Habría que destacar, sin embargo, que fueron los príncipes herederos de los belgas los primeros que, dejándose llevar quizá por el espíritu de la princesa Diana, impusieron un nuevo estilo a la hora de ejercer sus responsabilidades. Una manera de trabajar y de vivir en familia que fue aplaudida por sus conciudadanos, y que les llevaría con el paso de los años, a tener un papel mucho más activo en el desarrollo de la vida pública de su monarquía belga.
Así, días después de asistir a la "Fiesta del Rey" en la catedral de St. Michael de Bruselas -una celebración que se remonta a 1866-, Felipe y Matilde emprendieron viaje a China con una delegación de empresarios y científicos. En total unas 500 personas, lideradas por el actual ministro de economía belga, Marc Verwilghen, con el fin de estrechar lazos con Pekín. La ciudad en la que comenzaron su visita para poner en marcha un importante proyecto de cooperación que les permitirá ayudar a mejorar la calidad de vida de un centro de huérfanos.
La pareja, que el próximo mes de diciembre celebrará su quinto aniversario de boda, aprovechó, también, para visitar la Ciudad prohibida. "Los dos trabajamos en equipo- dijo el príncipe- No nos repartimos el trabajo, lo hacemos todo juntos. Pienso que soy muy afortunado. Tengo una compañera maravillosa, tanto en la vida pública como en la privada... Y, a su lado, me preparo para suceder a mi padre y convertirme en Rey del pueblo belga".
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