El bienestar emocional y la salud mental de los niños y de los adolescentes es clave no solo para lograr la excelencia académica, sino también para aprender cualquier conocimiento y, por supuesto, para hacer amigos, para socializar con sus compañeros y para encontrarse cómodos en el centro escolar. Lamentablemente, ese bienestar emocional que hasta ahora se daba por hecho en la infancia no está, en absoluto, generalizado. Así lo pone de manifiesto el informe El estado de la salud mental en el aula 2025 que ha elaborado Fundación MAPFRE y Siena Educación, que arroja datos tan sorprendentes como que la ansiedad es el principal problema en las aulas. De hecho, 9 de cada 10 profesores lo sitúan entre los problemas de salud mental más frecuentes en los alumnos (y también entre el propio profesorado).
Las causas, en la mayoría de los casos, son externas al centro escolar y estaría causadas por conflictos familiares o por la influencia de las redes sociales, según los docentes que han participado en el informe de Fundación MAPFRE y Siena Educación. Otra de las conclusiones del citado estudio que es importante tener muy en cuenta es que el 97,9% de los profesores considera que las redes sociales afectan negativamente al bienestar emocional del alumnado. El principal efecto negativo que perciben es que generan inseguridad y baja autoestima en los menores.
Ahora la cuestión es ¿cuál es el papel del profesor ante el malestar emocional o los problemas de salud mental de sus alumnos? ¿Qué pueden hacer? Sobre ello hemos hablado con un referente por excelencia en derechos de la infancia: Javier Urra, Dr. en Psicología con la especialidad de Clínica y Forense; Dr. en Ciencias de la Salud, pedagogo Terapeuta y Psicólogo en excedencia voluntaria de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid, director Pedagógico del Máster Online para educadores en Salud Mental Infanto-juvenil de Aula Siena, en colaboración con la UCJC, y director y coordinador del primer Vademécum sobre Salud Mental junto a Fundación MAPFRE y Anaya.
Urra da las claves para entender cómo puede un profesor tender la mano a ese alumno que más lo necesita y pone sobre la mesa cuáles son los problemas más urgentes a resolver en el sistema educativo actual.
La escuela es el fonendoscopio de los problemas que hay en las calles y, sobre todo, en los hogares.
¿Cómo deberían ayudar los profesores a los alumnos con problemas de salud mental cuando lo que les exigen muchos centros es que se centren en el curriculum?
Lo importante es, primero, aprender y, segundo, tener conocimientos, es decir, la escuela y la universidad tienen que formar a los chicos, pero también tenemos que ver los temas que son emocionales porque van de la mano. Si un chico tiene problemas en casa o tiene otro tipo de problemas, difícilmente va a fijar la atención ni va a poder aprender las cosas importantes; por tanto, tenemos que hacer ese equilibrio.
España está poco dotado en cuanto a psicólogos educativos y en cuanto a orientadores. Es verdad que tendríamos que tener más psicólogos educativos y más orientadores; es una cuestión de una decisión política la de pagar más profesionales y estaría bien, pero es verdad que hay temas que nos tienen que llamar la atención. Cuando yo estudiaba -tengo 68 años- éramos 50 en clase y funcionaba todo. ¿Por qué? Porque había una disciplina y los profesores estaban muy apoyados por los padres. ¿Qué nos está pasando que ha habido que nombrar autoridad tanto a los médicos como a los profesores para que, si son agredidos o ridiculizados, tengamos un arma más fuerte?. ¿Qué nos está pasando para que tengan que decir que un médico es una autoridad? El médico es un profesional que me quiere ayudar; un profesor es alguien que tiene a mis hijos, a mis nietos, y quiere que aprendan, ¿por qué hay que protegerlos? Llama la atención esa dificultad.
El dato (recogido en el informe El estado de la salud mental en el aula 2025) de que el 98% de los profesores considera que las redes sociales afectan negativamente al bienestar emocional de los alumnos es brutal. O sea, están intentando educar contra las redes sociales y, por lo tanto, tenemos que plantearnos qué hacemos con estos temas.
Con el tema de las plataformas hay que poner límites. Y, desde luego, cualquier ingeniero de la Politécnica te dice que se puede perfectamente. Lo único que hace falta es una decisión económica y política para que los chavales, por ejemplo, no entren en el tema de la pornografía violenta. Yo soy uno de los expertos del Pacto de Estado contra la violencia de género y, cuando un niño de 12 años está consumiendo pornografía violenta de manera constante y en casa no le han hablado de lo que es el amor como distinto al “querer” y como opuesto al “poseer”, pues acaba creyendo que esas fantasías sexuales de algunos varones es lo normal. Y, claro, de ahí tenemos luego alguna situación, alguna puntual pero muy llamativa, que no teníamos antes. Por lo tanto, me parece que el estudio está teniendo una gran repercusión porque es un todo un tema.
