Carlos III ha hecho saltar las alarmas este martes durante la visita de Estado de tres días de Emmanuel y Brigitte Macron a Gran Bretaña, después de que el monarca apareciera con su ojo derecho inyectado en sangre durante el pomposo acto de bienvenida al mandatario galo y la esposa de este. No había que fijarse mucho para comprobar que el rey británico había sufrido algún tipo de percance, del que un principio no se tenían datos y ha generado cierta preocupación por su integridad física. Esto obligaba al Palacio de Buckingham ha pronunciarse, aclarando lo que le había ocurrido al soberano de 76 años.
Dicho enrojecimiento se debe a que, en la pasada noche, al máximo representante de la monarquía inglesa se le rompió un pequeño vaso sanguíneo, han explicado. De la misma manera, se asegura que este incidente no está relacionado con ningún otro problema de salud, ni tampoco con el tratamiento oncológico que está siguiendo desde que en febrero del 2024 se anunciara que le habían detectado un cáncer. En términos médicos, lo que ha sufrido el jefe del Estado se conoce como hemorragia subconjuntival, que a simple vista resulta aparatosa pero generalmente es inofensiva.
De hecho, este síntoma puede surgir sin haber sufrido antes lesión alguna o ser causado, incluso, por algo tan simple como un estornudo o una tos fuerte. Por lo general, no requiere de una cura específica y a menudo desaparece por sí solo en una o dos semanas. Eso sí, tal vez le pueda generar molestias leves en algún momento, provocando sensación de irritación -como si tuviera algo dentro del ojo-, picazón o sequedad. En cualquier caso, este derrame ocular no afecta a la visión, lo que ha quedado de manifiesto durante la recepción por todo lo alto que Carlos y Camilla de Inglaterra han dispensado al presidente francés y la primera dama.
El monarca ha querido estar al pie del cañón en un día tan importante como este y ejercer de perfecto anfitrión, situándose al frente del ceremonial celebrado en el Castillo de Windsor para agasajar a sus invitados. Los recibía primero en el estrado real, situado en Datchet Road, mientras se disparaban las salvas reales en el Home Park. A continuación, comenzaba una procesión en carruaje en la que también participaban el príncipe Guillermo y Kate Middleton, quienes antes habían dado la bienvenida a los Macron en la base aérea de Northolt, al oeste de Londres.
Aunque para Carlos III tener el ojo tan enrojecido haya resultado del todo inoportuno en esta fecha, lo fundamental es que no implica nada grave. Es decir, que no viene derivado del tumor del que sigue tratándose y que le diagnosticaron tras someterse a una intervención quirúrgica por su hipertrofia de próstata. "Lo que uno aprende sobre esta enfermedad es que simplemente la controla, y es lo que él hace", señaló un asistente real a la prensa inglesa el pasado mayo, cuando le preguntaban por cómo se encuentra el monarca de puertas para adentro.
"La ciencia ha logrado avances increíbles en los últimos tiempos, y sinceramente no veo ninguna diferencia en él a de cómo ha sido siempre", añadía esta persona de confianza del soberano. "Se trata de cumplir con lo que te dicen los médicos y vivir tu vida con la mayor normalidad posible, que es exactamente lo que él está haciendo", sentenciaba. A partir de aquí, parece por tanto que el hijo mayor de la recordada Isabel II está experimentado una recuperación progresiva que no le limita en sus funciones y que va por muy buen camino, con las cautelas que siempre hay que tener cuando hablamos de un cáncer.