Es habitual que los padres tengan la sensación de que sus hijos no les escuchan, o que no hacen caso, o que actúan como les viene en gana, sin atender a sus peticiones… Y, sin embargo, observan. Observan todo el rato. Y no siempre son consciente de ello, ni los propios niños ni los padres. Tenerlo en cuenta puede cambiar de manera muy significativa la crianza y la manera en la que les educamos emocionalmente. La psicóloga Sonia Martínez, directora de los Centros Crece Bien, da las claves para sacar partido a esta valiosa capacidad infantil que los padres hemos de saber aprovechar y potenciar.
¿Son los niños observadores natos por naturaleza?
Sí, absolutamente. Desde bebés, los niños observan para entender el mundo. No necesitan explicaciones complejas: con mirar cómo nos movemos, cómo reaccionamos o cómo tratamos a otros, ya están aprendiendo. Son auténticos “detectores emocionales”: notan gestos, tonos, miradas… y todo eso se convierte en aprendizaje.
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos.
¿Qué aprenden los niños solo con observar el comportamiento de sus padres?
Muchísimo. Los niños aprenden valores, formas de comunicarse, gestión emocional y hábitos solo observándonos. Si ven que hablamos con respeto, que pedimos perdón o que gestionamos la frustración con calma, ellos lo integran como algo natural. En cambio, si nos ven gritar o criticar a otros, también lo absorberán. De hecho, aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos.
¿Cómo observan a sus padres y a otros adultos de referencia?
Con atención constante, aunque no lo parezca. Mientras juegan, dibujan o están aparentemente distraídos, siguen captando nuestro tono de voz, nuestras expresiones o nuestras reacciones. Y no solo observan a los padres, también a maestros, abuelos o cuidadores. Todo adulto cercano es un modelo. Por eso es tan importante ser coherentes y conscientes del ejemplo que damos.
¿Un niño que es más observador tendrá un mejor desarrollo emocional?
En general sí, aunque no es lo único que cuenta, porque un niño observador suele captar mejor las emociones de los demás, lo que favorece su empatía y comprensión social. Si le ayudamos a poner palabras a lo que observa y a entenderlo, desarrollará una inteligencia emocional muy sólida. Eso sí, también es importante acompañar esa sensibilidad para que no se sienta sobrecargado emocionalmente.
Un niño observador suele captar mejor las emociones de los demás, lo que favorece su empatía y comprensión social.
¿La capacidad de observación va ligada a la inteligencia o no tiene por qué?
No necesariamente. Hay niños muy observadores que no destacan en lo académico, y al contrario. La observación tiene más que ver con la atención, la curiosidad y la sensibilidad al entorno. Es una habilidad que se puede estimular y reforzar, y es útil en cualquier área del desarrollo, no solo en la intelectual.
¿Cómo influye la capacidad de observación en el aprendizaje?
Muchísimo. Los niños aprenden imitando lo que ven. Observar con atención les permite entender mejor las explicaciones, fijarse en los detalles, aprender habilidades sociales y resolver problemas con más recursos. Es una base fundamental del aprendizaje, tanto en lo emocional como en lo cognitivo.
¿Le permitirá esa capacidad un mejor rendimiento académico?
Puede ayudar bastante, sobre todo en niños que saben canalizar esa atención hacia el aula. Observar bien al profesor, a los compañeros o los materiales permite captar mejor las instrucciones y resolver tareas con más acierto. Aunque no es el único factor, suele estar presente en los alumnos que rinden bien.
¿Cómo pueden los padres potenciar la capacidad de observación de sus hijos?
Fomentando la curiosidad y la atención plena en lo cotidiano: observar juntos el entorno, hablar sobre lo que sienten otras personas, jugar a juegos de observación como “veo veo”, comentar lo que ven en libros o películas. También es clave dar buen ejemplo: si nosotros observamos con interés el mundo, ellos lo imitarán. Y por supuesto, valorar sus observaciones para que sientan que lo que ven y piensan es importante.




