Que Almuñécar esté ubicada junto a la costa siempre hizo que en esta tierra se viviera de cara al mar. Tanto, que su puerto llegó a ser un lugar estratégico para el desarrollo de esta industria, convirtiéndose en la principal fuente económica de aquellos tiempos.

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PARADA Y FONDA

Quizás a estas alturas, tras recorrer gran parte de Almuñécar, el cuerpo nos vaya diciendo que es hora de recargar energías. No hay problema: al fin y al cabo estamos en Granada, y en esta tierra ya se sabe que el comer es todo un arte. Para tapear e ir calentando motores lo mejor es poner rumbo al centro de la localidad, donde en torno a la calle Real se despliegan un sinfín de tabernas y bares en las que catar los sabores más tradicionales.

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Nos quedamos con la Bodega Francisco I para entonar con un vermú y una tapita de buen jamón antes de poner rumbo a FIRMVM (restaurantefirmvm.com), donde la alta cocina es la protagonista. En un ambiente relajado, tocará disfrutar de un espectaular despliegue gastronómico de la mano del chef Sergio González, que experimenta tras los fogones con propuestas tan apetecibles como su Cantábrico Tropical, basado en frutas como el aguacate y el mango, tan típicas de la costa de Granada, o su arroz meloso con rabo de toro. Eso sí, para alcanzar el summum del placer, nada como animarnos con su menú degustación, un éxito asegurado.

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BAJO EL SOL DE LA COSTA TROPICAL

Si de algo puede presumir Almuñécar es de playas. Empezando por la que se contempla desde lo alto del Peñón de San Cristóbal, posiblemente el mirador más hermoso de la localidad. La playa del mismo nombre, la de San Cristóbal, cuenta con todo tipo de servicios y prestaciones a lo largo de su kilómetro de extensión.

Sin embargo, hay quienes se decantan más –y se entiende– por las cristalinas aguas de dos de sus calas más amadas, Cabria y Calaiza, en las que olvidarse del mundo durante unas horas y entregarse por entero al inmenso placer de ver la vida pasar. En la de El Muerto, sin embargo, se tiende más al naturismo, lo mismo que en la de Cantarriján, que se encuentra en el otro extremo de la costa sexitana. Escondida entre los acantilados de Maro-Cerro Gordo, es todo un oasis tropical.

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Pero si lo que queremos es disfrutar de las bondades del mar de una manera diferente y original, nuestro lugar es La Herradura, la coqueta localidad rebosante de encanto dependiente del municipio de Almuñécar. Para llegar hasta ella recorremos en coche los apenas 8 kilómetros de sinuosas carreteras que conducen hasta su playa principal, situada entre la Punta de la Mona y la Punta de Cerro Gordo, de donde parten, por cierto, numerosas rutas senderistas. Allí, frente a la orilla, se hallan multitud de empresas de deportes náuticos que nos descubrirán un mundo submarino absolutamente desconocido.

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Porque sí, ha llegado el momento de enfundarnos el traje de neopreno y colocarnos la botella de oxígeno para explorar las profundidades de este pedacito de Mediterráneo. No en vano, está considerado uno de los escenarios subacuáticos más deslumbrantes de todo el país. ¿La razón? Su paisaje marino forma parte del Paraje Natural Marino de los Acantilados Maro-Cerro Gordo, protegido por la Unesco.

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Así, con la ayuda de un monitor si se trata de un bautismo de buceo, o bajo su supervisión en caso de ser ya expertos en el tema, tocará recorrer el litoral granadino bajo el agua, con los ojos bien abiertos y la emoción contenida. Eso sí: al finalizar, nada como celebrar la experiencia vivida con una copa de vino blanco bien fresquito y unas almejas –y quien dice almejas, dice quisquillas de Motril– frente al mar en La Sardina (lasardina.es), uno de los chiringuitos más aclamados de La Herradura, con vistas privilegiadas de la costa. Un poco más allá, en el puerto deportivo, esperan los yates y lanchas que salen a la caza de la puesta de sol más hermosa.

Pero toca despedirse de este paraíso mediterráneo, y qué mejor manera que recorrer las callejuelas de La Herradura, que despliega sus encantos en bellos pasajes empedrados con macetas floridas y paredes encaladas. En ellas respiramos de nuevo esa esencia sureña que solo Andalucía es capaz de regalar.