Un ejército de barro para la eternidad

La visita a los fabulosos y mágicos guerreros de Xian, que alimentan la leyenda del temible emperador Qin Shi Huang, te brinda una oportunidad única para viajar al corazón legendario de China y a la historia más profunda de este país.

by hola.com

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En el interior de China, a unos 30 kilómetros al este de Xian, la que fue capital de doce dinastías durante sus 3.000 años de Historia, descansa una extraña maravilla: los 8.000 soldados de terracota que Qin Shi Huang, el primer emperador del recién unificado país, mandó construir y disponer en formación de combate en las inmediaciones de su futura tumba.

La contemplación del conjunto, del siglo III a. C., sobrecoge no sólo por su belleza y por la calidad artística de las figuras, sino también por el fabuloso misterio de un emperador que quiso proteger su tránsito al otro mundo con un mágico ejército que hoy parece cargar sobre sus armaduras con todo el peso de la Historia y de los temores humanos.

Qin Shi Huang logró unificar todos los reinos de China, que aún no se llamaba así, en el 221 a.C. Plenamente consciente de la grandeza de su logro, creó un nuevo título para distinguirse de sus antecesores: huangdi, suma de huang y di, títulos de los gobernantes míticos del origen de la historia china, virtuosos y perfectos. A la vez, di era también un nombre de la divinidad.
Este extremado deseo de posteridad obsesionó al emperador, y le llevó a proyectar en el inicio de su reinado el mausoleo, que siguió en obras hasta después de su muerte y empleó de forma constante a 700.000 personas.

Los soldados, de tamaño real, están repartidos en tres fosas. La primera de ellas es la más impresionante: contiene 6.000 guerreros con sus caballos, dispuestos para el combate. Todos ellos están modelados con extremado detalle, y reflejan en sus facciones y uniformes las diferencias raciales y de rango. Originalmente portaban armas, pero parte de ellas fueron saqueadas por campesinos al caer la dinastía Qin. La segunda, con 1.300 soldados, está aún en proceso de excavación. La tercera, la más pequeña, se piensa que era la comandancia del ejército de terracota, por el alto número de oficiales de alto grado que hay en ella.

Al principio no se pensó que el ejército de terracota formase parte del enterramiento del emperador, debido a la gran distancia que lo separa de la tumba. Sólo conocemos su contenido por escritos de la época, que hablan de un deslumbrante tesoro, y del emperador que yace en un ataúd de oro flotando sobre un río de mercurio, bajo una bóveda estrellada con piedras preciosas. Una imagen a la altura de su ambición. Su reinado, férreo, le valió fama de déspota y cruel, pero no estuvo exento de grandeza: dio la unificación política, la de la escritura, abolió el feudalismo, construyó un amplio sistema de comunicaciones y, aunque su dinastía fue fugaz, sus dos grandes obras arquitectónicas cumplieron su sueño de perdurar: los soldados de su mausoleo y la Gran Muralla China.

La muerte sorprendió al emperador a los 49 años, irónicamente durante un viaje por el este de China en busca del jardín de los inmortales y del secreto de la vida eterna. Su primer ministro, temeroso de que la noticia provocase un golpe de estado o un levantamiento, ocultó la muerte del emperador a todo el mundo. El secretismo que siempre rodeó al emperador hizo posible que nadie sospechase, y dos carromatos con pescado estratégicamente situados al lado de su diligencia enmascararon su podredumbre. A la vuelta de la comitiva, su hijo menor conspiró contra el primogénito, el heredero, y le arrebató el derecho de sucesión y, de paso, la vida.

Quienes han escrito sobre este ejército de barro afirman que se modeló en la creencia de que el emperador continuaría así teniendo tropas bajo su mando. Pero a juzgar por su fama autoritaria y el sangriento panorama de traiciones que se desencadenó a su muerte, cuesta creer que nadie desease tal cosa. Y si los soldados estaban pensados para batallar en el más allá, fueron entonces una muestra casi ingenua del carácter pragmático y precavido del emperador. Tal vez se sentía temeroso de la ira de tantos a quienes había dado muerte, y necesitaba sentirse protegido por unos mágicos soldados de barro. O quizá simplemente esas figuras expresaran su deseo de entrar en el otro mundo como siempre había caminado por éste: secundado por el ruido de las armas.

GUÍA PRÁCTICA:

Cómo llegar:
British Airways (www.ba.com) y Virgin (www.virgin-atlantic.com) ofrecen vuelos directos hasta Pekín con escala en Londres. Air France (www.airfrance.com), desde París, también vuela a la capital china. Desde ahí, múltiples vuelos domésticos llegan al aeropuerto de Xi’an con Air China (www.airchina.com) en unas dos horas. A partir de unos 1.000 euros se pueden realizar cualquiera de las combinaciones. Casi todas las grandes agencias que realizan viajes a China incluyen en los paquetes la visita a los Guerreros de Terracota. Catai (www.catai.es) ofrece viajes de nueve días desde 1.800 euros.

La visita:
La entrada al Museo de los Guerreros y Caballos de Terracota (www.bmy.com.cn), que forma parte del Mausoleo de Qin Shi Huang, cuesta unos 10 euros. La tumba del emperador está a unos dos kilómetros al norte, y el precio de la entrada es de unos 4 euros.

Más información:
www.turismodechina.org

Dónde dormir:
En pleno centro de la ciudad el lujoso Xian Hyatt Regency (www.xian.regency.hyatt.com) dispone de habitaciones dobles desde 80 euros. El restaurante del hotel, The Pavillon, ofrece comida cantonesa. El Sofitel de Xian (www.sofitel.com), también de cinco estrellas, tiene habitaciones a partir de 70 euros la doble.

Dónde comer:
El restaurante La Dinastía Tang (75, ChangŽan Lu, tel. +86 (0) 29 8526 1633), decorado con instrumentos y vestimentas de la época de esa dinastía, ofrece cena y espectáculo por unos 50 euros. El Lao Sun Jia (78, Dong Guan Zhengjie, Xian, tel 86 (0)29 8248 2828), establecimiento centenario, es el más recomendado para degustar la cocina de Shaanxi.

Además, en Xian no te pierdas:
El Museo de Historia de Shaanxi, con más de 3.000 objetos funerarios y ornamentos de la China Antigua, y el distrito musulmán de la ciudad, con estrechas callejuelas y puestos ambulantes que muestran una cara diferente de la misma. Es necesario probar la especialidad de Shaanxi, el yangrou paomo, algo parecido una sopa con carne y verduras.

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