Ya sea porque el color mantequilla vuelve a estar de rabiosa actualidad cuando ella ya lo había descubierto como fondo ineludible de armario hará 30 años; o porque Kate Middleton, en la primera gala contra el cáncer tras sortear lo más cruel de esta cruel enfermedad, se pone la que fue su tiara favorita; o porque el coloso de Arteixo reinterpreta el verano en su clave más felina con un vestido muy parecido al que se puso en unas vacaciones en Antibes; o porque se vuelven a desvelar nuevos secretos sobre su vestido de novia considerado el vestido del siglo, Lady Di siempre, siempre, siempre es noticia. Cada hora, 17 o 23. Y si no, hagan la prueba. Y en ese constante revival, ahondamos más y más en esos tips que hicieron de la princesa de Gales —la mujer y madre del futuro rey de Gran Bretaña— una mujer llamada Diana Spencer —la sufrida esposa y la mamá abnegada—. Una leyenda y un mito. Y no sólo porque marcó una época, un estilo y una moda o porque cambió los mecanismos de la prensa y su separación y divorcio del príncipe Carlos —hoy rey— dieron al vuelta al mundo, sino también porque fue un ejemplo, un modelo y una avanzadilla de cambios sociales que, en cuestión de feminismo y maternidad, tenían lugar en la sociedad contemporánea de manera natural y sin embargo, aún eran un unicum en el seno de instituciones tan anquilosadas en el tiempo como la monarquía. Y la británica, la que más.
Porque Lady Di acariciaba a sus hijos, los llevaba a horcajadas sobre el pecho, jugaba con ellos a la pelota, les daba besos en público… Y, no, entonces, no era lo normal. Lady Di era una madre coraje o, al menos, una madre tierna, cálida, comprometida, cercana, entrañable con sus hijos… Eso lo recordamos grosso modo todo el rato. Recordamos también cómo en su funeral Guillermo y Henry caminaban absortos en la desolación tras su féretro. También sus primeros días de colegio sin que fuera ella quien, en su utilitario, los llevara hasta la puerta del centro… Y todas esas imágenes, si no las guardamos en la memoria, no hay que temer, que ya nos las vuelve a regalar una serie, una película o un reportaje sobre el aniversario del nacimiento, boda o muerte de la princesa…
Pero, al mismo tiempo, hubo otra historia paralela. Y hubo otros niños. Otros niños que hoy son hijos de una reina y de los que, sin embargo, no supimos nada o no reparamos o no nos interesó saber nada. No estamos haciendo comparaciones, ojo. Pero si que hemos sabido —y mucho— del padecimiento de Lady Di, primero, y de los pesares de sus hijos Guillermo y Harry, después, pero nada en absoluto de la otra parte. Quizás porque cuando todo aquello se produjo y nos referimos obviamente, a aquel reportaje de la BBC en el que Lady Di, a corazón abierto, confesaba que en su matrimonio convivían tres personas, y esa tercera persona era la mala. La tercera persona en discordia. Y la amante y la culpable… Esa parte era el mal y mejor no verla. Después, todo ha cambiado. Y de amante, se convirtió en amada y hoy en querida esposa. Del rey Carlos III. Y hoy es reina. Una mujer, Camilla, que también tenía hijos y que, entonces, como Lady Di, también se vio arrastrada por el huracán llevándose a sus hijos consigo.
Uno de ellos hoy es un crítico gastronómico muy reconocido en Inglaterra, Tom Parker Bowles, el mayor de los dos que Camilla tuvo con su exmarido Andrew Parker-Bowles, columnista en Tatler y siempre discreto con todo lo que hay a su alrededor, a pesar de que entre otras cosas, lo que hay ahí es una madre que es reina. Su mundo, muy por el contrario, se ha circunscrito a probar platos, enamorarse de la comida italiana y visitar templos gastronómicos mundiales como El Bulli… Hasta que, eso sí, el octubre pasado publicó un libro La cocina y la Corona, un ensayo en donde, entre recuerdos culinarios, vivencias e infortunios de la educación y la cocina británica, Tom obviamente habla de los fogones más importantes, o sea, los reales, con lo que, ahora, tiene una vinculación más que evidente. Y mano. Mucha mano. Sobre todo, para bucear entre libros, bibliotecas, apuntes y secretos gastronómicos de la familia real a lo largo de varias generaciones. El resultado es un texto en el que glosa más de un centenar de recetas con sus detalles —y explicación pormenorizada para poderlas reproducir en casa— y con anotaciones especiales sobre los gustos de algunas figuras destacadas de la familia, como la Reina Isabel II, la reina Victoria o el rey Carlos III. De ahí que, en la campaña promocional del libro, Tom no pudiera escaparse. O dicho de otra forma, que era ineludible preguntarle qué tal cocinera era su madre o qué platos le gustaba a ella cocinar. Porque si bien en cualquier entrevista, preguntar por la madre de uno tiene un valor, un interés humano, en su caso, todo adquiere otra connotación mucho más que noticiable: se trata de un retrato íntimo de una reina.
