La princesa Mette-Marit, con los Emperadores de Japón en una 'aguada' recepción

Por hola.com

El hábito no hace al monje, pero, por lo que se ve, sí la corona a la Princesa. No en vano, Mette-Marit ha hecho pedazos antiguos prejuicios y se ha convertido en la principal abanderada de la nueva tendencia que recorre las Cortes de Europa: Princesa se nace y, cuando no, se hace. El último ejemplo de su brillante transformación de cisne en Alteza Real se produjo mismamente ayer. Lo habitual es que sean los reyes Harald y Sonia de Noruega, su hijo, el [príncipe Haakon], o la princesa Marta Luisa quienes asistan a la recepción de las visitas de Estado en el aeropuerto de Oslo. Sin embargo, ayer, cuando el avión de los Emperadores de Japón, procedente desde Irlanda, donde han pasado los últimos días -también de viaje oficial-, tomó tierra a las 13:30 horas en el país escandinavo, la que les esperaba no era otra que la [princesa Mette-Marit], extraordinariamente guapa, con un traje rosa, y extraordinariamente regia.

La convalecencia del soberano noruego, por sus dos operaciones de corazón, y la baja por maternidad de la princesa Marta Luisa han acumulado irremediablemente algunos compromisos oficiales de más en las, ya de por sí, apretadas agendas de la reina Sonia y los príncipes herederos Haakon y Mette-Marit. Correspondió, pues, a ésta última dar la bienvenida a los Emperadores en el aeropuerto, mientras el príncipe Haakon y la Reina ultimaban todos los detalles para la celebración, al final de la jornada, de una cena de gala en honor de sus invitados nipones en el Palacio Real. Fue el príncipe regente Haakon quien ejerció como anfitrión oficial de los emperadores Akihito y Michiko durante su estancia en Noruega, papel en el que debutó el año pasado, con motivo de la visita oficial del Presidente de Portugal, que coincidió con la operación de cáncer del rey Harald. Pasito a pasito, tanto uno, el príncipe Haakon, como otro, su esposa, la princesa Mette-Marit, avanzan imparables a su excepcional destino.

Recibimiento de hielo
La de los Emperadores del Japón fue una visita pasada por granizo. La emperatriz Michiko, la reina Sonia y la princesa Mette-Marit trataron de refugiarse, como pudieron, del monumental pedrisquero que cayó a su llegada al Palacio Real, mientras el príncipe Haakon y el emperador Akihito, fieles al protocolo, se saludaron, a la intemperie, en el patio de armas de la residencia. Pasaron revista, en medio del aguacero, a una compañía de la guardia real. El príncipe Haakon, con uniforme de gala, acabó calado hasta los huesos; el Emperador no, gracias a que pudo resguardarse bajo un paraguas. Gafados sus propósitos de guarecerse del temporal, las damas vieron cómo, a causa de las inclemencias, sus altos tacones se hundieron en una alfombra roja que, por una vez, se cubrió de blanco. El aguado recibimiento no les estropeó el día. Posteriormente los Emperadores dedicaron algún tiempo a charlar con la colonia japonesa en Noruega, que se había dado cita frente al patio del palacio, tuvieron ocasión de hacerle una visita privada al Rey. Como broche de oro a la primera jornada de los Emperadores japoneses en Noruega, la Familia Real agasajó a sus invitados con una cena de gala en Palacio. Una fiesta de largo y tiera a la que asistieron 225 personalidades de la sociedad noruega.