Ser un York en los últimos tiempos no está siendo fácil. Andrés Mountbatten-Windsor y Sarah Ferguson acaban de vivir su última caída debido a la revelación de correos que electrónicos que muestran que la relación con el magnate condenado por tráfico sexual de menores no era tal y como ellos la habían contado. Las más perjudicas, una vez más, son sus hijas, las princesas Eugenia y Beatriz, que a pesar de contar con el apoyo del rey Carlos III y el príncipe Guillermo, se enfrentan a un dilema familiar importante. Ahora, el bautizo de Athenea, que se celebrará el próximo viernes, reabre la herida.
La próxima cita familiar de los Windsor tendrá lugar en el Capilla Real del Palacio de St. James y será el bautizo real de la segunda hija de la princesa Beatriz y el promotor inmobiliario del sector de lujo, Edoardo Mapelli Mozzi. Un evento al que, según Daily Mail, asistirán sus abuelos, los antiguos duques de York, en el que será su primer evento familiar de carácter real -ya que Beatriz sigue siendo una princesa británica que bautizará a su hija como tal- desde su último gran exilio de la vida pública.
El hermano del rey Carlos III y su ex mujer entrarán en un palacio real por primera vez desde que fueron despojados de sus títulos y desterrados del Royal Lodge -algo que se ha anunciado, pero que todavía no se ha ejecutado- después de nuevas revelaciones sobre sus relaciones con estadounidense que se suicidó en prisión, Jeffrey Epstein.
"Será una ocasión real, pero todo el mundo teme la idea de ver a Andrés allí", asegura una fuente al citado medio, que añade que la relación de Beatriz con su madre no se ha resentido durante todo este proceso, pero que con su padre, en este momento, las relaciones son tensas. Hay que recordar que un primer momento, cuando todo comenzó, Beatriz de York apoyó a su padre hasta el punto de estar a su lado en los prolegómenos de la fatídica entrevista que concedió en el noviembre de 2019 al programa Newsweek de la BBC.
Una fuente cercana dijo: "Beatriz, por supuesto, invitó a su padre. Pero la relación entre ellos no es muy buena. Sin embargo, está preocupada por él. Está pasando por un mal momento mental y reconoce que adora a sus nietos y que sería cruel privarlo de la oportunidad de asistir al bautizo". La otra cara de la moneda de esta situación es que otros miembros de la Casa Windsor no se sienten cómodos con la presencia de la pareja, por lo que se entienden que se han llevado a cabo "conversaciones cuidadosas y diplomacia con el rey Carlos" para atravesar este momento.
La historia parece repetirse para Beatriz de York, cuya boda ya estuvo marcada por la sombra del caso Epstein que salpicaba a su padre. Mientras su hermana pequeña, Eugenia de York, disfrutó en 2018 de una gran ceremonia real retransmitida en directo, el enlace de Beatriz estaba rodeado de circunstancias delicadas que obligaron a ajustar cada detalle. Por un lado, la incómoda presencia del entonces duque de York, apartado de la vida institucional por su relación con el magnate estadounidense, en el papel de padrino. Por otro, la situación personal de su futuro marido, que ya era padre antes de casarse con la princesa, un aspecto poco habitual en las tradicionales bodas reales y que también requería encaje en el protocolo. Así que su boda se fue aplazando.
En contra de todo pronóstico, la pandemia se presentó como excusa para la gran solución: Beatriz de York tuvo su boda de princesa de cuna pero ajustada a sus circunstancias. Fue sorpresa, íntima y con el aval de Isabel II y el duque de Edimburgo, además de conseguir la jugada maestra de tener a Andrés Mountbatten-Windsor presente en la ceremonia, pero ausente a la vez, ya que solo se compartieron imágenes de la pareja, para comprobar la soberbia y majestuosa elección de la princesa Beatriz, que se casó con vestido y tiara de Isabel II, y de la pareja con Isabel II y el duque de Edimburgo.