La última revelación la ha hecho en el podcast The Mid Point por Gabby Logan, ex gimnasta galesa reconvertida en presentadora, donde Tom Parker-Bowles empezó hablando de un tema tan privado como banal —o trascendente, como se quiera mirar— de la vejez de sus padres y terminó convirtiéndose en noticia: "Mis padres se hacen mayores. El nacimiento, la muerte y los impuestos son la verdad de la vida", dijo haciendo un razonamiento típico en un señor de mediana edad que con 51 años sabe que más pronto que tarde tendrá que enfrentarse a cuidados, convalecencia y tristezas de la senectud. "Nosotros también estamos ahí para ellos. Cuando se hacen mayores, aprecias lo que han hecho". Y es probable que se refiriera a su padre, que va camino de cumplir 87 años, pero tampoco sería extraño aventurarse a pensar que, entre líneas, hay una preocupación anticipada por su madre Camilla que, aunque fortalecida social y mediáticamente por dos décadas de matrimonio con el Rey Carlos III, se encuentra también frente a frente a la enfermedad.
“¿Qué clase de madre es la reina Camilla?” Fue la pregunta siguiente y Tom no rehuyó la cuestión: “fantástica”, dijo. Y, de ahí, su memoria le condujo a otros lugares, concretamente a principios de los 90 cuando, una vez superada adolescencia, él y su hermana Laura veían cómo el matrimonio de sus padres se desmoronaba como un castillo de arena golpeado por las olas. O, mejor dicho, por los envites de los titulares: "La agresividad de los paparazzi, los gritos, los aspavientos, y ella no tenía red de seguridad. Recuerdo persecuciones a gran velocidad por la M4 que eran increíblemente peligrosas".
Tan peligrosas de hecho crecer en ese turbulento scoop diario cuando, antes, sin embargo, todo era más fácil y sencillo. O eso recordó el gastrónomo como si el micro fuera la magdalena de Proust a Hello! hace unas semanas. “Provengo de una familia muy relajada. Todos nos juntamos alrededor de la mesa. A todos nos encanta la comida. A todos nos encanta la bebida”. Es más, contó cómo las comidas con su madre y con su padre, Andrew Parker Bowles, solían incluir productos cultivados en Bolehyde Manor, su propiedad campestre de más de 2000 hectáreas ubicada en Wiltshire, donde la familia residió entre 1973 y 1986. Aquello fue, en palabras del propio Tom, una perfecta y bucólica educación british style porque, además, lejos de los muffins del francés y El tiempo perdido, lo que le retrotrae a su infancia son los platos calóricos de la tradición. No en vano, su madre, contó, es una excelente cocinera, especialista en asados, a la que se le da de perlas dejar la piel crujiente del pollo asado y es especialista en un clásico plato de aprovechamiento, el shepherd’s pie, un pastel de carne, habitualmente cordero, con puré de patatas y una capa de queso.
Esa arcadia infantil se fue al traste cuando sus padres se separaron en 1995 y tuvo aún un twist más dramático cuando apareció en la prensa el nombre de su madre como la espita que dinamitó la relación del entonces príncipe de Gales con la princesa del pueblo. Un episodio muy largo del que la reina Camilla también se ha sincerado. “Me acecharon durante tanto tiempo que no me quedó más remedio que hallar la manera de convivir con ello. En fin, a nadie le gusta que le estén mirando y criticando todo el tiempo… pero creo que al final, de alguna manera conseguí sobreponerme y salir adelante”.
A pesar de los claroscuros de aquellos años, Tom ha declarado que jamás ha guardado rencor a su madre por sus decisiones y, menos aún, por su relación con el actual rey. De hecho, considera con cariño que ha sido una buena madre y de su padrastro ha dicho que es un “auténtico héroe gastronómico”. “No hay nada que no sepa sobre razas inusuales de ganado, variedades tradicionales de ciruelas o manzanas, las delicias con carne de cordero y setas silvestres y el encanto de un buen queso apestoso”. “Es alguien a quien puedes preguntarle sobre comida y es como hacerlo a un académico”, apostilla Tom quien, a pesar de que no suele hablar de la relación de su madre con el rey, esta vez sí que lo hizo, apuntando el match perfecto que hay entre los dos: “Se llevan de maravilla. Funcionan muy bien juntos y nos hace feliz que nuestra madre sea feliz”.