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Un príncipe que escapa de su reino en una caja de fruta

El príncipe Felipe, duque de Edimburgo desde su boda con Isabel II, nació en la isla de Corfú el 10 de junio de 1921 y lo hizo como príncipe de Grecia y Dinamarca. Su padre era el príncipe Andrés de Grecia, séptimo hijo del rey Jorge I, mientras que su madre, la princesa Alice de Battenberg, era bisnieta de la reina Victoria. Felipe y sus cuatro hermanas mayores tuvieron una infancia marcada por los problemas económicos y los dramas derivados del exilio familiar. Por su seguridad tuvo que abandonar el país heleno en 1922 y lo hizo, tal y como cuenta su página oficial, escondido en una cuna hecha con una caja de fruta.

Cuando él tan solo tenía ocho años, su madre, que sufría problemas de salud mental, ingresó en una clínica psiquiátrica donde permaneció dos años. Esto, además de un padre que estaba mucho fuera de casa, a menudo en el sur de Francia, hizo que creciera prácticamente huérfano. 

Fue educado por su abuela, la marquesa Victoria de Milford Haven y por su tío, el marqués Jorge de Milford Haven. Tras la muerte de su tío Jorge, Louis Mountbatten se convirtió, más que en su tutor, en un segundo padre para él. Fue su tío él que le ayudó a entrar en la Royal Navy, y la persona que más tarde le presentaría a su mujer, la futura reina de Inglaterra. El propio príncipe Carlos se ha referido al "tío Mountbatten", protagonista de una vida épica que ha conocido cierta celebridad desde que se "descubriera" su figura en la serie The Crown, como el abuelo que nunca tuvo.

 

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'Un dios vikingo' a ojos de una princesa

La relación entre Isabel II y el duque de Edimburgo ha sido mil veces contada, sin embargo, en cada nueva biografía, serie o aniversario despierta el mismo entusiasmo y es la que suya es una de las grandes historias de amor de la realeza. 

Sus caminos se cruzaron brevemente siendo niños a principios de la década de 1930, pero no fue hasta julio de 1939 cuando tuvo lugar el inicio de un romance que ya se puede calificar de eterno. La princesa Isabel tenía 13 años cuando se fijó en el apuesto cadete de sangre real de la Royal Navy. El príncipe Felipe, rubio, de dos metros y con porte atlético, tenía entonces 18 años. Cuentan que en ese momento la Princesa se refirió a él "como un dios vikingo". El encuentro tuvo lugar cuando el rey Jorge y su familia visitaron la Escuela Naval Británica (Dartmouth). En esta imagen se puede ver a la Princesa en primera fila y a él, ligeramente borroso, inclinado y divertido, unos pasos por detrás.

La Princesa quedó prendada del atlético y apuesto militar de la marina y tras varios días sin tener noticias de él, Isabel decidió escribirle una carta y así dio comienzo una relación que durante meses se mantuvo gracias al correo postal.

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Al servicio del Reino Unido antes del 'sí, quiero'

Ya graduado en la Royal Navy, como el mejor de su promoción, el Príncipe griego comienza a servir al Reino Unido, una primera toma de contacto de lo que sería el resto de su vida.

El joven sirve durante la Segunda Guerra Mundial (tiempo en el que no deja de intercambiarse cartas con la princesa Isabel) y comienza una carrera naval en permanente ascenso.

En 1940 estuvo seis meses en el océano Índico como guardiamarina a bordo del acorazado HMS Ramillies y posteriormente, ya que como subteniente, sirvió en el HMS Wallace. En 1942 se convirtió en uno de los tenientes más jóvenes de la Marina Real británica y diez años después, ya es ascendido a comandante. Su carrera naval llega a su fin  cuando muere su suegro, el rey Jorge VI, y se ve obligado a apoyar por completo el trabajo de la Reina. 

 

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20 de noviembre de 1947

En 1946 la pareja se comprometió en secreto y fue una decisión que no agradó a la familia de la Heredera, ya que se oponían a que contrajera matrimonio con tan sólo 20 años de edad. Otras voces opinaron sobre la idoneidad del candidato recordando que no era de origen británico o que se trataba de un príncipe sin reino, incluso se señaló que sus hermanas estaban casadas con príncipes alemanes, algunos incluso habían combatido contra las fuerzas británicas durante la Segunda Guerra Mundial. El príncipe Felipe renunció entonces a todo lo que había sido hasta ese momento. Atrás quedaban sus apellidos, sus orígenes, sus títulos extranjeros, su religión y, más tarde, también dejaría a un lado su carrera militar. 

