Ha sido el tema del fin de semana en el Reino Unido, por encima del histórico viaje de los Reyes al Vaticano. Todo apunta a que lo que no consiguió el rey Carlos III, lo han conseguido los correos de Jeffrey Epstein y las memorias póstumas de Virginia Giuffre: sacar al príncipe Andrés del Royal Lodge, que más que una mansión, es el último símbolo del estatus que un día tuvo. Mientras el Parlamento británico se plantea hacer un debate sobre su conducta, se escandalizan por las condiciones en las que lleva veinte años residiendo en una de las mansiones más grandes de Windsor y se disparan las dudas sobre el origen de su dinero, surgen varias opciones para que los viejos duques de York se muden y dejen despejados unos terrenos a los que precisamente se van a mudar de forma inminente los Príncipes de Gales y sus tres hijos. De Abu Dabi a Frogmore Cottage, ¿qué opciones tiene el príncipe Andrés y Sarah Ferguson?
En las últimas horas, la versión que se maneja es que el rey Carlos III ha puesto a disposición de su hermano otras dos casas que están en los terrenos de Windsor, lugar en el que ha vivido el príncipe Andrés durante veinte años y le gustaría permanecer, donde es visto habitualmente montando a caballo y en donde, en términos de seguridad, resulta más fácil tener a toda la realeza allí reunida. Según Daily Mail, el rey Carlos III le ha ofrecido las antiguas casas de los príncipes Guillermo y Harry a cambio de que abandone el Royal Lodge, después de la polémica que ha generado conocer los privilegios de su contrato de arrendamiento.
Tanto la casa del príncipe Guillermo como la del príncipe Harry están dentro del perímetro de seguridad del Castillo de Windsor
En ese escenario, bastante lógico, el príncipe Andrés podría optar entre varias residencias: Adelaide Cottage, que pronto quedará libre tras la mudanza de los príncipes de Gales a una casa más grande y lujosa; Forest Lodge; o Frogmore Cottage, la propiedad que la reina Isabel II regaló a Harry y Meghan como obsequio de bodas y que Andrés ya rechazó en negociaciones anteriores, mucho antes de que su figura y su influencia se vieran debilitadas por las últimas revelaciones.
Conviene recordar que, tras su salida del Reino Unido, Harry y Meghan tuvieron que reembolsar los 2,7 millones de euros invertidos en la reforma de Frogmore Cottage, ya que al dejar de ejercer funciones oficiales dentro de la familia real, se consideró que ese gasto debía correr por su cuenta. Durante un tiempo se les permitió conservar la residencia como base británica, pero a medida que las tensiones aumentaron —entre entrevistas, declaraciones y memorias— ese privilegio les fue retirado.
Ahora, la atención se centra en qué condiciones se le impondrán al príncipe Andrés para instalarse en una propiedad completamente renovada en 2020. Hasta el momento, la Casa Real británica ha sido más indulgente con él que con Harry, pese a que las circunstancias que los han convertido en figuras incómodas dentro de la institución no son comparables.
Aunque las opciones son infinitas, como lo es la cartera de propiedades, terrenos y residencias que suma la monarquía británica entre el Crown Estate y los fructíferos ducados de Lancaster y Cornualles, la opción más sólida es que el príncipe Andrés no se aleje de Windsor o como mucho de Londres, donde residen sus hijas. Hay que recordar que desde que dejó de ser miembro activo de la familia real, Andrés perdió el derecho automático a protección financiada por el Estado. Sin embargo, según medios británicos, aún se beneficia de ciertos servicios de seguridad, lo que ha generado controversia sobre quién los paga. Tanto Adelaide como Frogmore, las casas de Guillermo y Harry, se sitúan dentro del perímetro de seguridad del castillo de Windsor, lo que evitaría abrir el debate de la seguridad.
Dos casas a cambio de una
Por otro lado, el Daily Mail asegura que una de las condiciones que habría puesto el príncipe Andrés para abandonar el Royal Lodge es recibir dos residencias a cambio. En ese caso, es posible que estaría negociando una vivienda independiente para Sarah Ferguson, su exesposa desde 1996, pero con quien volvió a compartir hogar en 2008. De concretarse este acuerdo, el dúo de divorciados más cordial de la realeza británica volvería a separarse físicamente, aunque seguirían viviendo cerca si el rey Carlos III les concede Adelaide Cottage y Frogmore Cottage como parte del trato.
La arista más polémica del plan es evidente: ¿por qué otorgar una residencia oficial a una mujer que no desempeña funciones reales desde hace casi tres décadas? A esto se suma otro elemento delicado: los correos y la relación de Sarah Ferguson con Jeffrey Epstein también figuran en el trasfondo del escándalo que ha debilitado la posición de Andrés.
Todos los medios británicos coinciden en que las negociaciones para su salida del Royal Lodge están avanzando rápidamente, impulsadas por la certeza de que es mejor lavar los trapos dentro de la Casa Real a que los pormenores de su situación lleguen al Parlamento. En ese sentido, The Times asegura que el príncipe Andrés se expondría a una humillación en un debate histórico en la Cámara de los Comunes, ya que hay diputados buscando el modo de romper con la tradición y debatir la posibilidad de retirar definitivamente los títulos al príncipe Andrés, que de momento ha tomado la decisión personal de no usarlos, pero los conserva.
De 'Randy Andy' a 'Sandy Andy': el ofrecimiento desde Abu Dabi
En medio de esa expectación ha sido The Sun, el que asegura que el jeque Mohamed bin Zayed Al Nahyan, presidente de los Emiratos Árabes Unidos, emir de Abu Dabi y comandante supremo de las Fuerzas Armadas de los Emiratos Árabes Unidos, le ha ofrecido un palacio en sus lujosos dominios durante el tiempo que necesite reflexionar.
El tabloide británico, muy dado a hacer juegos de palabras, no se ha resistido a llamarlo "Sandy Andy", como referencia a la arena (sand) y como una versión actualizada de su apodo de juventud "Randy Andy", que fue una forma muy extendida de llamar al segundo hijo de Isabel II durante los años 80 y 90, debido a su estilo de vida fiestero y sus múltiples romances.















