Escuchar al pediatra hablar de retraso en la edad ósea de un hijo suele ser motivo de preocupación, pero ¿qué significa realmente? ¿Implica algún tipo de problema de salud o de retraso en el neurodesarrollo? ¿Cómo afecta en la adolescencia? Le hemos preguntado todas las dudas al respecto al Dr. Francisco Soldado, traumatólogo infantil, miembro de Top Doctors y creador de la Fundación Dr. Soldado (fundaciondrsoldado.com), quien manda un mensaje tranquilizador a los padres y explica cómo acompañar el desarrollo de los niños.
¿Qué es el retraso de la edad ósea?
La edad ósea es una medida del grado de maduración del esqueleto (huesos). Se evalúa con una radiografía, normalmente de la mano y la muñeca izquierda, comparando los huesos con imágenes de referencia (Atlas normalizado).
Cuando un niño tiene un retraso en la edad ósea, significa que sus huesos están menos desarrollados de lo que correspondería a su edad cronológica. Por ejemplo, un niño de 10 años (edad cronológica) puede tener una edad ósea de 8 años (edad biológica), lo que indica un crecimiento esquelético más lento.
El retraso óseo puede ser un signo de otras condiciones que conviene descartar.
¿Retraso en la edad ósea y baja talla es lo mismo?
No. El retraso en la edad ósea se refiere a la maduración (osificación) de los huesos, mientras que la baja talla describe la estatura del niño en relación con la media para su edad y sexo. Ambos pueden estar relacionados —ya que un desarrollo óseo más lento puede traducirse en menor crecimiento temporal—, pero no son sinónimos. De hecho, muchos niños con edad ósea retrasada acaban alcanzando una estatura normal en la adultez, solo que más tarde que sus compañeros.
¿Cómo afecta a los niños? ¿Tiene otro tipo de repercusiones para su salud o para su bienestar emocional?
En la mayoría de los casos, el retraso en la edad ósea no afecta a la salud general. Sin embargo, puede tener repercusiones emocionales o sociales: los niños suelen parecer más pequeños o más inmaduros que sus compañeros, lo que puede afectar su autoestima o la forma en que son percibidos en la escuela o en actividades deportivas, aunque de forma transitoria.
Desde el punto de vista médico, el retraso óseo puede ser un signo de otras condiciones que conviene descartar, como alteraciones hormonales, problemas nutricionales o enfermedades crónicas.
¿Se puede dar también en la adolescencia?
Sí. Durante la adolescencia, la edad ósea es especialmente importante porque marca el ritmo del crecimiento puberal. Un retraso óseo en esta etapa suele asociarse a una pubertad más tardía, pero también a un potencial de crecimiento más prolongado, el mayor pico de crecimiento. Es decir, estos adolescentes crecen más tarde, pero pueden seguir creciendo cuando otros ya han dejado de hacerlo y, de media, igualarse.
¿A partir de qué edad se puede empezar a detectar?
El retraso de la edad ósea puede detectarse desde la infancia, especialmente si se observan diferencias claras en la velocidad de crecimiento (gráfico con registro de la altura).
Durante la adolescencia, la edad ósea es especialmente importante porque marca el ritmo del crecimiento puberal.
Normalmente se investiga a partir de los 4–5 años, cuando el crecimiento ya puede compararse con curvas de referencia, aunque la radiografía de mano se suele solicitar si el crecimiento es persistentemente bajo o irregular.
¿Cómo darnos cuenta de que un niño o un adolescente crece menos de lo que debería?
Lo más fiable es medir al pequeño periódicamente y comparar sus datos con las curvas de crecimiento estandarizadas (curvas basadas en el crecimiento de la población general).
Si un niño se mantiene siempre en el mismo percentil, su crecimiento es adecuado; pero si desciende de percentil o crece menos de 4–5 cm al año (fuera de la pubertad), puede ser señal de un retraso del crecimiento. También puede observarse que su talla o su desarrollo puberal es visiblemente menor que el de sus compañeros.
¿Presentar un retraso en la edad ósea implica que será más bajo también en la edad adulta?
No necesariamente. De hecho, muchos niños con retraso óseo son lo que se llama “constitucionalmente lentos”: crecen y maduran más despacio, pero terminan alcanzando una estatura normal en la edad adulta. Solo en casos donde el retraso óseo se asocia a una enfermedad o a una alteración hormonal persistente puede haber repercusión en la talla final.
¿A qué puede deberse este retraso de la edad ósea?
Las causas son variadas. En la mayoría de los casos es una variante normal del crecimiento (retraso constitucional).
Otras causas incluyen:
- Factores genéticos (padres que también fueron “tardíos”).
- Problemas hormonales, como déficit de hormona de crecimiento o hipotiroidismo.
- Enfermedades crónicas (digestivas, renales, cardíacas).
- Malnutrición o estados de estrés prolongado.
Por eso siempre es importante una evaluación pediátrica completa con un número de proezas que van a depender del examen clínico.
¿Es necesario que estos niños sigan algún tratamiento, como pueda ser el de la hormona de crecimiento?
Depende de la causa. En la mayoría de los niños con retraso óseo constitucional no es necesario ningún tratamiento: el crecimiento se normaliza de forma espontánea con el tiempo. Solo si el retraso se debe a un déficit real de hormona de crecimiento u otra alteración endocrina, el pediatra endocrinólogo puede indicar tratamiento hormonal específico.
El seguimiento regular permite diferenciar entre un desarrollo normal tardío y una patología que requiere intervención.