De manera sobria y medida, la monarquía belga ha experimentado en el último año un giro que parece inspirado en modelos vecinos y, al mismo tiempo, impulsado por la nueva generación: los príncipes Elisabeth, Gabriel, Leonor y Emmanuel. Los reyes Felipe y Matilde mantienen intactas las estructuras de una de las casas reales más tradicionales de Europa, pero han comenzado a introducir innovaciones tanto en su forma de comunicar como en la manera de celebrar y su felicitación navideña es un ejemplo de cómo la institución busca proyectarse hacia el siglo XXI. El reto es claro: preservar la solemnidad que caracteriza a la monarquía, pero al mismo tiempo encontrar nuevas formas de conectar con la sociedad. Hablamos con Isabelle de Courson, periodista de ¡HOLA! y HELLO! y experta en realeza sobre los cambios estéticos y comunicativos que se perciben en los actos oficiales.
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"Los príncipes están, por ejemplo, detrás de una iniciativa que ha tenido un impacto muy positivo: El rey responde. Desempolvaron la imagen seria y reservada de su padre, inventando un formato en vídeo que permitió a los Belgas la posibilidad de enviar al rey todas las preguntas que siempre desearon hacerlo, de manera ágil y directa. Se convirtió en un pódcast de casi una hora en el cual Felipe, cómodamente instalado en un pequeño salón privado del palacio de Laeken, responde a sus conciudadanos sobre cuestiones de actualidad, su papel institucional, sus actividades, sus gustos, hasta preguntas más personales o peticiones insólitas. Sin desprenderse del todo de su sobriedad natural, se presta al ejercicio con visible bonhomía", explica la periodista sobre un vídeo que intencionalmente arranca en soledad y con el rey sirviéndose su taza de café.
Ha sido, sobre todo en este último año, un buen ejemplo fue el despliegue que hicieron el pasado verano, convirtiendo su Fiesta Nacional en una superproducción, cuando la monarquía belga se ha alejado del modo tradicional que caracterizó a sus predecesores. "La comunicación de su tío, el rey Balduino y de su padre, el rey Alberto, era más institucional y generalmente muy formal. Por su carácter reservado, el rey Felipe empezó en esa línea más clásica. Pero bajo la influencia de su mujer y de sus hijos, ha operado un cambio. Se le ve más distendido y sonriente, más cercano y dispuesto a compartir anécdotas personales. Está claramente más cómodo ante las cámaras y, con la tutoría de sus hijos, ha aprendido a manejar la tecnología y el lenguaje digital. Incluso se atreve con pequeñas bromas, y demuestra ser capaz de reírse de sí mismo", asegura de Courson.
Si hay un impulso claramente influido por sus hijos, que ya tienen edades entre 17 y 23 años y, por tanto, comienzan a participar de lleno en la vida institucional, también ha podido tener que ver la proyección que hace una monarquía vecina. "Aunque más comedido, este cambio en la comunicación real belga parece inspirado por el estilo y el tono desenfadado y cercano de sus vecinos holandeses, el rey Willem-Alexander y la reina Máxima. Y en el papel que desempeñan los cuatro hijos de Felipe y Matilde no está de más recordar el de la princesa Leonor y la infanta Sofía, que adoptan en público un tono cariñoso y bromista con sus padres e introducen las nuevas tecnologías como herramientas imprescindibles para una comunicación natural y moderna", añade.
En plena cuenta atrás para la Fiesta del Rey, una tradición muy arraigada desde 1866 que se celebra siguiendo un programa prácticamente inmutable: comienza con el tradicional Te Deum en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula a las 10h00, seguido de la ceremonia organizada en el Palacio de la Nación por la Cámara de Representantes, el Senado y el Gobierno federal a las 11h00, observamos el dilema que han atravesado muchas monarquías europeas en los últimos años, la necesidad de modernizarse sin perder el aura clásica inherente por naturaleza a una casa real.
Todo ello sin obviar los recientes escándalos que también han mostrado que el estilo de ahora, no es el estilo de antes. Hablamos de la reciente paternidad que ha confirmado el príncipe Laurent, cinco años después de que su padre, el rey Alberto, tuviera que hacerlo por sentencia judicial. "En ambos casos se vieron abocados a un reconocimiento público de sus relaciones extramatrimoniales por la presión judicial y mediática. Por su parte, el rey Felipe y la reina Matilde han hecho frente con su tradicional discreción y prudencia. Sin grandes declaraciones y sin dejar traslucir el impacto moral y emocional que podían tener para ellos. Les animan unos profundos valores cristianos, y se ha reflejado en la benevolencia con la que han procurado normalizar la situación, en particular con la hermanastra del rey, la princesa Delphine, sobre todo en la esfera pública. Pero manteniendo cierta distancia y reserva en lo privado", nos explica la experta en monarquías.













