Aunque nunca se llegó a presentar ante la justicia, corren malos tiempos para Andrés Mountbatten-Windsor, que ha visto como las filtraciones de su intercambio de mensajes con Jeffrey Epstein salían a la luz contando una versión muy distinta a la suya y obligando a su hermano, Carlos III, a adoptar unas medidas de las que parecía haberse librado. Con el único, aunque importante privilegio de ser hijo de Isabel II, algo que no le pueden quitar, el antiguo duque de York vive ya sin títulos, sin funciones oficiales, sin honores y, al menos ayer, sin familia. Su plan mientras el resto de Windsor se reunían en el Palacio de Buckingham no ha tardado en salir a la luz.
Todo es atípico en esta Navidad de la realeza británica, por primera vez y de forma oficial, Carlos III "ha desinvitado" a su hermano de unas celebraciones que, contra todo pronóstico han comenzado en el Palacio de Buckingham, que si bien es lo que dicta la tradición de los Windsor resulta del todo sorprendente teniendo en cuenta que la residencia más emblemática de la monarquía británica está cerrada a cal y canto, al menos hasta el 2027, para ser sometida a unas obras y una remodelación sin precedentes.
Esta es una celebración familiar y privada, una invitación personal que el rey Carlos III brinda a su familia, del mismo modo que hacía su madre, Isabel II, pero también es un escaparate en la una vez más se deja constancia de quién está y, más importante, quién no está en la mesa del monarca. Las hermanas York, Eugenia y Beatriz, acompañadas por sus respectivas familias, llegaron felices y sonrientes al palacio londinense, reafirmando la idea de que ellas son las únicas supervivientes de la casa York que siguen siendo parte de la realeza británica y cuentan con el favor de su tío, Carlos III, y de su primo, el príncipe Guillermo, los que toman las decisiones en este momento.
El ex príncipe Andrés no estuvo y Sarah Ferguson tampoco, aunque ella dejó de estarlo en los noventa, cuando se separaron, pero la gran sorpresa no estaba en Londres. En ese mismo momento en el que la Familia Real británica celebraba el comienzo de la Navidad, Andrés reapareció en Windsor, cabalgando bajo la lluvia. Esta fue la otra imagen del día: completamente empapado, con la lluvia golpeándole el rostro y la única compañía de los mozos de las caballerizas, Andrés montaba a caballo en unos terrenos de los que pronto será desalojado. Una imagen que bien resume la figura desdibujada en lo que se ha convertido, el que fue el gran héroe de las Malvinas y el más carismático de los hijos de Isabel II y el duque de Edimburgo.
Esta misma semana, Andrés y Sarah, salían de su ostracismo para acudir como invitados al bautizo de su nieta, Sienna, en el que pudo ser el último acto para ellos relacionado con la Familia Real británica. Todavía está por ver qué ocurre en Sandringham cuando tenga lugar el tradicional servicio religioso, que es otro escaparate de los Windsor, aunque en realidad las que se enfrentan a un dilema son las princesas Eugenia y Beatriz, en la encrucijada de ocupar su lugar público como sobrinas del rey o pasar una Navidad a la sombra junto a sus padres,








