Alfonso, el príncipe que renunció por amor

Por hola.com

A las nueve menos cinco del día 10 de mayo de 1907 se abrieron las puertas de la cámara privada de la Reina, siendo traspasadas por un pa- dre algo demacrado y visiblemente emocionado: era don Alfonso XIII con su primogénito, el recién nacido, que iba en un cestillo enguatado y recubierto de finos encajes de Valenciennes que en su día habían utilizado en circunstancias similares don Fernando VII y la Reina Isabel II.

Fue presentado a los representantes de los distintos sectores sociales, políticos y diplomáticos, que proclamaron con alegría «¡Viva el Rey!¡Viva la Rei- na!». El día 12 de mayo, en el palacio real, tuvo lugar el acto de declaración e inscripción del príncipe de Asturias en el Registro Especial de la Casa Real, recibiendo los nombres de Alfonso, Pío, Cristino, Eduardo, Francisco, Guillermo, Carlos, Enrique, Eugenio, Fernando, Antonio y Venancio, siendo verificada la ceremonia religiosa el día 18 del mismo mes, en la capilla del palacio real, con Su Majestad la Reina doña María Cristina como madrina y monseñor Rinaldini como padrino, en representación de Su Santidad el Papa. Recibió las aguas del río Jordán en la pila de Santo Domingo de Guzmán de manos de su eminencia el cardenal Sanche. Por expreso deseo del Rey, al recién nacido, envuelto en delicados encajes realizados en los talleres de la Inclusa, después de recibir el sacramento del Bautismo, le fueron impuestos el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro,l a Orden de Carlos III y la Cruz de Isabel la Católica.

El día 23 de mayo, una comisión del Principado de Asturias, presidida por don Alejandro Pidal, fue recibida por don Alfonso XIII, con el fin de ofrecer al recién nacido príncipe de Asturias la Cruz de la Victoria, entregando conjuntamente la «ofrenda de mil doblas en oro » que, guardadas en caja de plata, destina la tradición «a mantilla del hijo primo- génito de los Reyes ».

De delicada salud desde temprana edad,en el año 1933 se unió en matrimonio morganático con la cubana Edelmira Sampedro Ocejo,renunciando,de manera formal y expresa,a los derechos hereditarios en una carta dirigida a su padre el Rey con fecha del 14 de junio del mismo año,utilizando a partir de ese momento el título de conde de Covadonga. En septiembre de 1938 murió en Miami como consecuencia de un trágico accidente de automóvil.