María de Windsor: la única royal que defendió a Wallis Simpson

Era hija del príncipe Jorge, futuro Jorge V, y de María de Teck

Por CRISTINA BARREIRO-UNIVERSIDAD SAN PABLO CEU

Era la única hija de Jorge V y María de Teck. Los demás eran todos chicos, entre ellos dos futuros reyes. Quizá eso fue lo que le dio un carácter tachado de “masculino” que combinaba con una timidez enfermiza y gran afición a los caballos. Sumamente protegida por sus padres, su matrimonio llegó a convertirse en una especie de cuestión de estado: para unos se le estaba “pasando el arroz” mientras que otros vieron en el enlace de la Princesa una oportunidad para vender la monarquía tras la catástrofe de la Primera Guerra Mundial. Convenía demostrar que los antiguos “Sajonia-Coburgo” eran unos verdaderos Windsor por lo que el elegido no fue otro que el conde de Lascelles, que aunque no tenía sangre real, sí un largo pedigree generacional inglés. ¿Fue ella feliz?

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María nació en Sandringham en 1897. Era hija del príncipe Jorge, entonces duque de York -y futuro Jorge V- y de María de Teck. Vino después de Eduardo y Jorge -quienes reinarían como Eduardo VIII y Jorge V- en los días en los que todavía vivía su bisabuela, la todopoderosa reina Victoria. María creció en la estricta corte británica con la especial característica de que todos sus hermanos -también los que llegaron después de ella (Enrique de Gloucester y Jorge de Kent)- eran chicos. Ello le dio una condición muy especial: mimada y protegida por sus padres, desarrolló una timidez que sólo aliviaba con largos paseos por el campo y gracias a su afición por las carreras, algo por otro lado propio de su estirpe. Fue también buena deportista y excelente amazona.

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Su padre accedió al trono en 1910 en un tiempo en el que las rivalidades territoriales derivadas de la era imperialista hacían peligrar la estabilidad de Europa. Cuando en 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial, María se puso el uniforme de enfermera y como tantas otras señoritas de la aristocracia ayudó en hospitales y cuidó enfermos. Fue, además, la inspiradora de la llamada “caja de la princesa Mary” que consistía en tabaco, cigarrillos, una pipa y un encendedor que se mandaba a los cientos de jóvenes que estaban en el frente. Terminado el conflicto María le planteó a su padre, el Rey, seguir formándose en cuidados sanitarios, lo que para la época suponía cierta excentricidad. Llegó a ser presidente honoraria de la Asociación de Enfermeras del Reino Unido.

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La cuestión de su matrimonio preocupaba también en la corte. Ella parecía reacia. No se le conocía ningún amor, pero los años pasaban y nadie quería que la única hija del rey quedase soltera. Se movieron varios hilos y el elegido fue Henry Lascelles, conde de Harewood, aristócrata de postín y buena economía que representaba como nadie los valores británicos que convenía realzar. La boda, con gran fasto y oropel, se celebró el 28 de febrero de 1922 en la abadía de Westminster. Entre las damas que acompañaban a la novia se encontraba la joven Isabel Lyon-Bowes, quien pocos años después se convertiría en reina y ha pasado a la historia como reina-madre, fabulosa siempre con sus coloristas tocados de plumas.

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María y Henry, condes de Lascelles, vivieron muy de cerca la “crisis dinástica” que estalló con los amoríos de su hermano Eduardo y la americana Wallis Simpson. María fue la única que apoyó a su hermano -junto a Winston Churchill- cuando amenazó con abdicar si no se aceptaba su matrimonio y a Wallis como reina. En diciembre, el seductor Eduardo de 1936 leía ante los micrófonos de la BBC el discurso por el que dejaba la corona en manos de Jorge VI, también hermano de María. El nuevo soberano, tímido y apocado como ella, tenía ante sí el reto de liderar el Imperio antes los difíciles días que se avecinaban.

El matrimonio Lascelles vivió unos años en Austria, cerca de Viena, aunque tuvieron que abandonar el país con motivo de la ocupación nazi. De nuevo en Inglaterra se establecieron en la magnífica mansión de los Lascelles “Harewood House”, en Yorkshire, lugar que en esos días luctuosos también sirvió como hospital. Ella era la única de los Windsor que mantenía relación con su hermano, príncipe de Gales desde su abdicación y con el que jamás dejó de cartearse. Terminada la guerra en 1945 y cuando se hizo oficial el romance y posterior matrimonio de la joven princesa Isabel con el apuesto príncipe griego Felipe Mountbatten, declinó asistir al enlace “ofendida” por no haberse cursado invitación para Eduardo.

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Hay quien dice -entre ellos la fantástica Downton Abbey- que no fue feliz en su matrimonio. Sin embargo, las memorias escritas por su hijo Jorge, desmienten ese supuesto. Es cierto que la pareja se llevaba bastantes años, pero aquello no impidió que viviesen cordialmente.

Desde la muerte de su hermano Jorge y la proclamación de su sobrina Isabel en 1952, María intensificó sus funciones al servicio de la Corona. Falleció en 1965 mientras paseaba con sus nietos por los jardines de su residencia. Está enterrada en el mausoleo familiar de los Lascelles en Harewood. Recibió honrosos funerales, aunque por deseo personal, no descansa en Windsor.