Y hay un dato que no lo dice el estudio, pero ya te lo adelanto yo, y es que el 70% de los problemas de salud mental en adultos hunden sus raíces en la infancia. Es decir, que hay que abordar los temas pronto porque luego los problemas se cronifican y se hacen más difíciles.
¿Qué pueden hacer los profesores cuando los padres no quieren colaborar o cuando, incluso, son conflictivos?
No es fácil, pero la forma de entrar a los padres es por los hijos: “Mire, su hijo tiene esta situación, su hijo está pasando por esto”… Porque los padres puede que no sepan, pero mayoritariamente quieren a sus hijos. Más que decirle a un padre “usted lo que tendría que hacer”, que a lo mejor es muy refractario y pueden responder “no me cuente a mí lo que tengo que hacer, yo soy su padre”, es decirle “estamos viendo esta situación, no sé lo que estaba pasando en su casa, pero ustedes deberían tener…”. Bueno, esto no siempre es fácil de decir, sobre todo, si hay un proceso de separación muy agresivo, muy contra el otro, muy de lucha de legitimidad del hijo, dañando mucho también. Hay separaciones donde los progenitores no se olvidan que lo son, progenitores; se van a separar de su pareja, eso es otra cuestión, pero no olviden anteponer el mejor interés del menor.
Hay que llamar a los padres y tener alguna conversación, a ser posible que no sea individual, sino que esté el psicólogo, que esté el orientador, para decirle “su hijo está teniendo estas dificultades, vamos a ver lo que podemos mejorar”.
Ahora bien, puede haber un padre o una madre que diga “yo no voy al colegio, punto”. ¿Qué le hacemos? Es que es difícil. ¿Qué haces? ¿Informas a quién?, ¿a la Fiscalía, para que entre el área de protección? ¿Y qué vamos a conseguir?, ¿quitarle la tutela a un padre? Si no lo lleva al colegio, posiblemente sí, pero si lo lleva y tiene unas pautas educativas erróneas, tiene que ser desde la autoritas, desde la convicción del profesor, intentar que vaya a reuniones donde hay otros padres, diluir los problemas de esa pareja en el grupo, de manera que no se sientan señalados, sino que hables para todo el grupo... Tienes que tener muchos mecanismos, muchas herramientas.
Hablaba, durante la presentación del estudio de Fundación MAPFRE y Siena Educación, de niños que, tras una situación traumática o de mucho sufrimiento “se van a negro”, quiebran, pero que también hay otros que años después no tienen ninguna marca. ¿Cómo conseguirlo?
Tenemos que educar a los niños para la vida. Y la vida es que un día alguien a quien tú quieres deja de quererte; y la vida es que un día alguien al que tú quieres fallece; la vida es que un día te echan del trabajo y no te queda claro exactamente por qué te han echado... También la vida es la belleza, la vida es enamorarte, la vida es la sorpresa... Pero hay que educar a los niños para eso, no para un parque temático, no para que esto va a ser todo Disney. Es que no es verdad y, claro, los chavales se nos quiebran porque se miran mucho el ombligo.
Fíjate, el 80% de la población española, ¡el 80%!, cree que es más inteligente que la media. Esto nos define. Pero esto estadísticamente no puede ser, nos tenemos en una autoestima excesiva. Lo que tiene que hacer un niño, y esto ya no lo dice Javier Urra, lo dicen los profesores, lo dice el estudio, es deporte. ¿Cuál es la fórmula de afrontamiento? Deporte. Me parece acertadísima.
Que los chicos practiquen mucho más deporte en vez de estar tan empantallados, a ser posible, deporte en la naturaleza: campamentos, caminos de Santiago... lo que quieras. Y luego valorar también lo que es la belleza, el arte, el teatro, la música... Y no olvidan, que me parece muy bien, el voluntariado. Que un chico de 15 años empiece a hacer cosas en una ONG, que se sienta concernido por los demás, eso lo que hay que hacer.
Partiendo de que, como ha señalado anteriormente, debería haber más psicólogos educativos, ¿cuál debería ser la presencia y el papel del equipo de orientación de los colegios?
La gente se quedó con la idea de que el orientador te va a decir si eres más de Ciencias o eres más de Letras. No, no; ayuda a reequilibrar la vida en tus relaciones de tiempos de ocio, en tipos de compañeros, tipos de familia... Por cierto, a mí una cosa que gusta de los niños es que tengan varios grupos: si vas a este colegio, tienes ahí tu grupo de amigos, pero si luego haces teatro o haces yudo e estás en una orquesta, puedes tener otro grupo para que, si te falla un grupo, tengas otro que sea el sostén de esa realidad.
