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Imitando a Tarzán en Costa Rica, un paraíso para las aventuras

Volar en tirolina por las copas de los árboles, lanzarse en rafting a través de sus ríos, subir hasta el cráter de un volcán o admirar a las tortugas desovando sobre la playa. Son solo algunas de las aventuras que aguardan en este verdísimo país, uno de los más seguros del continente.

by ELENA DEL AMO

Presume de ser un paréntesis dentro de la convulsa cintura del continente. Sin ejército y tan neutral como Suiza, este país centroamericano que no ha perdido su cadencia tropical alberga un territorio amable, seguro y con todas las facilidades para viajar incluso por libre.

Cuarta parte del territorio tico –que es como los costarricenses le dicen a todo lo suyo amén de a sí mismos– cuenta con algún grado de protección con el que preservar sus selvas, bosques nubosos y manglares, el generoso reguero de volcanes que atraviesa sus geografías así como sus playas, vertidas al Pacífico de un lado y del otro al Caribe.

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A pesar de que no se trata de un país particularmente extenso, tocará elegir a conciencia qué visitar, ya que recalar por su treintena larga de parques y reservas es poco menos que misión imposible y además en muchos de ellos la naturaleza acaba resultando parecida. Para tener la certeza de visitar lo mejor de sus ecosistemas más diferenciados, los parques nacionales de Tortuguero y Manuel Antonio o Cahuita, así como la zona del volcán Arenal y la Reserva de Monteverde, no deberían faltar en ningún viaje.

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El inventario de biodiversidad de Costa Rica suma, arriba o abajo, 400 tipos de reptiles y anfibios, 200 especies de mamíferos y unas 850 de aves. De hecho el birdwatching, con posibilidad de admirar desde colibrís y yigüirros hasta guacamayas, tucanes o quetzales, es uno de los platos fuertes que atrae a sus incondicionales hasta los senderos de la Estación Biológica La Selva, el Refugio de Vida Silvestre Caño Negro, la Reserva de Monteverde o, entre tantos más, el Parque Nacional de Carara. Aunque los hay, no será fácil toparse con un jaguar o un puma por el del todo imprescindible parque de Tortuguero, pero sí navegar en barca o kayak entre los canales de este Amazonas tico en busca de caimanes y aves de colores o, de noche, sobre todo entre marzo y octubre, admirar cómo grandes tortugas marinas acuden a desovar sobre la arena de la playa.

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Desde la capital, San José, por la que siempre se pasará ya que es a ella donde llegan los vuelos internacionales, pueden emprenderse excursiones de primera. Como subir hasta el mismísimo cráter del volcán Irazú o el Poás y cabalgar entre los ranchos y haciendas cafetaleras de sus inmediaciones; escuchar las explicaciones de un naturalista mientras se avista el bosque lluvioso junto al parque Braulio Carrillo a bordo de los vagones aéreos de su Rain Forest Tram, o conducir unas horas hasta la costa del Pacífico para adentrarse por los senderos del muy visitado Parque Nacional Manuel Antonio. Seguro que acaba localizándose alguna iguana a sol por su hilván de calas en forma de media luna, o algún perezoso agazapado entre las ramas mientras por la espesura se pierden los ecos de los monos aulladores.

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Los apasionados del rafting podrán lanzarse por los rápidos de la dificultad que prefieran de ríos como el Pacuare, el Sarapiquí o el Reventazón; las instalaciones de canopy que abundan por decenas de lugares permitirán incluso a los pequeños volar entre las copas de los árboles sujetos por un arnés, y también podrán practicarse todo tipo de deportes náuticos en la más que recomendable estancia final en una playa como colofón del viaje. Las hay del regusto surfero de Tamarindo y Dominical; o tan alejadas del ajetreo turístico de las más famosas de Guanacaste, como las del bohemio Malpaís, o de puro ambiente caribeño en las de Puerto Viejo y el espectacular Parque Nacional Cahuita.

