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Heredera del legado y el estilo de Isabel II

La princesa Ana cumple 75 años: la 'reina' sin corona que marcó su propio destino


Valiente, pragmática y leal, Carlos III ha encontrado en su hermana a una gran aliada, ya que los británicos la perciben como una garantía de continuidad, estabilidad y alaban su compromiso


Image© Getty Images
Sira AcostaRedactora senior de Realeza y Guionista
15 de agosto de 2025 - 6:00 CEST

Ana del Reino Unido cumple este 15 de agosto 75 años y los celebra igual que los ha vivido: sin dramas, sin gloria, sin descanso. No ha habido grandes fiestas en su honor, solo se han compartido unos retratos que reflejan la austeridad y el sentido práctico de una mujer que entendió que su papel era el de sostener la corona que llevaban otros. La Princesa Real -un título único y peculiar en la Historia- emerge como la verdadera heredera del legado y el estilo de Isabel II. Gracias a ella, Carlos III ha tenido el margen necesario para construir un estilo propio y consolidar un reinado que no sea una mera continuidad del anterior. La princesa Ana ha sido valiente, pionera, ha marcado sus límites, se ha abierto paso en una casa de hombres y ha desafiado las normasLa hermana del rey, lejos de ser una secundaria, ha sido la pieza más fiable de la realeza británica. Tanto es así que, con motivo de este cumpleaños, algunos medios británicos la describían como "la mejor reina que nunca tendrán". 

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El título de Princesa Real es un honor vitalicio que el monarca británico concede, a su discreción, a su hija mayor; la princesa Ana lo recibió en 1987, siendo la séptima mujer en ostentarlo

La princesa Ana tenía dos años y nueve meses en el momento en el que su madre, Isabel II, fue a coronada. Demasiado pequeña para entender lo que ocurría, pero, tal y como ha quedado fijado por historiadores y biógrafos, su infancia y la de su hermano, el entonces príncipe Carlos, quedó marcada por este hecho, ya que Isabel II se tuvo que volcar por completo en la jefatura del Estado en un tiempo en el que se cuestionaba, igual que luego ocurrió con Margarita de Dinamarca, si su papel de madre no le "robaba" demasiado tiempo a sus obligaciones como soberana. Así que mientras Isabel II tomó las riendas del país, el duque de Edimburgo se convirtió en el jefe de la familia y fue la Reina Madre la única que veló por la parte más afectiva de dos niños que tenían personalidades tan distintas como su futuro. Hay que recordar que durante casi diez años estuvieron solo ellos dos, ya que los príncipes Andrés y Eduardo nacieron cuando Isabel II ya había consolidado su reinado y pudo disfrutar de una maternidad distinta. 

Los príncipes Carlos y Ana salen a recibir a sus padres después de una larga gira por los territorios de la Commonwealth, la imagen fue tomada en Malta en 1954© Getty Images
Los príncipes Carlos y Ana salen a recibir a sus padres después de una larga gira por los territorios de la Commonwealth, la imagen fue tomada en Malta en 1954

Siguiendo las leyes sucesorias, el destino de la princesa Ana —como el de todos los Windsor— estaba escrito. Aunque durante un tiempo fue la segunda en la línea al trono, sabía que todos los hombres de la familia, hermanos, sobrinos y nietos, acabarían por pasarle por delante, y también las mujeres de estos. Fue por eso que Isabel II le otorgó una distinción que solo se ha concedido en siete ocasiones: la de "princesa real". Un recordatorio, también dentro de la institución, de que habría otras princesas de cuna, muchas consortes y alguna que llegaría a ser reina, pero solo había una mujer que era "real", la primera hija de la reina, un título que es para toda la vida.  

Ana siempre tuvo una vida propia llena de inquietudes, pero nunca olvidó que su papel como Windsor era respaldar con firmeza a aquellos que ocupan la máxima posición jerárquica

La princesa Ana acompaña a su hermano, el príncipe de Gales, a un viaje a Estados Unidos donde fueron recibidos en la Casa Blanca por el matrimonio Nixon© Getty Images
La princesa Ana acompaña a su hermano, el príncipe de Gales, a un viaje a Estados Unidos donde fueron recibidos en la Casa Blanca por el matrimonio Nixon
Junto a su tía, la princesa Margarita, y su abuela, la Reina Madre, la princesa Ana llega a Gales para asistir a la investidura de Carlos como Príncipe de Gales, una ceremonia que se celebró en 1969 y no se ha vuelto a repetir© Getty Images
Junto a su tía, la princesa Margarita, y su abuela, la Reina Madre, la princesa Ana llega a Gales para asistir a la investidura de Carlos como Príncipe de Gales, una ceremonia que se celebró en 1969 y no se ha vuelto a repetir
Cada verano, los Windsor se reunen en Balmoral, donde Isabel II pasó sus últimos días© Gtresonline
Retrato familiar de un verano en el Castillo de Balmoral

