Amalia de Holanda lleva tres días en Estados Unidos, de Washington a Nueva York, para acompañar a su madre, la reina Máxima, en una agenda cuyo plato fuerte ha sido su presencia en la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas. En plena fase de aprendizaje, la princesa heredera ha presenciado reuniones bilaterales con representantes gubernamentales de países y organizaciones de desarrollo sobre cómo mejorar el bienestar financiero, área en la que su madre desarrolla buena parte de su agenda política. En este contexto, la imagen de madre e hija por las calles de la Gran Manzana está generando una enorme expectación. Hablamos con Cristian Salomoni, experto en comunicación política, sobre la imagen que ha proyectado la princesa de Orange durante estos días y sobre cómo se ha movido en dos registros muy diferentes: un código sobrio para los eventos diplomáticos y uno más flexible para su encuentro en el Hotel Plaza.
"Esa diferencia de registro no es un detalle menor en comunicación política no verbal, habla de cierta inteligencia comunicativa a la hora de adecuar el estilo a los escenarios y la comunicación no verbal al contexto"
"En los momentos institucionales, dentro de la sede de las Naciones Unidas, es un momento estrictamente institucional, eligió un traje forma que respetaba el código de sobriedad que exige esa cámara y es lo que se espera de un foro diplomático de ese calibre", nos cuenta el experto en comunicación política marcando la diferencia con el vestido por encima de las rodillas que escogió para el encuentro organizado por la empresa Bloomberg, a la que asistieron su fundador, Michael Bloomberg, y Bill Gates, entre otras personalidades, en el mítico hotel de Nueva York. "Esa diferencia de registro no es un detalle menor en comunicación política no verbal, habla de cierta inteligencia comunicativa a la hora de adecuar el estilo a los escenarios y la comunicación no verbal al contexto"
"Como experto en comunicación política el dilema de fondo está en lo que significa en términos de comunicación política y simbólica, ella no es jefa de Estado, es heredera, está en una fase de aprendizaje acompañando a su madre. En esos espacios ella está aumentando su agenda pública y mostrando su disposición a aprender y a ser vista en un rol de formación institucional, es la señal importante y en esos momentos su vestuario es siempre sobrio y adecuado", analiza Salomoni, experto, entre otras cosas, en entrenar a figuras políticas.
"Siempre hay riesgos porque un enfoque más estético puede eclipsar la parte política, algo que no le pasa a un príncipe heredero"
"Cuando cambia de escenario a uno de "networking" opta por vestirse adecuada a su edad, entonces potencia su juventud, su frescura y un aire cercano a su generación, que también es muy necesario. Eso es coherencia generacional y es un activo en comunicación. Pretender que una joven de 20 vista como una diplomática de 60 sería impostado y contraproducente porque le robaría autenticidad", valora Salomni. "Un traje impuesto se nota, el reto no es ser una reina adulta, es mostrar que construye un estilo propio sin romper con las exigencias de la institución"
En ese sentido, el experto resalta en la princesa Amalia la "conciencia estratégica de lo que se puede permitir en cada lugar". Aunque también señala que en este terreno siempre está abierto a posibles interpretaciones: "Los pros es que un estilo acorde a su generación humaniza a la heredera, la conecta con el público más joven, proyecta una imagen de renovación de la monarquía, menos rígida y más acorde a los tiempos, genera una visibilidad mediática que bien gestionada es un trampolín. Siempre hay riesgos porque un enfoque más estético puede eclipsar la parte política, este desvío es un problema recurrente en las mujeres y eso produce un sesgo de género que no ocurre con los príncipes herederos, a los que se les comenta más su agenda".