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Al final el tiempo acabó dándole la razón a Colón. Puede que no encontrara ni rastro de las fortunas y el oro –de ahí lo de Costa Rica– que soñó al toparse con estas tierras en su cuarto y último viaje. Sin embargo esta nación hoy es próspera en democracia, justicia social, civismo y, cómo no, en una naturaleza que el año pasado atrajo a dos millones y medio de viajeros.

NO DEJES DE… Aplaudir los fuegos artificiales del Arenal. Los hoteles de la zona orientan sus ventanales hacia el cono perfecto de este volcán tremendamente activo, e incluso en algunos es posible solicitar en recepción que lo despierten a uno si en mitad de la noche empieza a escupir fuego. Porque es de noche cuando se aprecian en todo su esplendor los ríos de lava incandescente que bajan por sus laderas y el espectáculo pirotécnico que en ocasiones brota de su cráter. Más increíble aún será admirarlos sumergido tras el atardecer en las cascadas y aguas termales al aire libre que a sus pies atesora el Tabacón Grand Spa [tabacon.com].

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GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR
Iberia
opera vuelos directos entre Madrid y San José a partir de unos 500 € ida y vuelta si se adquieren los billetes con la suficiente antelación. En cualquier agencia pueden contratarse distintas rutas por el país, como Evaneos [evaneos.es], Catai [catai.es], y también rutas a medida con la especialista A Costa Rica con Ángel [acostaricaconangel.com].

CÓMO MOVERSE
Si se prefiere viajar totalmente por libre, se puede alquilar un vehículo –un todoterreno, que siempre es más recomendable, a partir de unos 220 € la semana u optar por los vuelos domésticos de Sansa [flysansa.com] y Nature Air [natureair.co.cr], los autobuses convencionales o la red de furgonetas turísticas de Gray Line [graylinecostarica.com] o Interbus [interbusonline.com], que a horarios fijos prestan servicios de hotel a hotel entre las zonas más frecuentadas por los viajeros.

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CUÁNDO IR
La temporada seca, de diciembre a abril, es la mejor en cuanto al clima, aunque también hay mucho más turismo y los precios suben. Las lluvias el resto del tiempo suelen ceñirse a unas horas generalmente a la tarde incluso en los meses más húmedos de septiembre y octubre, por lo que no hay grandes impedimentos para viajar también en ella. Si se tienen objetivos muy claros –como admirar algún tipo concreto de ave, presenciar el desove de las tortugas en una u otra costa, etc.– habrá que consultar la época idónea para cada actividad.

DÓNDE DORMIR
Costa Rica es un destino muy familiar donde, salvo en algunos hoteles boutique como los recogidos en Distinctive [distinctivehotels.com], más adecuados quizá para parejas, alojarse con niños rara vez será un problema. Perfectos desde los chalets para familias de la Estación Biológica La Selva [ots.ac.cr], sin lujos pero totalmente equipados, hasta los grandes resorts en las playas de Papagayo de la cadena Occidental [occidentalhotels.com]. El sello Greentique [greentiquehotels.com] propone paquetes de seis u ocho noches repartidas por sus hoteles Sí cómo no, en Manuel Antonio; Villa Blanca, a caballo entre Monteverde y el volcán Arenal, y Santa Juana Lodge, en las montañas sobre Quepos, en los que los menores de 12 años que compartan habitación con sus padres se alojan y comen gratis.

DÓNDE COMER
En infinidad de parques y reservas las comidas se hacen en el hotel ya que, estando inmersos en la naturaleza, a menudo hay poco más donde elegir. De igual forma, en muchas de las excursiones de canopy, rafting y demás se incluye la comida en sus instalaciones por parecidas razones. Por pueblos y ciudades no faltan sin embargo populares soditas en las que probar platos tan típicos como el gallopinto –todo un clásico para desayunar, con arroz blanco y frijoles– o el casado, que es más de lo mismo pero acompañado con carne y huevo frito. Muy apropiado para familias, el restaurante Don Porfi [T. 506 2556 9797] de la carretera que sube al volcán Turrialba. También hay muy buen pescado y marisco en la costa, como en el desenfadado El Camarón Dorado [T. 506 2654 4028] de la playa de Playa Brasilito.

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