La instagrameable playa de las palomitas de Fuerteventura

Algunas de las playas más salvajes y peculiares de Canarias se encuentran en esta isla. Entre ellas destaca la de Bajo de la Burra, que acumula gran cantidad de likes en las redes sociales porque parece formada por palomitas de maíz. Pero, ¿qué son exactamente estas curiosas formaciones arrojadas por el mar?

Por ELENA ORTEGA

Al norte de la isla, entre las poblaciones de Corralejo y El Cotillo, una pista de tierra recorre un paraje en el que el tiempo parece haberse detenido. Ajeno al bravío vaivén de las olas, el lugar despierta cuando turistas de todo el mundo lo transitan en busca de la popular playa de las palomitas. Su nombre real es Bajo de la Burra, aunque hace unos años esta playa de fuertes corrientes fue rebautizada como Popcorn Beach, debido a la similitud de su superficie con el aperitivo de maíz.

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Al llegar a la playa sorprenden sus cientos de pequeñas formaciones blancas, de entre uno y tres centímetros, combinadas con piedras volcánicas, que se asemejan a las palomitas. Una vez que se descarta la remota posibilidad de que se trate de algo comestible, es común pensar que son pequeños corales esculpidos por la erosión del mar, pero la realidad es otra. Se trata de pequeñas algas calcáreas conocidas técnicamente como rodolitos, que, como plantas acuáticas que son, realizan la fotosíntesis. En lugar de tener el característico color verde, son rojas y sus tonos varían entre la gama de los violetas y rosados. Tampoco están sujetas al fondo del mar, sino que se desplazan con las corrientes consiguiendo esa peculiar configuración redondeada. Su crecimiento es muy lento y cuando mueren el componente de carbonato cálcico es el que da a su esqueleto su característico aspecto coralino.

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A partir de 2015, la fama de la playa aumentó gracias a Instagram. Basta poner #PopCornBeach para hacerse una idea del ingenio que invade a los instagramers a la hora de conseguir impactar a sus seguidores. Muchas son fotos idénticas de manos sosteniendo las particulares algas o lanzándolas al aire, pero los hay que simulan comérselas o las utilizan de atrezzo para fotos de lo más elaboradas.

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Más allá del encanto de los rodolitos, conviene guardar el móvil para disfrutar del entorno de la playa. A un lado, un abrupto paisaje volcánico, y, al otro, vistas a Lanzarote. Tampoco hay que olvidarse de ahondar en las profundidades de sus aguas, que, además de arrojar palomitas de maíz, están sembradas de leyendas sobre piratas, tesoros y barcos hundidos.

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OTRAS PLAYAS DE PALOMITAS

Muy cerca de la playa del Bajo de Burra, el pueblecito pesquero de Majanicho termina de demostrar que en este punto de Fuerteventura el pasado sigue siendo presente. En su tranquila playa de aguas transparentes, también abundan los rodolitos. Ocurre lo mismo en la playa El Hierro, en las de Corralejo y en otras calitas el resto del litoral septentrional, donde las corrientes marinas depositan las mágicas algas rojas.

Pero los rodolitos no se hallan solo en Fuerteventura. Los fondos marinos de todo el mundo cuentan con grandes cantidades, lo que no resulta tan habitual es que se amontonen en las orillas. En Canarias, los llamados «confites» están presentes en varios puntos de la costa, incluso dan nombre a la playa de El Confital, en Las Palmas de Gran Canaria. El Paisaje Natural Protegido de esta maravillosa playa, situada en la península de La Isleta y continuación natural de la famosa de Las Canteras, es también único. Los confites que en ella se encuentran suelen ser de mayor tamaño que los de Fuerteventura. Como curiosidad, conviene saber que el término palomitas no está extendido en el archipiélago canario, donde se utiliza la palabra cotufas, en la provincia de Tenerife, o roscas, en la de Gran Canaria.

Son muchos los que no se conforman con una foto como recuerdo y se llevan puñados de rodolitos, atentando contra este maravilloso patrimonio natural. De hecho, durante la temporada alta se han llegado a extraer 10 kilos mensuales en Fuerteventura, la mayoría incautados en el aeropuerto. Cada rodolito tarda aproximadamente 50 años en formarse y es un deber de todos proteger este paisaje frágil, casi exclusivo y tan importante para los ecosistemas.