La nueva era del gran duque Guillermo lleva un mes y medio en marcha y el relevo generacional ya se deja ver en algunos aspectos. Mientras que la continuidad está garantizada en el plano institucional, en el comunicativo, la casa gran ducal arriesga y gana a la hora de poner en marcha iniciativas digitales a las que también se ha sumado el gran duque Enrique, que disfruta de su "jubilación" sin dejar de apoyar a su hijo. Mientras en las redes sociales muestra ese lado más cercano y desenfadado, la oficialidad se impone en su visita a Países Bajos, donde Guillermo y Stéphanie de Luxemburgo han sido recibidos por los reyes Guillermo y Máxima.
Ambas parejas han posado en el palacio de Huis ten Bosch demostrando su buena sintonía. Ha sido un día lluvioso en La Haya que ha hecho que la Reina y la Gran Duquesa, de burdeos y rosa respectivamente, se guarezcan bajo sendos paraguas. Los reyes de Holanda y la princesa Amalia fueron testigos de la ceremonia de entronización de los nuevos grandes duques de Luxemburgo, que tuvo lugar el pasado 3 de octubre.
Esta visita se enmarca dentro de los viajes a los países vecinos con los que Guillermo y Stéphanie han inaugurado su llegada al trono. Es costumbre en las monarquías europeas que cuando hay nuevo soberano, este haga una serie de visitas de cortesía a los países vecinos, como deferencia y para poner énfasis en la buena marcha de las relaciones diplomáticas. El primer destino de los nuevos grandes duques fue Bélgica, seguido de Alemania y ahora Países Bajos. Según la corte gran ducal, el objetivo de estos encuentros es consolidar los lazos históricos, políticos y culturales que unen a Luxemburgo con sus fronteras "en un espíritu de respeto mutuo y cooperación fortalecida".
Antes de emprender la tercera visita desde que llegó al trono, el gran duque Guillermo cambió el traje por unos pantalones cómodos, botas altas para trabajar la tierra y una trenca para las bajas temperaturas de los bosques luxemburgueses. Se había sumado a un reto viral en clave ecológica. El formato es el mismo que en tantos otros: un vídeo cumpliendo la misión y la posterior nominación a otras personas para que acepten el reto. En este caso el desafío era plantar un roble y para ello se trasladó al bosque de Fischbach, donde se encuentra una de las residencias privadas de la familia gran ducal.
Ha respondido así a la nominación de dos federaciones de Scouts y de la comuna de Colmar-Berg, donde está el castillo de los grandes duques. Hay que recordar que además de haber sido miembro desde niño, forma parte de la junta directiva de la Federación Mundial de Scouts. No podía fallarles y menos con una causa en la que está especialmente comprometido. "Más allá del gesto simbólico, esta iniciativa genera un verdadero impulso colectivo y nos recuerda que juntos podemos construir un mundo más verde, sostenible y unido", ha recordado en la cuenta oficial de Instagram el soberano, antes de nominar a su padre para continuar con el reto. Como no podía ser de otra manera, el gran duque Enrique no ha dudado en participar en la iniciativa de su hijo y, pala en mano, plantar otro roble junto a él.
El retiro dorado de Enrique de Luxemburgo
Enrique de Luxemburgo ya avanzó antes de ceder el trono que estaría siempre disponible para apoyar a su sucesor y que continuaría implicado en aquellas cuestiones que más le preocupan como son las medioambientales. Eso sí, también dijo estar deseando cambiar de vida y disfrutar de un retiro dorado después de 25 años al frente de la jefatura de Estado. "No puede haber dos grandes duques", dijo hace meses al medio francés Paris Match. Con estas palabras anunciaba que pensaba dar todo el espacio a su hijo Guillermo y dar un paso atrás en la vida institucional. "Tengo un sueño. Tener un poco más de paz y tranquilidad", aseguró entonces.
Esa paz y tranquilidad la ha encontrado en Biarritz, la ciudad balneario del País Vasco Francés donde los grandes duques Enrique y María Teresa tienen un apartamento. Allí esperaba disfrutar con su mujer y sus nueve nietos, y también recuperar el contacto diario con la gente, sobre todo una vez despojado de la distancia que da el estatus. "Aunque sea una vida muy privilegiada, también es una especie de jaula de oro en la que a veces se sufre de falta de libertad", decía en Paris Match.
Mientras, Enrique de Luxemburgo da forma a su nueva vida, su hijo hace lo propio con su reinado. Aún no han pasado ni los 100 días de rigor que se suele dar de margen antes de analizar los primeros compases. Como herederos, Guillermo y Stéphanie tenían un estilo familiar y cercano e incluso solían incluir a sus hijos, los príncipes Charles y François en algunos de sus actos oficiales. Aunque ahora son ellos los que probablemente experimenten esa inevitable distancia de la que hablaba Enrique, parecen dispuestos a equilibrar la institucionalidad que les exigen su cargo con una buena dosis de cercanía, ya sea a través de actos como el que protagonizaron en una cocina benéfica, con delantal y ante los fogones, o con el uso de las redes sociales como ha hecho el Gran Duque con este reto viral.









