Sverre Magnus de Noruega cumplió 20 años a comienzos de diciembre y, tras un tiempo alejado de la agenda oficial, esta semana ha regresado para acompañar a su hermana, la princesa Ingrid, y a sus padres, los herederos Haakon y Mette-Marit, en los actos públicos previstos antes de las vacaciones de Navidad. Sus apariciones generan mucha expectación, sobre todo, porque su papel no acaba de definirse a nivel institucional y se enfrenta al eterno dilema de ser el segundo y hallar el equilibrio entre obligación y libertad. Todo esto sucede en el Palacio Real de Oslo en un momento de mínimos históricos, ya que aunque el rey Harald, que en dos meses cumple los 89 años, sigue manteniendo el timón de la jefatura del Estado, el núcleo familiar ha vivido un año marcado por las caídas en la popularidad.
En cuestión de 24 horas, los hermanos Ingrid y Sverre, afincados en Australia y en Italia respectivamente, han acudido juntos a tres actos oficiales: un parque de bomberos en Oslo, donde dejaron imágenes el todo inesperadas, y dos encuentros navideños, uno en el Palacio Real y, el de este miércoles, en una residencia de ancianos. El balance de este regreso es positivo, ya que durante estos días la realeza noruega ha proyectado una imagen de unidad, continuidad y estabilidad, algo que no ha sido fácil en los últimos tiempos debido al flujo de informaciones negativas constantes: la investigación de Marius Borg, el documental de la princesa Marta Luisa y la parcial retirada de Mette-Marit de la vida oficial por motivos de salud.
En medio de ese escenario, medios como Aftenposten publican columnas que advierten que la Casa Real de Noruega necesita al príncipe Sverre aunque no se hayan dado cuenta y el principal argumento son las encuestas. "No es sorprendente que a los noruegos más jóvenes no parezca importarles mucho la familia real, ya que los miembros de la realeza que suelen ver son personas de entre 50, 80 y 90 años con quien es difícil que los jóvenes se identifiquen", afirma el citado medio mostrando como la asistencia del joven príncipe a los partidos de la Selección de Noruega tuvo un impacto "positivo para la familia real, que necesita una cara joven en el exterior".
En comparación con lo que sucede en otras monarquías, el caso de Noruega es del todo peculiar, incluso lo es dentro de su propia casa, ya que la princesa Marta Luisa fue un miembro activo de la institución igual que lo fueron en su día las hermanas del rey Harald, sobre todo la princesa Astrid que sigue formando parte de la agenda oficial. En otras familias reales, la generación más joven forma parte activa, lo hace la infanta Sofía, aunque la princesa Leonor sea la heredera y lo hacen los hermanos de Christian de Dinamarca, Elisabeth de Bélgica y Amalia de Holanda.
Sin embargo, Haakon y Mette-Marit, que sí conceden entrevistas de forma habitual, han insistido siempre en que se aleje a Sverre Magnus de la institución tanto como sea posible para que pueda concentrarse en su educación y tener una vida anónima. Es más, durante un tiempo repitieron el discurso de que la única con obligaciones con el Estado era la princesa Ingrid como futura reina de Noruega por derecho propio, dejando al príncipe Sverre y Marius Borg al margen y al mismo nivel. Un discurso que les estalló en la cara en el mismo momento que comenzó el Caso Marius, ya que al margen de las consecuencias judiciales que pueda tener el proceso penal que comienza el próximo 3 de febrero, ha destapado que el hijo mayor de Mette-Marit no era un príncipe, pero sí había vivido como si lo fuera.
Mientras, el príncipe Sverre se instaló en Milán y montó una empresa relacionada con la fotografía y la producción audiovisual, algo sobre lo que se desconoce si ha recibido formación y que curiosamente también interesó en el pasado a su hermano Marius, que en el 2018 se fue a Londres para trabajar durante seis meses como fotógrafo y editor de la revista de lujo Tempus Magazine. Este traslado, de forma paralela e inevitable, abrió en Noruega el debate de si había entrado o no en las listas para cumplir con el servicio militar, bien sea para reforzar su compromiso como príncipe o para cumplir con las mismas obligaciones que el resto de noruegos de su edad. Un tema que explica muy bien el citado medio noruego, que asegura que el sistema solo funciona si los ciudadanos sienten un equilibrio entre privilegios y obligaciones.
Esta estrategia de alejar a Sverre de la institución, al mismo tiempo que la futura reina se instalaba en Sídney, igual no fue la mejor opción, teniendo en cuanta que incluso medios habitualmente críticos, como Se og Hor, describen como positivo y audaz el regreso de los dos hermanos al foco mediático, ya que durante unos días el peso no ha recaído en los reyes ni la atención la han copado las informaciones relacionadas con el caso Marius.
Sin olvidar que el impacto de esta reaparición ha sido del todo positivo, se analiza cómo la decisión de alejar a la generación más joven del día a día ha contribuido a que la familia real no tenga el número de actos ni la presencia que tenía antes, ya que la edad y las cuestiones de salud están marcando la agenda y dejando al príncipe Haakon en solitario. Con el comienzo del juicio contra Marius Borg a la vuelta de la esquina, es posible que la institución se vea obligada a rehacer los planes y hace que el príncipe Sverre decida si está dentro o está fuera, una decisión que su tía, la princesa Marta Luisa, le llevó dos décadas tomar.