La Covid golpeó a los colegios, que se quedaron con menos orientadores, y nos hace falta esa figura. Ahora bien, hace dos años la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, nos llamó a Celso Arango, que es un psiquiatra amigo y muy reconocido, y a mí mismo, y nos preguntó qué necesitamos. Dijimos que 100 plazas de estancia en hospitales. Cada cama infantojuvenil viene a costar aproximadamente 8.000 euros al mes; pues ya está, ya se han creado 100 plazas. ¡Están llenas!
El problema no es dotar de medios; es qué nos se está pasando para que todo sea un problema. ¿Por qué los chicos se problematizan tanto? Te he dado ya algunas claves: estamos sobreprotegiendo, muy mirándote a ti mismo, muy psicologizando, está todo muy medicalizado... Hacemos patológico cosas que son parte de la vida, pero luego hay niños con circunstancias porque son Asperger, porque son autistas, porque tienen una parálisis cerebral...
Hay personas que no tienen ilusión para vivir, pero si le das una razón para comprometerse con los demás, lo hacen.
Yo creo que la escuela es el fonendoscopio de los problemas que hay en las calles y, sobre todo, en los hogares. En los hogares es muy difícil saber realmente qué es lo que pasa, pero también pasa una cantidad de niños que son absolutamente felices y majos. Y hace dos fines de semana estuve en Bolonia y dije “¡qué jóvenes majos de toda Europa!, leyendo, estudiando, paseando, queriéndose… ¡qué gusto!”. Es decir, esa es la mayoría.
¿Lo bueno? Se detectan los problemas, y los problemas se detectan para intentar corregirlos o resolverlos, pero hay que escuchar al profesorado, hay que apoyarle, hay que buscar que no estén quemados. Y luego dar herramientas. Nosotros les vamos a dar un Vademécum que llevará un QR para que el profesor pueda decirnos si una pregunta no les sirve; si no sirve, algo hemos hecho mal, vamos a cambiarla. "¿Qué es lo que necesitarían saber?". Eso es darles instrumentos, medios y llegar a los fondos; es decir, por ejemplo, si no funcionan los protocolos de acoso escolar, vamos al fondo. Un chaval ridiculiza a otra persona, bueno, pues llamo a sus padres. El padre lo mismo lo defiende, ¿qué puede usted hacer? Puede llamar al inspector educativo y se le puede echar del colegio una semana. Problemón. Y luego vuelve, y vuelve al mismo aula. ¿Esa es la solución?
Entonces los colegios lo que dicen es, “como los acosadores son ocho, pues casi es más fácil que esta niña acabe yéndose a otro colegio y ya está”. Problema: que se esa niña va a un colegio donde no tiene un grupo de iguales que le defiendan o tiene menos habilidad para defenderse -si es que eso no es exigible-; pues al final acaba concluyendo en un error gravísimo, y a veces vital, de que el problema es suyo.
El otro día estuve en Petilla de Aragón, en Navarra, donde nació Santiago Ramón y Cajal, que ha dicho frases tan bonitas como esta: “las neuronas son las mariposas del alma”. De niño, a Santiago Ramón y Cajal le pegaban y sufría acoso escolar. Claro, era Ramón y Cajal, premio Nobel, y le dijo a un pastor: “fórmame en tirar la honda, fortaléceme”. Al año se hizo un chaval fuerte -hay fotografías suyas- y le pegó una paliza al chaval que le pegaba. Pero no todos los niños y niñas tienen esa capacidad. Hace falta más valentía, más no mirar hacia otro lado.
Yo creo que sabemos lo que hay que hacer. En mis centros, si un chaval dice una frase que es un inicio de violencia de género o un inicio de acoso a otro compañero, eso se para en el minuto uno, pero a veces metes en esa acción a todo el grupo. Y me dicen, “pero eso es injusto”. Claro, totalmente injusto, pero “lo que quiero es que sepáis que por culpa de él estáis sancionados todos y que jamás le podáis permitir que vuelva a intentarlo”. Hay que tomar medidas. Y si a un padre le parece mal, me enfrento con él y le explico lo que estoy haciendo. Eso es tomar decisiones.
¿Cambiaría los protocolos actuales contra el acoso escolar?
No, yo creo que los protocolos están bien. Me he leído los protocolos de todas las Comunidades Autónomas y están muy bien. Yo lo que haría es hablar al principio de curso a los padres y decirles “espero que no pase nada, pero si pasase algo, yo no sé si su hijo va a ser del grupo de acosados, del grupo de acosadores, del grupo que mira hacia otro lado… no lo sé, pero ¿cómo vamos a actuar entonces? Vamos a llegar a un acuerdo de todos: la forma es esta”. Yo soy muy favorable a decir las cosas de antemano.
