Este lunes, 13 de octubre, Felipe y Matilde de Bélgica han retomado sus agendas oficiales. El Rey visitó la base aérea de Florennes para presenciar la llegada de los primeros cuatro F-35 belgas. Al más puro estilo Top Gun, se subió a uno de los aviones que forman parte de un programa integral de modernización de las capacidades operativas del Ministerio de Defensa, destinado a dotar a Bélgica de una fuerza aérea moderna, ágil e interoperable con las fuerzas de la OTAN. Por su parte, la Reina se encuentra en Armenia en visita de trabajo, en su rol de Defensora de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Ambos afrontan estos compromisos con energía renovada, tras disfrutar de una escapada privada en la que pudieron estar a solas —con su equipo de seguridad, eso sí—.
Corría el año 1999 y un 13 de septiembre el entonces príncipe heredero Felipe de Bélgica anunciaba, en el castillo de Laeken, su compromiso con Matilde d’Udekem Acoz, una aristócrata belga de ascendencia polaca licenciada en logopedia y en psicología. Su boda llegó tan solo tres meses después y tras tres años de relación, se dieron el 'sí, quiero' el 4 de diciembre de 1999 en el ayuntamiento de Bruselas y la catedral de San Michel y San Gudule. Desde entonces, han formado una preciosa familia junto a sus hijos y al igual que cualquier matrimonio, más allá de sus compromisos oficiales, de vez en cuando necesitan una escapada de dos.
Es por ello que los Reyes han decidido disfrutar de unos días en Italia. Concretamente, Felipe y Matilde de Bélgica han desconectado en Portofino, una pequeña región de la Provincia de Génova rodeado por el verde del Parque natural regional y de la Reserva Marina. El pasado 12 de octubre, los monarcas fueron vistos dando un agradable y tranquilo paseo por las pintorescas calles de Liguria y Portofino, tal y como informan varios medios del país como Point de Vue. Según relata Sufindo, no se trató de un viaje planificado, sino de una escapada inesperada de última hora: "El rey y la reina siempre tienen una agenda muy apretada. Hay que tener en cuenta que todo se decide con semanas, e incluso meses, de antelación. Una escapada como esta prácticamente nunca ocurre".
Un viaje que, según informan los citados medios, fue toda una sorpresa incluso para las autoridades locales, a quienes se les notificó la noche anterior sobre la llegada de los Reyes a la zona. A pesar de intentar que la visita fuera discreta y privada, se convirtió en una escena digna de una película de los años 50, tal y como cita Levante News. Unos cuarenta coches clásicos —descapotables y sedanes, entre Bentleys y Rolls-Royce—, escoltados por la policía local, desfilaron por las calles italianas, creando un espectáculo de lujo y elegancia. Además, por si quedaba alguna duda sobre su identidad, los Reyes se dejaron ver al bajarse de su vehículo en la Piazzetta, confirmando su presencia y haciendo que el paseo adquiriera un carácter aún más memorable.
Nada más bajarse del coche, los Reyes saludaron a los curiosos que se habían acercado para ver quiénes se encontraban dentro del elegante vehículo. Posteriormente, Felipe y Matilde de Bélgica se dirigieron al restaurante Splendido Mare, un establecimiento descrito como "sofisticado y relajado, ubicado en el puerto de Portofino, que ha sido completamente renovado. Destaca por su glamour italiano y ofrece un viaje culinario en tres actos, elaborado con maestría por nuestro chef ejecutivo y maridado con cócteles a medida. Diseñado para los amantes del buen gusto, permite disfrutar de delicias únicas en un ambiente íntimo y elegante. Esta experiencia exclusiva solo está disponible con reserva", según reza su propia página web.
Pero, ¿por qué eligieron los monarcas belgas este destino? Según algunas informaciones, los Reyes querían revivir un recuerdo romántico de sus primeros años juntos, cuando visitaron la Riviera Ligur de incógnito mientras estaban comprometidos. Con su encanto discreto, su mar azul y su cálido sol, este rincón italiano se presenta como el lugar perfecto para una escapada improvisada y romántica, que ha permitido a Felipe y Matilde de Bélgica disfrutar de unos días de desconexión y reforzar los lazos de su matrimonio lejos del bullicio oficial.