La princesa real Ana, o Ana del Reino Unido, cumple 75 años, lo que equivale a tres cuartos de siglo de vida bajo la constante exposición mediática representando a la realeza británica. Nació en 1950, cuando aún reinaba su abuelo, Jorge VI, y su madre, Isabel II, ascendió al trono antes de que Ana cumpliera los 3 años. A lo largo de su vida, ha protagonizado momentos clave que han marcado su trayectoria: con 24 años sobrevivió a un intento de secuestro y con 37 años fue nombrada Princesa Real, título reservado a la hija mayor del monarca. Con 42 años se divorció y se volvió a casar, pero no fue hasta sus 65 años cuando Isabel II pudo acometer una reforma que a ella ya no le cambiaría la vida, pero sí a las princesas de cuna que vinieran después, particularmente a aquellas destinadas a, como en el caso de Ana, ser hermanas de un rey. En esta era, esa es la princesa Charlotte, la que sí ha podido heredar algo que su tía abuela nunca tuvo: una posición por nacimiento.
Fue en el año 2015 cuando Isabel II hizo una reforma para que la hija de Guillermo y Kate no se viera relegada por el nacimiento del príncipe Louis, como sí le ocurrió a Ana tras los nacimientos de Andrés y Eduardo, dos figuras que, por otro lado, nunca han tenido ni el volumen de trabajo ni el reconocimiento o la autoridad que sí ha tenido la princesa real Ana, y que le han ido desplazando también con su descendencia.
Con la ley actual, la princesa Charlotte, que a sus diez años ocupa un tercer lugar en la línea sucesoria, no se ha visto desplazada por su hermano, el príncipe Louis, ni se verá en el futuro por los hijos y nietos que él pueda tener.
De algún modo, dentro del esquema jerárquico, Ana y Charlotte comparten una posición común: ambas son las segundas de su casa y tienen en su destino ser nietas, hijas y hermanas de rey. Por eso desde hace tiempo se baraja la posibilidad de que la próxima "princesa real", que solo puede haber una en la casa y es un título vitalicio, sea precisamente la princesa Charlotte ya que, en un principio reúne todas las condiciones para ostentar uno de los títulos más peculiares y exclusivos de la monarquía británica, uno que se ha concedido solamente en siete ocasiones a lo largo de la Historia y que solo puede llevar la hija mayor de un rey.