
Acantilados de vértigo en un paisaje infinito
Miradores, pueblos marineros, playas, islotes, el afilado cabo Ortegal, el venerado santuario de San Andrés de Teixido y hasta los acantilados más altos de Europa. Estos y otras muchas sorpresas en el recorrido por la carretera que lleva de la ría de Cedeira a la de Ortigueira.
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De la ría de Cedeira a la de Ortigueira, bordeando los acantilados más altos de Europa. El famoso santuario de Teixido y el cabo Ortegal, el segundo más norteño de España, jalonan una ruta cuyo punto culminante es la vixía o garita de Herbeira, a 620 metros sobre un mar que se ve, pero no se oye.
Con lo fácil que es extraviarse conduciendo por Galicia, sorprende gratamente lo bien señalizado que está el camino de Cedeira a San Andrés de Teixido, con cien letreros que indican, además de lo que indican, que éste es el santuario más venerado y concurrido de la región (después del de Santiago, claro). Todos los gallegos vienen, antes o después. Ya lo dice el refrán: “A Teixido va de muerto quien no fue de vivo”.
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Subiendo por bienolientes bosques de eucaliptos y luego de pinos marítimos que el viento hace retorcerse como almas en pena, la carretera arriba al Chan dos Carrís, crucero, merendero y mirador desde el que se ofrece la primera vista de San Andrés de Teixido. Los muros de piedras oscuras con juntas blancas, los acantilados y los verdores de helechos y palmeras le dan al santuario un exótico aire canario. Una vez en él, la tradición manda acercarse a los puestos de ‘productos típicos’ –exvotos, licores, herba de namorar, rosquillas, juncos del bien parir, percebes…– para comprar los sanandreses, amuletos hechos con masa de pan sin fermentar, endurecidos al horno y pintados de vivos colores con anilinas (es decir, no comestibles), que tienen diferentes formas, adecuadas al uso que se les va a dar: la flor, para conseguir el amor; la mano, para formular un deseo; la sardina que pescó san Andrés, para conjurar las envidias…
Lo segundo que hay que hacer en San Andrés es entrar en la iglesia, erigida sobre la roca viva, y pedir la bendición del titular, a cuyos pies suele haber gran variedad de ofrendas: fotos de carné, extremidades de cera, cigarrillos rotos, barquitos de madera…; por haber, ha habido hasta no hace mucho un ataúd, de alguien que, gracias al santo, no llegó a necesitarlo. Lo tercero, dirigirse a la fuente de los Tres Caños, de los cuales tres hay que beber para que se cumpla un deseo. Si se arroja una miga de pan y flota, también es buena señal. Y si se tiene una verruga y se lava con esta agua, puede que se caiga o puede que no. En el peor de los casos, se tendrá una verruga lustrosa, con la que a continuación se descenderá hasta la rompiente en busca de la hierba de enamorar y, haciendo un ramito con ella, se depositará luego en el santuario como ofrenda al apóstol. A la Armaria maritima o clavel marítimo se le atribuyen pro-piedades enamoradoras (una pizca en el bolsillo del otro obra el milagro), afrodisiacas y empreñadoras. Y no falla, según lo que dicen: “A San Andrés van dos y vuelven tres”.
La ruta continúa por la carretera de Cariño, bordeando los acantilados de Herbeira, que hay quienes dicen que son los más altos de Europa, aunque otros, más cautos, añaden que están a la par con los de Irlanda y Noruega. En el filo más elevado, a 620 metros, descuella la vixía de Herbeira, una garita del siglo XVIII desde la que los piratas debían de verse, si es que se veí-an, como bacterias. El mar sí se ve, pero tan lejos que no se oye. Aquí, aún en verano, sopla un viento recio, fresco, de jersey obligado.
De bajada ya hacia la ría de Ortigueira, se presenta una encrucijada. A la derecha, la carretera que sube al mirador de A Miranda, lugar recomendable por la vista casi cenital de la ría. De frente, la que desciende con prisa a Cariño. Y a la izquierda, la que lleva también a Cariño dando un rodeo por el cabo Ortegal. Es el segundo cabo más norteño de la Península y el más afilado, con el sitio justo para la carretera y un faro como de juguete. Le acompañan tres temibles islotes, Os Aguillóns, como si él solo no diera ya bastante miedo.
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Por San Xiao do Trevo –romántica ermita y antigua villa romana– se baja del cabo Ortegal a Cariño atraídos por los vivos colores de su flota y de su viejo caserío, por el olorcillo a cocedura de pescado que emanan sus conserveras y por la fama de sus percebes. Lo más llamativo del concejo, empero, son las playas salvajes que rodean la península de Figueiroa. A un lado está la de Fornos, de 400 metros de largo por 60 de anchura, cuyas aguas verdes nada tienen que envidiar a las del Caribe; salvo la temperatura, lógicamente. Al otro, la de Figueiras, más pequeña (260 x 15 metros) y recogida, frecuentada por las mariscadoras que siembran y luego recogen, rodilla en tierra, su cosecha berberechil. Y en medio, la playa de A Postiña o Area dos Cabalos, solo accesible a pie desde las otras dos cuando la marea baja. Las fuertes corrientes de la ría y las violentas mareas hacen casi imposible bañarse en ella. Para los que le gusta bajar a la playa cinco minutos, a deshora y sin gente, es ideal.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Cedeira, punto de partida de la ruta, está a 92 kilómetros al noreste de A Coruña. Se va por la autopista AP-9 hacia Ferrol, desviándose en la salida 31F (Neda) para seguir posteriormente las indicaciones viales hacia Ortigueira y Cedeira.
Cuándo ir
Si gusta la fiesta, hay romerías y celebraciones especiales en San Andrés de Teixido cada dos por tres (el viernes, el sábado y el domingo de Pentecostés; el 24 de junio; del 16 de agosto al 9 de septiembre; el tercer viernes, sábado y domingo del mismo mes, así como el 29; y del 27 al 30 de noviembre, que es san Andrés Apóstol). Si se prefiere la soledad, es mejor ir cualquier otro día de primavera, verano u otoño.
Dónde dormir
En Miño, en el Lugar de Fontao, en Casa Grande Fontao, una casona del siglo XVII con enormes vigas de castaño y amplio jardín cuya anfitriona, Mari Freire, se hace querer. También en el Parador de Ferrol, una céntrica mansión señorial de aire marinero, con restaurante de cocina gallega.
Dónde comer
En Muíño do Vento, en Magalofes (Fene), uno de los mejores restaurantes de las Rías Altas, donde hay que pedir almejas a la plancha. En Ferrol, en A Gabeira, para probar su cocina tradicional con toques creativos, y en el restaurante Planeta de Puerto de Espasante (Ortigueira), donde degustar los pescados y mariscos de su cetárea con vistas al mar.
Más información
Turismo de Cedeira y Turismo de Cariño
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