Mientras el nuevo gran duque Guillermo tiene ante sí la responsabilidad de dar forma a la nueva jefatura de Estado que acaba de asumir, los grandes duques salientes miran con ilusión la nueva vida que les espera. Enrique de Luxemburgo, de 70 años, ya adelantó hace unos meses que estaba feliz de dejar el trono en manos de su hijo y que estaba deseando pasar más tiempo con su mujer y con sus nietos. En una palabra, no veía el momento de jubilarse. No es un término que se suela utilizar en realeza, pero los planes que tienen evocan y mucho un auténtico retiro dorado.
"No puede haber dos grandes duques", dijo el gran duque Enrique al medio francés Paris Match. Con estas palabras anunciaba que pensaba dar todo el espacio a su hijo Guillermo y dar un paso atrás en la vida institucional. "Tengo un sueño. Tener un poco más de paz y tranquilidad", aseguró entonces y donde mejor que hacer realidad su sueño que una ciudad balneario de la costa francesa, destino tradicional de royals y donde, además, tiene una residencia. Hablamos de Biarritz, la primera parada de la nueva vida de los grandes duques.
En su apartamento del País Vasco francés encontrarán esa tranquilidad que buscan tras casi 25 años al frente del Gran Ducado, pero no todo serán paseos a la orilla del cantábrico y recibir a sus ocho nietos. Enrique y María Teresa de Luxemburgo fantasean con viajar por Europa en coche e incluso recorrer en moto el Himalaya. Pueden parecer ambiciones poco comunes para la realeza, pero tienen en el gran duque Juan a su mejor referente, ya que al día siguiente de su abdicación se fue de pueblo en pueblo con su coche, "con total discreción y simplemente para conocer gente", recordaba su hijo.
El que fuera Gran Duque hasta hace tan solo tres días también echa de menos ese contacto con la gente, sobre todo una vez despojado de la distancia que da el estatus. "Aunque sea una vida muy privilegiada, también es una especie de jaula de oro en la que a veces se sufre de falta de libertad", decía en Paris Match. "Por suerte, tengo una esposa maravillosa con quien puedo compartirlo todo. Y amigos de verdad, a quienes conocí en la universidad, con quienes formamos un grupo pequeño y muy unido. Quizás por fin tengamos la oportunidad de pasar más tiempo juntos".
Aunque deja atrás la vida institucional y sus objetivos se encuentran a menudo lejos de las fronteras del Gran Ducado, no pretende desvincularse de todo, sino que continuará apoyando las causas con las que está comprometido, como determinadas iniciativas medioambientales. También seguirá formando parte del Comité Olímpico Internacional hasta los 80 años (es la edad máxima permitida). Por su parte, la Gran Duquesa continuará impulsando sus fundaciones: una para la educación y la asistencia a personas vulnerables en Luxemburgo y otra para combatir la violencia sexual en zonas de conflicto.