Isabel y Felipe se dieron el "sí, quiero" el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster ante más de 2.000 invitados. Esa ceremonia hizo historia al ser la primera retransmitida en directo al mundo, es decir, el germen de las grandes bodas reales que hemos visto desde entonces y un enlance que devolvió el brillo a una Europa que se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial. 

Con tan solo 26 años, Felipe se convirtió en consorte de la futura Reina de Inglaterra, recibió el tratamiento de Alteza Real y los títulos de Duque de Edimburgo, Conde de Merioneth y Barón de Greenwich.

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La pareja conquista al mundo

Antes del efecto Diana, del brillo de los duques de Cambridge o de que Harry y Meghan ocuparan titulares a ambos lados del Atlántico, la todavía princesa Isabel y su marido conquistaron al mundo. Ella llamada a ser Reina de Inglaterra, con el papel político que implica su figura, y el apuesto militar de éxito vivieron un luna de miel que dejó imágenes que ya forman parte de la historia. Como esta foto que fue la primera que se compartió de forma oficial de la pareja tras la boda y fue tomada durante la sesión fotográfica de su luna de miel en Broadlands, en Hampshire, en el hogar de Lord Mountbatten.

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'Yo, seré tu vasallo', se abre una nueva era

En 1952, la princesa Elizabeth Alexandra Mary de Windsor llegó al trono tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI, y fue coronada como reina Isabel II dieciséis meses después, el 2 de junio de 1953. Su marido fue el primero en jurarle lealtad. Tras besarla, pronunció las siguientes palabras: "Yo, Felipe, Duque de Edimburgo, seré tu vasallo". "Y la fe y la verdad me conducirán a ti, en la vida y en la muerte. Que Dios me ayude".

Entonces ya habían nacido sus dos hijos mayores el primogénito y heredero, el príncipe Carlos (14 de noviembre de 1948) y la princesa Ana (15 de agosto de 1950).

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El pilar que lo sostiene todo

Sus nietos se han referido a él en más de una ocasión como el pilar que sostiene a la familia y el propio Harry durante una entrevista añadió que sin el duque de Edimburgo el trabajo de la reina de Inglaterra no habría sido posible. Muchos retratos se han hecho a lo largo de los años del príncipe Felipe, no todos han señalado en la misma dirección pero sí coinciden invariablemente en dos aspectos: destacan su sentido del humor y no ponen en duda el apoyo que ha prestado a la Reina. El Príncipe ha estado a su lado en los peores momentos, cuando los matrimonios se rompían o los castillos se incendiaban, él era el sostén que le acompañaba para que nunca le faltaran las fuerzas. 

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Siempre dos pasos por detrás de la Reina

Fiel y leal a la reina de Inglaterra, el Duque de Edimburgo se ha mantenido en un segundo plano, siempre dos pasos por detrás de ella, aunque ha sabido encontrar su lugar dentro del Palacio de Bukingham y ganar sus propias batallas, como que sus descendientes lleven su apellido, Mountbatten - Windsor, algo a lo que se había opuesto el propio Winston Churchill. En ese sentido, varios biógrafos han coincidido en que la Reina ha sabido compensar dentro del hogar una vida pública en un segundo plano y transcendió esa frase de “ella lleva la corona y él los pantalones”.

 

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La eterna luna de miel

Para el aniversario de sus Bodas de Diamantes, en el año 2007, la reina Isabel y el Duque de Edimburgo regresaron a Broadlands y recrearon el retrato de su viaje de novios, vistiendo trajes similares a los de aquella ocasión sin olvidarse de detalles como el broche, la corbata y, por supuesto, la mirada.  

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El último acto

Después de 22.219 actos oficiales, el duque de Edimburgo se retiraba de la vida pública durante el verano de 2017. Para su adiós todo fue al más puro estilo británico, desde su look de gabardina y bombín hasta ese día de lluvia. Así se cerraba el capítulo más importante de su carrera profesional, tras sesenta y cinco años de servicio a la Corona británica. 

Al igual que la reina Isabell II, el duque de Edimburgo ha sido un hombre de ‘récords’, ya que ha sido el consorte en ejercicio más longevo de la historia y era el miembro de mayor edad de la Familia Real británica. Aunque no ha podido batir un último récord, ya que es la duquesa de Gloucester, que vivió hasta los 102 años, la más longeva de todos los miembros de la realeza británica. El pasado viernes, la vida de Felipe de Edimburgo se apagaba cuando tan solo quedaban dos meses para que cumpliese los 100 años

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