El reinado de Carlos III se presenta como un auténtico desafío. La reducción del número de miembros activos de la familia real permite concentrar la atención en los reyes y en los príncipes de Gales, pero limita la capacidad de abarcar todos los compromisos, especialmente en el plano internacional. Con el príncipe Guillermo y Kate Middleton volcados en su familia o en la preparación como futuros monarcas y con el príncipe Harry apartado de la vida institucional, la Corona británica ha recurrido a los hermanos del rey, la princesa Ana y el príncipe Eduardo, para cubrir actos tanto dentro como fuera del Reino Unido. Lo llamativo es que, en los últimos meses, entre los múltiples frentes que ocupa la agenda de la Casa Real británica, se ha dado prioridad a visitar precisamente aquellos destinos en los que Harry había tenido una presencia pública destacada.
Con la princesa Ana de regreso de Australia y la duquesa Sophie que acaba de estar de viaje oficial en Perú, el príncipe Eduardo aterrizó en Lagos para una visita de una semana. El duque de Edimburgo, de 61 años, es el elegido para reunirse con 200 jóvenes participantes de más de 50 naciones para el programa del Premio Internacional duque de Edimburgo que se extiende por 140 países y ha venido a recalar precisamente en Nigeria, el país que en mayo de 2024 recibió al príncipe Harry y a Meghan Markle con todos y cada uno de los ingredientes propios de una gira real, desde la ceremonia de bienvenida hasta el himno nacional, desde los discursos personales hasta las agendas por separado.
Hay que recordar que ese viaje, el de los duques de Sussex, fue muy polémico en el Reino Unido, ya que a pesar de tener como finalizada la promoción de los Juegos Invictus, tuvo mucho de barniz oficial, ya que al ser una competición para personal del Ejército, fueron recibidos por el jefe del Estado Mayor de Defensa de Nigeria y también visitaron la residencia del Gobernador de la Marina, tampoco faltó una recepción en la que sonó el God Save the King (el himno nacional británico que menciona al Rey) e incluso el príncipe Harry hizo algo parecido a pasar revista a las tropas. Ambos momentos fueron algo confusos, ya que si bien Harry y Meghan ya no representaban ni a la Corona ni al Estado británico, lo parecía.
El príncipe Eduardo repitió ese viaje, el 17 al 23 de noviembre, de Lagos a Abuja para reunirse con el presidente Bola Tinubu, así como con el Gobernador de Lagos y el Alto Comisionado Adjunto Británico. Una visita con un programa comparado con el itinerario que siguieron Harry y Meghan, ambas con la finalidad de promover de algún modo el desarrollo juvenil, y, sobre todo, porque es una viaje que también parece planeado para borrar el "efecto Harry", algo que ya ha sucedido antes.
Todo puede ser casualidad, pero dos semanas después del viaje de Harry a Ucrania, un viaje promovido por el gobierno ucraniano, que tuvo una muy buena acogida, repleto de contenido y al que le acompañó un equipo de prensa de uno de los medios de comunicación más potentes del Reino Unido, The Guardian, la princesa Ana viajó a Kiev en viaje oficial convirtiéndose en el miembro de mayor rango de la realeza británica en visitar el país que padece una ofensiva militar rusa a gran escala desde febrero de 2022 y reuniéndose en público con el presidente Volodymyr Zelensky.
Ya sea fruto de la casualidad o de una estrategia cuidadosamente diseñada, los movimientos de la princesa Ana y del príncipe Eduardo transmiten el mensaje de que la monarquía sigue siendo la voz oficial del Reino Unido en el exterior. El desafío para Carlos III será mantener ese equilibrio entre la necesidad de proyectar estabilidad institucional y la sombra mediática que todavía acompaña a su hijo menor.












