Tanto el rey Pablo como la reina Federica –diversas biografías apuntan a que sobre todo fue ella- inculcaron a sus hijos que la monarquía y la supervivencia de su dinastía era lo primero, sin embargo, a la vez formaron una familia muy unida, los tres hermanos tenían que apoyarse en todos los sentidos y así lo hicieron siempre

Justo diez meses después de las Olimpiadas, Sofía y Constantino de Grecia volaron al Reino Unido para la celebración de las bodas de los duques de Kent. Ese fue el momento en el que la reina Sofía y el rey Juan Carlos (que todavía estaba muy lejos del trono) se fijaron el uno en el otro, en presencia del príncipe Constantino que protegía a su hermana, pero la dejaba volar

Sofía de Grecia ha estado pendiente de su hermano en todo momento: desde que él asumió la jefatura del Estado hasta el exilio, pasaban juntos todos los veranos y en esta última etapa de su vida -en la que Constantino logró volver a Grecia- ella también hacia viajes constantes a su país de origen

El rey Constantino de Grecia y Juan Carlos I sacando la cuna del príncipe Felipe

Constantino de Grecia finalmente se colgó la medalla de oro y recibió todos los honores, algo que, por otro lado, ha sido una constante en la vida de doña Sofía: permanecer como sostén de otros, apoyó el reinado de su padre y el de su hermano en Grecia, para después hacer lo mismo en España con el reinado de su marido (Juan Carlos I) y ahora de su hijo (Felipe VI)

En el año 1960 cuando el príncipe Constantino quería representar a Grecia compitiendo en vela en los Juegos Olímpicos que se celebraron ese año. Doña Sofía cuenta que la presión era enorme, ya que el Primer Ministro del país había advertido al joven príncipe que "o se gana o no se compite", ya que el príncipe heredero no podía representar al país y perder

Irene de Grecia ha hablado en alguna ocasión -lo hizo en los noventa para la periodista Pilar Urbano- cómo era la relación entre sus hermanos y lo definió como su gran compañero y su protector

El príncipe Constantino y el príncipe Juan Carlos, además, también se lo pasaban bien juntos y compartían aficiones. De sobra conocida es la anécdota de que Juan Carlos se casó con la clavícula rota, se la había partido haciendo judo con el príncipe Constantino días antes de la boda