¿Qué cambiaría y que dejaría del sistema educativo actual, en lo que se refiere a mejorar el bienestar emocional de los alumnos?
Un Pacto de Estado de la Educación me parece fundamental. No es fácil, porque hablamos de colegios privados, concertados, hablamos de las lenguas de algunas comunidades autónomas, hablamos de ideologías políticas... Pues yo creo que hay que educar a los chicos para el presente, para el futuro, para que tengan criterio filosófico, para que tengan un sentimiento espiritual de la vida, religiosa o no, eso es otra cuestión, pero espiritual. El ser humano es físico, es biológico, social, es cultural… y es espiritual, no cabe la menor duda. No tiene más que mirar las estrellas y saber que no va a tener contestación a muchas preguntas que se va a formular.
A ti y a mí y a todos nos cambió en algo la vida un buen profesor, que no es el que más te enseñó, es el que más te transmitió.
En cuanto a los temas emocionales, yo voy a seguir haciendo lo que estamos haciendo: el máster, vamos a sacar el Vademécum, hemos generado un observatorio… Pero lo de los observatorios, me da miedo de que se quede solo en observar; hay que intervenir. Yo voy a muchos pueblos, a muchas ciudades de España y veo muchísimos profesores que son maravillosos. Luego tenemos otros que son incultos. Tener un profesor que es inculto es un problema. O, quizá, poco motivado; "¿usted por qué llegó aquí?". Hay profesiones en las que tienes que ser un vocacional, no solo que desempeñes tu trabajo.
Los hay que están en una escuela rural que tiene nueve alumnos de distintos años, con distintas circunstancias, y que a cada uno le da lo suyo; está el que se va a casa y se pone a recortar materiales y ve que su vida es maravillosa porque sabe que está haciendo lo mejor. A ti y a mí y a todos nos cambió en algo la vida un buen profesor, que no es el que más te enseñó, es el que más te transmitió. Eso es importante.
Yo doy clases en la Cardenal Cisneros, que pertenece a la Complutense de Madrid, y si tengo que acabar a las siete de la tarde, muchas veces acabo a las ocho. Y bajo las escaleras y bajo hablando con los alumnos, que me están preguntado cosas de psicología forense... Y, cuando llego al coche, digo “joe, qué cansado estoy”. A los chicos, si les explicas, les llevas y los traes... les apasionas. Claro, lo que no puedes hacer es decir “buenas tardes”, darte la vuelta hacia la pizarra y empezar a explicar las cosas sin haberlos motivado o ilusionado para aprender. Eso no va a funcionar.
¿Cómo es un buen profesor?
Un apasionado. Un buen profesor sabe que tiene que estar apasionado con lo que hace, que tiene que tener mucha creatividad, que tiene que gustar mucho a los alumnos. Y a partir de ahí, ha de buscar sacar adelante al chico más difícil. Yo, en mi trabajo, y trabajo en Fiscalía y trabajo en centros de menores, con chicos que han cometido delitos gravísimos, le digo a un chaval: “te voy a sacar adelante, quieras o no quieras, es igual”. Es como si alguien se está ahogando, me voy a tirar y voy a intentar sacarlo, quiera o no quiera. Solo con eso ya llevas ganado un 50%.
En mi centro, una chica que tuve hace un tiempo, Lucía, vino porque se cortaba las venas. Le dije, “esto no puede ser. Vamos a hacer una cosa: este chaval que está aquí, que es muy majo, nos hace una portada porque dibuja de maravilla y yo te hago un prólogo y tú escribes una guía pequeñita sobre por qué la vida”. Y la chica, Lucía, me mira a los ojos y me dice “Señor Urra, ¿si hago eso salvaré una vida?”. - “¡Sin duda!”.
Hace no mucho estuve en una conferencia en Castilla-León y estaba esa chica con sus padres y su profesor y le va genial. ¿Cuál fue el acierto? Pues que le quité el foco de ella misma, que ya no tenía ninguna ilusión por vivir, pero sí tenía la generosidad, el altruismo, el compromiso vital de sacar adelante a otra persona. Hay personas que no tienen ilusión para vivir, pero si le das una razón para comprometerse con los demás, lo hacen. Y eso lo hemos hecho con chicos que han cometido delitos gravísimos y funciona, ¡claro que funciona! Pero le tienes que dar un motivo, una expectativa, o girar el tablero y que entienda que puede ser útil. Esta es nuestra labor.






