Ya lo había dicho el Rey cuando la princesa Leonor visitó Covadonga por primera vez: “Lo importante es que ellas se empapen bien de la historia” haciendo referencia a sus dos hijas. Y hoy, 26 de septiembre, la princesa Leonor no solo se ha “empapado” de historia, también ha sido la protagonista de un día histórico lleno de emoción y de momentos memorables que finalizó en el Monasterio de San Salvador de Leyre. Es el monasterio de la estirpe real que simboliza la raíz histórica y espiritual del reino navarro.
Es arte, naturaleza -rodeado de bosques y montañas-, referente para el conocimiento, corazón del antiguo Reyno y muestra del arte románico más antiguo de la Península. Austero, contundente y único. Los Reyes lo conocen bien, pero cuando llegan con la princesa Leonor ante la fachada principal de la iglesia vuelven a quedarse maravillados con la puerta Speciosa, que data del siglo XII. Si arquitectónicamente Leyre es una pieza única en el inicio del Camino de Santiago que culmina en la catedral compostelana, la porta Speciosa es la que conduce al Pórtico de la Gloria.
Con todas las campanas repicando los Reyes y su hija fueron recibidos por las autoridades antes de entrar a la iglesia. La presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite; la Ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz; la delegada del Gobierno en Navarra, Alicia Echeverría; el Alcalde de Yesa, Roberto Martínez, así como los alcaldes de otros pueblos de la zona, les saludaron a su llegada. El abad mitrado del Monasterio, Juan Manuel Apesteguía, y el prior del Eduardo Oliver, han sido los encargados de dar la bienvenida en la iglesia a los Reyes y la princesa Leonor, que caminaba dos pasos detrás con la seriedad que requería el momento y el entorno.
Con el himno nacional sonando, la Familia Real se situó firme ante el Panteón Real de los primeros Reyes de Navarra. Leyre alberga el primer panteón real de Navarra, erigido por la dinastía fundadora del Reyno, la Arista, en el siglo IX. Los restos de los Reyes navarros se guardan en una arqueta de roble y herrajes neogóticos, en uno de los laterales de la iglesia, donde la Princesa de Asturias y de Viana, acompañada de la comunidad benedictina del monasterio, realizó una ofrenda en honor a los Reyes de Navarra y el Reino de Navarra mientras sonaba un antiguo canto gregoriano. La Princesa, muy pendiente en todo momento de los consejos de su padre, protagonizó ante los restos de sus antepasados un momento de recogimiento coronado por los acordes del himno de la Comunidad Foral interpretado al órgano por Raúl del Toro.
Una cita con su propia historia
La visita de la princesa Leonor es histórica, pero, sobre todo, es una cita con su propia historia. Ante el panteón real donde reposan los restos de los primeros monarcas navarros, la heredera estaba ante el origen del Reyno y también de sus propios antepasados. La casa Borbón reinante en España es descendiente del linaje de Catalina I de Foix (1483-1512), la última reina de Navarra, cuyo bisnieto, Enrique, sería el primer rey de Francia de la dinastía Borbón, según documenta Julia Pavón Benito, Catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Navarra. Pavón dirigió y coordinó la obra Reinas de Navarra, que cuenta la historia de mujeres, consortes algunas, pero titulares del gobierno en otras, cuya huella de la acción política, cultural o religiosa necesitaba una recuperación y revisión historiográfica, pues desempeñaron papeles protagonistas.
Catalina I de Foix, que gobernó de forma muy activa el Reino hasta la invasión castellana, llegó al trono tras la prematura muerte de su hermano mayor Francisco Febo. De su matrimonio con Juan de Albret, sellado en medio de las disputas por el trono, ambicionado también por su tío Juan I de Narbona, nacieron 14 hijos. De todos ellos, hay que seguir la pista a Enrique II para llegar a su nieto Enrique IV de Francia, el primero de la Casa Borbón que un día liderará la princesa Leonor.
Tras este momento de 'reencuentro' y recuerdo, la princesa de Viana, acompañada por sus padres y las autoridades, se dirigió a otra de sus joyas, la llamada cripta, donde firmó en el Libro de Honor del Monasterio. Fue entonces cuando el Abad, como es costumbre, le hizo entrega de unos obsequio que representan el trabajo de la comunidad benedictina. Por una parte, el trabajo intelectual con el libro Leyre, historia, arte y vida monástica, escrito por el monje Ramón Molina Piñero. Como muestra del trabajo manual, recibió las primeras botellas de licor de hierbas y ginebra, elaboradas artesanalmente de acuerdo con la tradición medieval. Además, les explicó la historia y el significado de este milenario monasterio "cuna espiritual del Reyno Navarro, primer Panteón Real, lugar emblemático".
Ya fuera de la cripta, donde les esperaban los monjes benedictinos, la inmensidad de la sierra de Leyre y el pantano de Yesa maravilló a los Reyes y la Princesa que se asomaron a la barandilla para contemplar las espectaculares vistas. Allí, saludaron a la gente y estuvieron charlando y fotografiándose con los monjes y las autoridades.
Regreso de los Reyes a Leyre
La última vez que los reyes Felipe y Letizia estuvieron en el Monasterio de San Salvador de Leyre fue en 2014, cuando entregaron el prestigioso premio Príncipe de Viana de la Cultura al historiador capucino Tarsicio de Azcona. Este galardón fue creado mediante un Decreto Foral el 15 de marzo de 1990, 13 años después de que se rehabilitara el título que históricamente había correspondido al heredero de la Corona española. Era una cita habitual para don Felipe, hasta que en 2015 el Gobierno navarro decidió dejar de invitar a la Casa Real para ceder todo el protagonismo al premiado.Ahora se entregan en el Palacio Real de Olite, donde irá mañana Leonor con los Reyes, aunque su trascendencia es menor. A diferencia de los Premios Princesa de Asturias y los Premios Princesa de Girona que están respaldados por Fundaciones, el Premio Príncipe de Viana depende del Gobierno de Navarra, que tampoco ha decidido cambiar el nombre al pasar el título a Leonor.