Dublín, la ciudad de la cerveza (y la literatura), en 10 imprescindibles

La capital de Irlanda es conocida por su cerveza (de aquí es la Guinness, la negra más deseada del mundo) y por su marcha: hay mil pubs, con una banda musical o algún espontáneo dándolo todo en cada uno. Pero existen otras excelentes razones para visitarla, empezando por su bagaje literario. En Dublín han nacido tres premios Nobel de Literatura: Yeats, Shaw y Beckett. Por esto, y por el gigantesco Joyce (que no ganó el Nobel), la Unesco la declaró Ciudad de la Literatura.

Por ANDRÉS CAMPOS

MoLI, NUEVO MUSEO DE LITERATURA DE IRLANDA

Inaugurado en septiembre de 2019, el museo de literatura de Irlanda MoLI (moli.ie) ocupa un soberbio edificio georgiano del University College Dublin donde estudió Joyce. El fresno bajo el que se fotografió el día de su graduación, en el jardín, no ha dejado de crecer, como la fama del escritor, y proyecta una sombra inmensa. Un ejemplar de la primera edición del Ulises relumbra dentro de una urna de cristal. También hay salas de espectacular montaje, mucha interacción, mucho taller para familias y un restaurante, The Commons Café, donde se come y se bebe lo mejor de lo local.

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LA TORRE Y EL SÁNDWICH DE JAMES JOYCE

Otro lugar literario que hay que visitar sí o sí es la Torre de James Joyce (joycetower.ie). En Sandycove, a 14 kilómetros de Dublín, se yergue esta atalaya costera del siglo XIX donde el escritor pasó una semana en 1904 y donde principia el Ulises. Los más valientes pueden aprovechar para darse, ahí mismo, un chapuzón en las gélidas aguas de la cala rocosa Forty Foot, como hacen todos los días del año muchos nadadores locales, algunos nonagenarios. Para entrar en calor como lo haría el propio Joyce, lo suyo es volver a Dublín y dirigirse al pub Davy Byrnes (davybyrnes.com), donde aún sirven el sándwich de gorgonzola que solía tomar él, con una copa de borgoña.

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APRENDER A TIRAR UN PINTA DE GUINNESS

Tomarse una cerveza Guinness es fácil. Cada irlandés se bebe 80 litros al año. Pero no es tan rápido ni sencillo tirar bien una pinta de esta negra cremosa. En el museo Guinness Storehouse (guinness-storehouse.com), en la histórica fábrica de St James’s Gate, de 1759, a uno lo adiestran y le entregan un diploma. Para celebrar la graduación por todo lo alto, arriba está el Gravity, un bar con aspecto de platillo volante, panorámico, desde el que se domina el complejo y buena parte de la ciudad con una pinta en la mano.

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NO IR DE COMPRAS A GRAFTON STREET

Grafton es la calle Preciados de Dublín, la vía peatonal y muy comercial donde nativos y forasteros se aglomeran para ver y comprar en tiendas idénticas a las que hay en Madrid, Nairobi o Pekín. Si se quiere comprar algo singular en un lugar singular, mejor ir a George’s Street Arcade (georgesstreetarcade.ie), que es el centro comercial más antiguo de la ciudad (1881), de estilo victoriano, y hoy un mercadillo popular con puestos de lo más variopinto: de ropa india, de bisutería, de vinilos, de numismática... Aunque, para singulares, los helados que hacen ahí al lado, en Three Twenty Ice Cream Lab (threetwenty.ie), en la misma calle (Drury St.). ¡Usan nitrógreno líquido!

EL LIBRO MÁS FAMOSO DE IRLANDA

Por mucho que se lea y se festeje el Ulises de Joyce, no hay libro más famoso en Irlanda que el de Kells, o Gran Evangeliario de San Columba, un manuscrito preciosamente iluminado por monjes celtas hacia el año 800. Se expone en la Vieja Biblioteca del Trinity College (tcd.ie), que a su vez es una de las mayores atracciones de Irlanda. En El ataque de los clones, de la saga Star Wars, los Archivos Jedi, del Templo Jedi, guardan un enorme parecido con la sala principal de la biblioteca. Son un clon, vaya. Muy cerca del Trinity College está la estatua de Molly Malone, la más icónica de la ciudad. Y la más sobada. Quien toca sus senos dorados, dicen, vuelve fijo a Dublín.

EPIC, EL MUSEO DE LA EMIGRACIÓN IRLANDESA

Si solo se tiene tiempo o ganas de ver un museo, lo mejor es visitar el Epic (epicchq.com), dedicado a la emigración irlandesa. No es un asunto baladí, porque repartidos por el mundo hay 70 millones de irlandeses, diez veces más que en la isla. Las tripas abovedadas de un antiguo almacén de los Docklands, la renovadísima zona portuaria de Dublín, albergan este museo lúdico e interactivo a más no poder, con máquinas provistas de sensores de movimiento que enseñan al visitante los pasos de la danza irlandesa y genealogistas que indagan en su pasado hasta hallar un tatarabuelo pelirrojo.

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THE TEMPLE BAR, SIEMPRE A TOPE

Ni los Sanfermines en Pamplona reúnen a más gente que la noche dentro y fuera de The Temple Bar (thetemplebarpub.com), pub de 1840 que ha dado nombre y animación inaudita a todo el barrio. Si la multitud que lo abarrota de continuo se comprime lo suficiente para que podamos entrar, respirar y echar un vistazo, descubriremos que hay una colección de 450 whiskies (incluido el rarísimo Knappogue Castle 1951, a 25 euros el centilitro), música tradicional desde mediodía hasta medianoche (20 conciertos a la semana) y la costumbre de tomar unas ostras frescas de la bahía de Galway con una pinta de Guinness o con champán, según el gusto y el presupuesto de cada uno.

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O´DONOGHUES NO ES UNA BARBERÍA

Menos turístico y agobiante que The Temple Bar, O’Donoghues (odonoghues.ie) es otra institución de la noche dublinesa. Sus paredes están forradas de fotos en blanco y negro de jóvenes barbudos. No es una barbería hipster. Es el más famoso singing pub de la ciudad y los chicos barbiespesos son la legendaria banda de folk The Dubliners, que empezó a tocar aquí en 1962.

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CENAR EN LA IGLESIA

Arthur Guinness, el creador de la famosa cerveza, se casó en 1761 en una iglesia de Dublín que, hoy, sin culto y sin cambiar apenas nada, se ha convertido en el restaurante The Church (thechurch.ie). Es verdad que el gran órgano del fondo, construido por Renatus Harris a principios del siglo XVIII, ya no funciona, pero el altar es ahora un escenario desde el que grupos locales alegran los oídos de los comensales.

ESCAPADA A POWERSCOURT

En Dublín hay preciosos parques (St. Stephen’s Green, Merrion Square Park, Phoenix Park…), pero vale la pena escaparse a Wicklow, a 24 kilómetros al sur de la ciudad, para ver los jardines señoriales de Powerscourt (powerscourt.com), sus secuoyas, acebos y tejos tres veces centenarios y, en lontananza, el monte Great Sugar Loaf (Gran Pan de Azúcar). Powerscourt es también un exclusivo hotel campestre (powerscourthotel.com) y una destilería (powerscourtdistillery.com). Últimamente ha habido una explosión de destilerías de whisky en Irlanda: en seis años, han pasado de 4 a 18.

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