Desde que cumplió los 18 años, en 1969, asumió con naturalidad la labor de representar a su madre y también de acompañar a su hermano, entonces príncipe de Gales, en citas internacionales. Entonces Ana era la gran estrella, la más moderna, la más deportista (incluso fue a los Juegos Olímpicos de Montreal), la mejor vestida, la primera en visitar oficialmente la Unión Soviética, la que se dejaba ver en el metro de Londres, la que mejor montaba a caballo y la que evitó su propio secuestro al plantarle cara a su secuestrador al grito de "not bloody likely", lo que vino a ser un "ni de coña" me voy contigo. Libre de la presión de corona y con una personalidad fuerte y pragmática —dicen que idéntica a la del duque de Edimburgo—, Ana se convirtió en la princesa del momento y en la cara más joven de una monarquía que se transformaba.

Viaje oficial a Berlin en 1973© Getty Images
Viaje oficial a Berlín en 1973: esta imagen y este look ha sido recreado en varias ficciones
La princesa Ana acompaña a su madre, Isabel II, a un viaje de Estado a Austria, en 1969© Getty Images
La princesa Ana acompaña a su madre, Isabel II, a un viaje de Estado a Austria, en 1969

Su boda en la Abadía de Westminster con el capitán Mark Phillips —un plebeyo— fue todo un acontecimiento retransmitido en directo y seguido por más de 500 millones de personas. El nacimiento de sus hijos, Peter en 1977 y Zara en 1981, también despertó gran expectación. Ana convirtió a Isabel II en abuela por primera vez y, con una visión clara del papel que sus hijos tendrían en la monarquía, decidió renunciar a otorgarles títulos. Sabía que el futuro de la Casa Real no estaría en sus manos, y quiso liberarles del peso que eso implicaba. Una libertad de la que ahora gozan también sus cinco nietos: Savannah e Isla, hijas de Peter Phillips; y Mia, Lena y Lucas, hijos de Zara Tindall. 

Plano medio de la princesa Ana el día de su boda con Mark Phillips desde el carruaje© Getty Images
La princesa Ana se casó con el capitán Mark Phillips el 14 de noviembre de 1973 en la Abadía de Westminster, en una ceremonia televisada que fue vista por más de 500 millones de personas. El matrimonio duró hasta 1992, cuando se divorciaron tras años de distanciamiento y rumores de infidelidades por parte de ambos.
Dos imágenes de la discreta boda que celebró en Escocia la princesa Ana con su segundo y actual marido, Timothy Lawrence, en Escocia y meses después de haber firmado el divorcio con Mark Phillips© GTRES
La princesa Ana se casó con Timothy Laurence, oficial de la Marina Real británica, el 12 de diciembre de 1992 en una ceremonia privada en Escocia, poco después de divorciarse de Mark Phillips ese mismo año. A diferencia de su primer matrimonio, esta unión ha sido discreta y estable, marcada por la lealtad mutua y una vida alejada del foco mediático.

Aunque siempre fue leal a su madre y a la institución, la princesa Ana tomó una decisión poco común en la realeza británica de entonces —aunque pronto dos de sus tres hermanos seguirían sus pasos—: se divorció de su primer marido, como antes lo había hecho su tía Margarita. Pero Ana fue más allá. En cuestión de meses, volvió a casarse, una decisión que no fue del agrado de Isabel II.

Siete meses después de divorciarse, la princesa Ana volvió a pasar por el altar y lo hizo esquivando la norma establecida

La reina, como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, se enfrentaba a una doctrina que no contemplaba los segundos matrimonios para personas divorciadas. Así que Ana, fiel a su carácter práctico y directo, optó por el camino más corto: celebró su segundo matrimonio con Timothy Laurence por la Iglesia de Escocia, en una ceremonia íntima y familiar cerca del Castillo de Balmoral. Un gesto que fue todo un desafío.

Con Diana de Gales en el derby de Epsom© Getty Images
Con Diana de Gales en el derby de Epsom
Con Meghan Markle en la boda de Eugenia de York© Getty Images
Con Meghan Markle en la boda de Eugenia de York

Directa, clara y eficaz, la princesa Ana fue un gran apoyo para su madre y lo siguió siendo hasta los últimos años de su reinado. Tanto es así que, cuando Isabel II cumplió 90 años y posó para Annie Leibovitz, tuvo claro que solo le acompañarían los niños, los perros… y su hija Ana. La reina, experta en colocar a cada uno en su sitio, supo preservar el espacio que su hija se había ganado por derecho propio, incluso cuando llegaron figuras que lo eclipsaban todo: Diana de Gales, Sarah Ferguson, Kate Middleton o Meghan Markle. Pero la princesa Ana jugaba en otra liga. Por el volumen de trabajo que asumía y su inquebrantable sentido del deber, era —y sigue siendo— una autoridad dentro y fuera de la Casa Real. Basta con observar las recientes informaciones que han trascendido, en las que cuestiona el escaso tiempo que su sobrino, el príncipe Guillermo, dedica a las labores más tradicionales. Una muestra de que, dentro de la monarquía británica, hay distintas posturas y que solo una mujer con el peso de la princesa real puede ocupar el puesto 18 en la línea sucesoria y atreverse a señalar al primero.

