Si algo define a Sarah Ferguson es su capacidad de resistencia. Sin embargo, los últimos meses han marcado un descenso sin precedentes en su vida pública: la mujer que sorprendentemente esquivó los escándalos de pasado hoy se enfrenta a un panorama mucho más sombrío. A sus 66 años, según medios británicos, vive en un estado de "pánico" tras perderlo prácticamente todo: la mansión real que compartía con su exmarido, Andrés Mountbatten-Windsor, el trabajo como escritora infantil, el título de duquesa y, presumiblemente, los contactos y las invitaciones que la mantenían vinculada a la realeza y a la alta sociedad británica. Con este panorama, comienza a sonar con fuerza la idea de que podría estar negociando una entrevista bomba con Oprah Winfrey, algo que ya hizo en dos ocasiones y que la realeza británica teme.
"¿La realeza está preocupada por si Fergie lo cuenta todo en la televisión estadounidense? Seguro que sí", publica la columna del The Times, mientras que, al otro lado del espectro mediático del Reino Unido, The Sun asegura que Sarah Ferguson "tiene sobre la mesa una oferta televisiva de seis cifras", mientras el palacio teme que la ex duquesa pueda volverse "rebelde".
El citado tabloide asegura que su equipo ha recibido ofertas "importantes" de canales estadounidenses y que también hay conversaciones abiertas con medios británicos, tomando más peso la teoría de que podría optar con Oprah Winfrey, algo que resulta verosímil si tenemos en cuenta que para criticar al sistema sobre el que se asienta el Estado, siempre es mejor hacerlo desde fuera, igual que hicieron los duques de Sussex y algo que ella sabe bien, ya que le concedió dos sonadas entrevistas en el pasado.
Fue en 1996, poco después de su divorcio del príncipe Andrés, apareció en The Oprah Winfrey Show y habló de cómo la vida en la realeza "no era un cuento de hadas", algo que la propia Diana de Gales acababa de contar en la BBC, en su famosa entrevista del siglo, de la que se han cumplido ahora los treinta años. Después, en el año 2010, tras el escándalo en el que fue grabada aceptando dinero a cambio de acceso al entonces príncipe Andrés, -que entonces era representante especial del Reino Unido para el comercio y la inversión internacional, lo que le daba acceso a empresarios y gobiernos extranjeros- y volvió al programa de Oprah Winfrey para mostrarse arrepentida y reconocer problemas de dinero, pero, sobre todo, achacar su comportamiento a su falta de autoestima.
Según The Sun, los asesores del Palacio están inquietos por lo que Ferguson pueda revelar y temen que, ahora que está fuera de la familia real, se vuelva "deshonesta" o "rebelde", pero "no pueden hacer mucho para detenerla". Ese temor podría explicar por qué durante años se le permitió vivir como si todavía fuera una Windsor, pese a estar divorciada del príncipe Andrés desde hace casi dos décadas. O dicho de otro modo, si finalmente el rey Carlos III no le va a proporcionar una vivienda, tendrá que buscarla por sus propios medios. Hay que recodar que esta otra negociación no está cerrada del todo o se desconoce a dónde se mudará Sarah Ferguson después de que el 30 de octubre el Palacio de Buckingham anunciara que el Rey había iniciado el proceso para obligar a su hermano y a su ex cuñada a salir del Royal Lodge.
Independientemente de que esta sea una forma para presionar la realeza o una para obtener dinero, teniendo en cuenta de que la filtración de correos electrónicos en los que llama "amigo supremo" al delincuente sexual de menores, Jeffrey Epstein, le han dejado sin nada, lo cierto es que esa entrevista sería, como todas, un arma de doble filo. Aunque desde el citado tabloide recuerdan que ahora es su momento y que ella también tiene derecho a contar su versión. Hasta ahora ella ha estado parapetada en la teoría de que todo lo hizo por temor a él, incluso cuando aceptó su dinero sabiendo ya las investigaciones y condenas que comenzaban a rodearlo, pero una cosa es dar esta versión a través de un abogado y otra sentarse ante una cámara a sostenerlo.
En ese sentido, hay que tener en cuenta que Andrés Mountbatten-Windsor intentó frenar su caída dando explicaciones en una entrevista de televisión, la que concedió en noviembre de 2019 en el propio Palacio de Buckingham al programa Newsnight de la BBC, que se convirtió en un escándalo y en el inicio de su caída pública. La entrevista con Emily Maitlis, lejos de convencer, generó todo lo contrario: se convirtió en un desastre de comunicación que hundió aún más su reputación. Sus explicaciones como la famosa "coartada de Pizza Express", la afirmación de que no podía sudar o la falta total de empatía con las víctimas de Epstein fueron recibidas con incredulidad y sarcasmo, y terminaron por acelerar su retirada de la vida pública. Sin embargo, en ese momento, todavía estaba viva Isabel II para rescatar a su hijo favorito y permitirle conservar prácticamente todos los privilegios, mientras, en la esfera privada, Sarah Ferguson cerraba filas en torno a él y lo apoyaba sosteniendo que como hombre, marido y padre era maravilloso.
En definitiva, el futuro de Sarah Ferguson se juega en varios frentes: en lo personal, con la incertidumbre de dónde vivirá y cómo afectará su caída a sus hijas, Beatriz y Eugenia; en lo económico, con la necesidad de aceptar ofertas televisivas de seis cifras como vía de supervivencia; y en lo institucional, con el temor de que una entrevista bomba pueda tener repercusiones no solo en la Casa Real británica, sino también en la percepción de la monarquía en la Commonwealth. El contraste es evidente: mientras Isabel II protegió a Andrés y toleró la cercanía de Ferguson, Carlos III parece decidido a cortar de raíz cualquier vínculo incómodo y el príncipe Guillermo todavía más. Si finalmente se sienta ante las cámaras, su relato podría convertirse en el nuevo capítulo explosivo de la saga Windsor, un nuevo problema para la institución que durante décadas la mantuvo bajo su sombra.













