“Decís que somos lejanos, y, quizá, tengáis razón”. Rara vez se pronuncia ante los medios. Su lugar siempre ha estado lejos de los focos, aunque su papel en la monarquía británica no es, ni mucho menos, secundario. Porque la princesa Ana de Inglaterra continúa siendo uno de sus pilares fundamentales: lo fue durante el reinado de su madre, Isabel II, y sigue demostrándolo durante el de su hermano, Carlos III.
Este viernes cumple 75 años, aunque no lo celebre -puesto que sólo le gusta conmemorar los que acaban “en cero”-; y, en ¡HOLA!, queremos recordar la entrevista que, hace más de tres décadas, dio la vuelta al mundo y fue portada de nuestra edición británica.
“No me preocupa especialmente”
Trabajadora incansable, siempre ha estado al servicio de la Corona. También, de aquellos que más lo necesitan, y es por este motivo, que decidió hacer una excepción a su propia norma de discreción.
Era el año 1988 y nos recibía en el palacio de Buckingham para hablar de uno de los trabajos que más le apasionaba, como presidenta de la organización Save The Children del Reino Unido. “La cobertura mediática del pasado ha sido, básicamente, puro cotilleo”, nos comentaba. “Sólo se han preocupado en cubrir eventos sociales. La prensa debe pensar que soy muy rara, pero no me preocupa especialmente, puedo entenderlo. De alguna manera, si puedo atraer la atención del público a la fundación en sí, el resto no tiene importancia”.
“Que vengas aquí a hablar conmigo, para mí, es un bonus. La fundación va a beneficiarse mucho de este tipo de publicidad alrededor del mundo”.
Ahora ya son más de cincuenta años -desde 1970- ayudando y protegiendo la infancia -una causa que le une a la princesa de Gales-.
“Me impresiona la gente que trabaja para Save The Children y su compromiso. Siempre ha sido un placer conocer personas que trabajan de forma desinteresada en lugares que, parece, no tienen futuro. Gracias a su esfuerzo y a su ejemplo, han mejorado la salud de muchas personas y su calidad de vida”.
“La vida moderna aísla a la gente”
“Constantemente conozco familias que viven verdaderos dramas en sus familias”. Preocupada por los niños que no tienen un hogar o que se encuentran en circunstancias adversas -no sólo en el Reino Unido, sino alrededor del mundo-, nos decía que, aunque se les ayudaba en muchos aspectos, todavía quedaba mucho por hacer. “Podemos decir que existe una falta de interés y entendimiento de los problemas que tiene la gente y, quizá, una falta de responsabilidad hacia el resto. En general, falta concienciar sobre la importancia de llevarse bien con los que te rodean”.
De hecho, afirmaba que, en su opinión, “la vida moderna aísla a la gente. No podemos sobrevivir sin confiar en los otros. No es imposible crear un ambiente acogedor, al igual que la democracia, es una buena idea, pero tienes que trabajar duro para conseguirlo”.
Su otro ‘mundo’
Más allá de su firme compromiso con la infancia, encontró otra causa que aunaba dos de sus grandes pasiones -la hípica y ayudar a los demás-: la asociación de Equitación para personas con discapacidad (Riding for the Disabled Association), de la que se convirtió en presidenta en 1986.
“Los médicos, al principio, no estaban muy entusiasmados, pensando que los riesgos sobrepasarían los beneficios”, nos comentaba. “Pero es muy positivo para la moral de las personas con discapacidad, sobre todo, para los que se encuentran en una silla de ruedas. Un poni puede darles un campo diferente de visión”.
Nadie lo sabía mejor que ella. Los caballos siempre formaron parte de su vida y sus recuerdos están ligados al mundo ecuestre. Como ella misma explicó en una entrevista con Vanity Fair con motivo de su 70 cumpleaños, se convirtieron, también en su carrera -“Pensé que, si iba a hacer algo fuera de la familia real, esa sería la mejor forma de hacerlo”- y fue la primera en participar en unos Juegos Olímpicos, en 1976, en Montreal, estela que después seguiría su hija Zara-.
Ya entonces, nos confesaba, no tenía tanto tiempo como el que le gustaría para montar, pero sigue siendo uno de sus hobbies favoritos, al que se entrega en su finca de Gatcombe Park -el año pasado, un caballo la derribó y, tras cinco noches hospitalizada, pronto regresó, de nuevo, a escena-.
“No soy optimista por naturaleza”
“Creo en la capacidad de la gente para mejorar sus vidas con su propio esfuerzo, a pesar de las dificultades”, aseveraba. “Soy optimista sobre ciertas cosas, aunque no lo soy por naturaleza. La raza humana se ha mostrado a sí misma que es capaz de desarrollarse en los sitios más sorprendentes”.
Y con esa firme creencia, esperaba poder mostrárselo, también, a las próximas generaciones, para que no repitan los mismos errores.
“Siempre hay alguna forma en que podemos ayudar al otro, incluso si sólo es la persona de al lado. Cada uno que haya tenido éxito en la vida debería recordarlo y ser generoso con aquellos que no han tenido tanta suerte”.