La vista de Estado que acaba de completar Emmanuel Macron, Presidente de la República Francesa, al Principado de Mónaco ha sido un evento verdaderamente histórico, una palabra que se usa con ligereza, pero que en este caso se ajusta a la realidad, ya que es la primera vez en más de cuatro décadas que un presidente francés realiza un viaje de este tipo, es decir, de la máxima relevancia institucional, al Principado, desde que François Mitterrand viajó a Montecarlo en 1984. Alberto y Charlene de Mónaco han dispuesto todo para agasajar al mandatario francés y a la primera dama, Brigitte Macron, con una agenda completa en la que han participado desde Carolina de Mónaco, con joyas históricas en la cena de Estado en el Salón del Trono del palacio monegasco, hasta los príncipes Jacques y Gabriella. El despliegue ha sido tal que casi pasan inadvertidos los regalos que el presidente hizo al príncipe, pero no, porque Emmanuel Macron no es de los que hace obsequios para salir del paso, él hace "regalazos".
Los tres regalos que Macron llevó a Mónaco resaltaban tres facetas distintas del príncipe Alberto
No todos los regalos institucionales generan una reacción genuina, por un lado, porque forman parte del protocolo y no deben de ser excesivamente personales o emotivos y, por otro, porque a base de repetir el gesto se convierten en un trámite más, aunque no dejan de ser un símbolo de amistad y cooperación, además de un gesto de respeto y cortesía. Dicho lo cual, la primera pista sobre lo bueno que es Emmanuel Macron haciendo regalos, la dejó Federico de Dinamarca, uno de los hombres de Estado al que más le cuesta ocultar sus emociones.
Un hombre que aparentemente lo tiene todo, en cuanto a cosas materiales, se puede entusiasmar tocando las teclas adecuadas
Cuando el pasado mes de abril los reyes de Dinamarca fueron recibidos en el Palacio del Elíseo, el rey Federico quedó verdaderamente entusiasmado al descubrir la bicicleta que el presidente de Francia había diseñado y encargado especialmente para él. Entonces quedó claro como un hombre que aparentemente lo tiene todo y siempre lo ha tenido, en cuanto a cosas materiales, podía emocionarse si se tocaban las teclas adecuadas. Se trataba, como no, de una firma de bicicletas francesas, pero además había sido creada atendiendo a los colores de la bandera e incluía detalles como el monograma real, eso sin olvidar, que el rey danés es muy aficionado al ciclismo.
En este reciente viaje a Mónaco, Emmanuel Macron lo ha vuelto a hacer y ha sorprendido al Alberto de Mónaco con tres regalos desde luego fuera de lo común. El mandatario francés comenzó haciéndole entrega de una edición original de uno de los libros de Pierre-Jules Hetzel sobre Julio Verne, el célebre francés conocido por sus novelas de aventuras y que fue un guiño al tatarabuelo de Alberto II, Alberto I, al que llamaban el "Príncipe Navegante". Para continuar, Macron brindó al príncipe Alberto una raqueta Rafa n°5, de las que solo se hicieron 92 unidades y nunca salieron a la venta al público. Hay que recordar que las creó la marca francesa Babolat como homenaje al legado del tenista español. Y, por si fuera poco, el más sorprendente de todos, un monte submarino.
El Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada, un organismo público dependiente del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Francia, emitió una carta náutica que certifica que este monte que fue descubierto por ellos en el océano Índico ha recibido el nombre de Alberto II, tras la aprobación del organismo internacional competente. Rizando el rizo, este monte en cuestión mide 1958 metros, que es el año en el que nació el único hijo varón de los príncipes Raniero y Grace.
Otros regalos llenos de simbolismo: del árbol muerto al coñac investigado
En los ocho años que lleva Macron de presidente, ha habido muchos regalos llamativos, pero ninguno como el que el francés le hizo a Donald Trump, ya que también fue un regalo muy pensado, por él o por alguien de su gabinete, y tuvo un final inesperado. En el año 2018 el francés llevó a la Casa Blanca un roble europeo y no fue uno cualquiera, el árbol en cuestión provenía de un bosque francés donde habían perdido la vida unos dos mil marines estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial.
El 'árbol de la amistad' no aguantó: el viaje, los trasplantes, la cuarentena y una nueva vida en la Casa Blanca
La idea parecía buena, teniendo en cuenta que un roble además es un símbolo de fuerza, resistencia, longevidad y perseverancia. Lo llamaron el "árbol de la amistad" pero eso no evitó que el roble terminara cumpliendo cuarentena por razones fitosanitarias. El árbol en cuestión no aguantó: el viaje, los trasplantes, la cuarentena y la vida en la Casa Blanca. Unos meses después, una agencia de noticias francesas comunicó que el regalo había muerto, algo que generó un sinfín de memes y se vio como una prolongación de sus relaciones diplomáticas.
Otro regalo que escondía un mensaje es el que el francés le hizo a su homólogo chino, Xi Jinping, en mayo de 2024. Macron también escogió un libro, en este caso de Victor Hugo, y un fabuloso bolso de Chanel con el logotipo hecho de perlas naturales, todo un símbolo, sin embargo, lo remató con un coñac Hennessy, acompañado de un decantador Luis XIII de Rémy Martin, epítome del lujo francés. Este regalo no fue casual, ya que en ese preciso momento todas las bebidas alcohólicas derivadas del vino estaban siendo sometidas a una investigación por violaciones antimonopolio iniciada precisamente por China y bajo amenaza de nuevos aranceles aduaneros.