Sofía de Habsburgo nos recibe en su palacio de Roma, rodeada de sus hijos

Por hola.com
-Ustedes han echado por tierra el dicho de que "segundas partes nunca fueron buenas"
-Cierto. Con nosotros sucedió todo lo contrario. fue un bello continuar o, más, bien, un reanudar.

-Y, en ese tiempo, no se encontraban, no coincidían...?
-Sí, algunas veces. Y creo que siempre lo hacíamos sintiendo una especie de dolor interior, un cierto resquemor ya que había quedado una brasa, un rescoldo de aquel inicial amor, por mas que cada uno tuviera, en el momento de esos breves encuentros, su vida, su entorno, sus relaciones...

-¡Menos mal que ninguno de los dos dio el paso de casarse ...con otra persona!
-¡Menos mal! Pero yo cada vez que conocía a un hombre lo comparaba en mi corazón con él, y en ninguno de ellos encontraba la altura, la profundidad, la calidad y la calidez humana de Hugo.

-¿Sabe si le pasaba eso mismo a su marido?
-Sí. El me dijo que le sucedía también lo mismo.

-¿Cuánto tiempo fueron novios la primera vez?
-Tres años. Nos conocimos cuando yo tenía dieciséis. Y, cuando la gente esperaba el anuncio de nuestro compromiso y la consiguiente boda, lo que se hizo realidad fue... nuestra ruptura. -¿Cómo y dónde se habían conocido?
-Nos conocimos en Marbella con motivo del 25 aniversario del "Marbella Club". Con tal motivo, Alfonso de Hohenlohe ofreció una fiesta a la que asistieron hermanos, primos y demás familiares de toda Europa. Yo, al igual que Hugo, estamos emparentados con los Hohenlohe. En realidad, a mi marido -somos, por otra parte, primos lejanos- ya le conocía. Pero fue ahí, en Marbella, donde me enamoré locamente de él. Fue un auténtico flechazo.

-¿Por qué rompieron cuando casi se iban a casar?¿Fue algo traumático?
-Para mí fue traumático. Hugo me dejó porque su padre se había muerto poco antes y la madre le necesitaba. Hugo no había estudiado una carrera y no tenían una buena posición económica. La madre le presionó para que no se casara... porque tenía que sacar la familia adelante. Él le hizo caso. Hugo me decía siempre "Espérame". Pero eso a mí no me consolaba. (Años después, comprendí el gesto de mi marido que tuvo- y supo- sacrificarse por su familia).