Ana siempre ha estado 'al servicio de Su Majestad', pero para sus hijos ideó un futuro distinto: sin títulos y sin obligaciones reales

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La princesa Ana con su hijo Peter Phillips en una competición de hípica© Getty Images
La princesa Ana con su hijo Peter Phillips en una de las competiciones que se organizan dentro de su finca

Cuando falleció Isabel II, la princesa Ana volvió a demostrar de qué pasta está hecha: acción sobre emoción. Ella estuvo al lado de su madre durante sus últimas horas y fue la única que acompañó su ataúd en todo momento, de Balmoral hasta Edimburgo, desde Londres hasta Windsor. Su presencia constante durante el duelo nacional fue descrita como una figura de poder femenino, siendo la única mujer de la casa que vistió uniforme militar y que participó en todas las tradiciones, también las reservadas para los hombres, como la "vigilia de la princesa" o el caminar a pie en el cortejo fúnebre. Su determinación, su resistencia ante la presión y su fidelidad a los códigos de conducta que su madre consideraba esenciales, la convirtieron en el rostro de la continuidad y su popularidad se disparó. 

Tras el fallecimiento de Isabel II, la popularidad de la princesa Ana se disparó: los británicos vieron en ella una garantía de continuidad y compromiso

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Aquellos que no conocían a la princesa Ana se preguntaban quién era la mujer que lideraba con firmeza el despliegue institucional y familiar más complejo en décadas, mientras los británicos reivindicaban con orgullo a su princesa más infalible. En esos días de transición, los gestos hablaron por sí solos: Carlos III, marcado por el dolor y el peso de la Corona, miraba por encima del hombro y era evidente que le confortaba encontrarse con Ana cubriéndole las espaldas, como cuando eran niños, sosteniendo la tradición para que él pudiera mirar hacia adelante. Es posible que al comienzo del reinado de Carlos III surgieran dudas sobre el papel que ocuparía su hermana, especialmente después de que él mostrara su intención de encabezar una monarquía más reducida, pero esas dudas se disiparon con rapidez. 

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Su retrato de cumpleaños, como ella misma, es una declaración de principios: discreto, funcional y sin artificios

Cuando se celebra su 75 cumpleaños y se cumplen tres años del reinado de Carlos III, no cabe duda de que la princesa Ana se ha consolidado como uno de los grandes pilares del soberano. Su capacidad y compromiso, especialmente en aquellas labores tradicionales, ceremoniales o profundamente ligadas a la institución —como la imposición de honores o el trato con estamentos históricos— han permitido que el nuevo monarca pueda centrarse en las tareas de Estado y en la modernización de la Corona británica. 

La princesa Ana junto al Emir de Catar en el banquete ofrecido en Londres© Getty Images
La princesa Ana junto al Emir de Catar en un banquete ofrecido por Carlos III

La princesa Ana y su marido Sir Tim Laurence en los actos por el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial © Getty Images
La princesa Ana y su marido Sir Tim Laurence en los actos por el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial

A diferencia de sus hermanos, el príncipe Andrés —apartado de la vida institucional desde 2019— y el príncipe Eduardo —cuya presencia pública es más esporádica—, la princesa Ana se ha consolidado como el pilar constante en los actos de mayor relevancia institucional. Ya sea en recepciones a mandatarios extranjeros, en celebraciones nacionales o en cenas de Estado, su figura es una garantía de continuidad y compromiso. La última de estas citas, celebrada en el Castillo de Windsor en honor al presidente francés Emmanuel Macron, fue el marco elegido por Ana para tomarse el retrato que ha compartido con motivo de su 75 cumpleaños.

Ana de Inglaterra© Getty Images

Lejos de las producciones grandilocuentes que suelen acompañar estos aniversarios en la familia real, Ana optó por la sobriedad. No recurrió a un fotógrafo de renombre internacional, sino que confió en Chris Jackson, uno de los veteranos de Buckingham, convocado para cubrir el banquete. Tampoco eligió un escenario majestuoso ni lució joyas cargadas de simbolismo. Su retrato, como ella misma, es una declaración de principios: discreto, funcional, sin artificios. Ana sigue fiel a su estilo, ese que la convierte en un puente entre dos mundos y dos reinados. Su lealtad no busca titulares, pero construye legado. 

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