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Psicología

Rafa Dávila, orientador educativo: “Identificar a un niño con altas capacidades no siempre es sencillo”


No siempre son niños brillantes en lo académico. A veces su impulsividad o su elevada sensibilidad oculta la alta capacidad y, a veces, simplemente intentan que "no se note".


Rafa Dávila, orientador educativo, educador social y experto en altas capacidades© Ana Cruz
2 de octubre de 2025 - 7:30 CEST

Las altas capacidades no siempre se detectan a simple vista. Un niño con altas capacidades puede ser un alumno brillante, pero también puede ser un mal estudiante que saca malas notas. Como dice Rafa Dávila, orientador educativo, educador social y experto en altas capacidades, “no hay una sola manera de ser de alta capacidad, sino tantas como niños y niñas existen”.

Hemos hablado con él y nos explica que hablar de altas capacidades es adentrarse en un territorio lleno de matices, donde no existen moldes exactos ni caminos idénticos. Cada uno de los niños y adolescentes con alta capacidad, nos dice, tiene su propia historia, sus rarezas, sus intensidades… “Y quizá ahí está lo más valioso: en aprender a mirar esas diferencias no como defectos que corregir, sino como superpoderes que necesitan ser reconocidos”. 

La alta capacidad no escribe el guion de la personalidad. Lo que sí hace es dar un color particular a la experiencia vital

Rafa Dávila, orientador educativo y experto en altas capacidades

Es habitual imaginar a un niño o un adolescente con altas capacidades como un niño responsable, estudioso y muy brillante. ¿Es siempre así? ¿Ha de tener siempre las mismas características desde el punto de vista intelectual y emocional?

Cuando pensamos en un niño con altas capacidades solemos imaginar al estudiante modelo: ordenado, responsable, con notas brillantes. Pero la realidad es mucho más amplia y, sobre todo, más humana. He conocido a niños que brillan en lo académico, sí, pero también a otros que se aburren, que se rebelan, que esconden lo que saben para no sentirse diferentes. Y también a los que sienten tanto, tan intensamente, que a veces parece que el mundo les queda demasiado estrecho. Las altas capacidades no son un molde, son un caleidoscopio. Cada giro muestra un color distinto. Y esas diferencias —esas “rarezas” que a veces incomodan— pueden convertirse en superpoderes si alguien se atreve a mirarlas con otros ojos.

¿Se puede hablar de una tipología en las altas capacidades? 

A veces hablamos de superdotación, de talentos específicos o de precocidad. Y está bien, nos ayuda a poner orden. Pero en la práctica, los niños no vienen con etiquetas impresas. Vienen con historias, con pasiones, con contradicciones. Algunos construyen universos enteros en su imaginación, otros desarman un aparato para entenderlo por dentro, otros sienten la injusticia como si les atravesara el pecho. Más que tipologías cerradas, lo que yo veo son formas singulares de estar en el mundo. Y cuando dejamos de buscar “la lista de características” y empezamos a escuchar a cada niño, descubrimos que no hay dos caminos iguales.

¿Hay relación entre cada uno de esos tipos y la personalidad del niño? Es decir, ¿tener una tipología intelectual u otra puede ir asociado a un determinado temperamento, a una mayor o menor sensibilidad o a una manera determinada de interactuar con sus iguales, por ejemplo?

Las capacidades no dictan la personalidad. Un talento matemático no convierte a un niño en alguien frío; un don verbal no lo hace necesariamente sociable. Pero sí ocurre que procesar más rápido, o sentir con más intensidad, deja huella en la forma de vivir. A veces esa huella se traduce en sensibilidad extrema, otras en soledad, otras en curiosidad inagotable. Lo importante es no confundir causa con destino. La alta capacidad no escribe el guion de la personalidad. Lo que sí hace es dar un color particular a la experiencia vital. Y esa singularidad, lejos de ser una rareza incómoda, puede ser una fuerza transformadora.

¿Qué diferencia hay en los términos “talento”, “alta capacidad”, “precocidad intelectual” y “superdotación”?

“Alta capacidad”, “superdotación”, “talento”, “precocidad”… Son palabras que intentan describir algo inmenso. Para mí, ninguna abarca del todo la riqueza de un niño. Sirven, claro, para orientar apoyos. Pero hay que usarlas con cuidado, porque una etiqueta puede abrir puertas… o cerrarlas. Detrás de cada término hay una historia única. Y lo esencial no es encajar a un niño en una palabra, sino descubrir cómo hacer que su luz encuentre espacio para brillar.

Niña explora en casa con una lupa© Getty Images

Si a todo lo anterior sumamos una doble o triple excepcionalidad, ¿qué otras variables puede haber?

Cuando además de la alta capacidad aparece otra condición —TDAH, autismo, dislexia— la vida se vuelve más compleja. A veces, el niño se mueve entre luces y sombras: puede resolver un problema complejo en segundos, pero perderse en una tarea sencilla; puede crear una historia deslumbrante, pero bloquearse ante una hoja en blanco. Son perfiles que obligan a mirar más despacio, con más empatía. Porque esas aparentes contradicciones no son debilidades: son parte del mismo mapa. Y en ese mapa, cada curva y cada obstáculo también puede ser un superpoder, si logramos acompañarlo con respeto.

Cada vez que alguien me pregunta por los “tips” para reconocer a un niño de alta capacidad, yo respondo lo mismo: no busques una lista, busca una historia

Rafa Dávila, orientador educativo y experto en altas capacidades

En la doble excepcionalidad con TDAH o autismo, ¿pueden estos niños enmascarar su alta capacidad?

Sí, muchos niños con doble excepcionalidad esconden su capacidad. El TDAH puede mostrar impulsividad o despistes que eclipsan la creatividad. El autismo puede hacer que su lenguaje o su forma de relacionarse confunda a quien solo busca lo “normal”. Es como si la alta capacidad se disfrazara para sobrevivir. Pero está ahí, esperando a ser descubierta. Y cuando alguien logra mirar más allá de la superficie, lo que aparece no es un déficit, sino una forma única de ser brillante.

Sabemos que muchos niños con TDAH reciben tantos mensajes negativos en torno a su capacidad (precisamente por sus problemas de atención y sus dificultades para estar quietos) que pueden afectar seriamente su autoestima. ¿Pueden estos problemas de autoestima hacer, en la doble excepcionalidad, que las altas capacidades pasen desapercibidas incluso en la familia? 

Los mensajes negativos hieren. Cuando un niño escucha cada día “no te concentras”, “no sirves”, “siempre igual”, empieza a construir su identidad sobre esa herida. Y entonces se esconde. Esconde sus ideas, sus preguntas, sus logros, para no exponerse a más críticas. Incluso la familia, sin querer, puede dejar de ver lo que hay detrás: la chispa de la curiosidad, la creatividad escondida, la profundidad con la que mira el mundo. La autoestima baja actúa como una capa que cubre el talento. Y romper esa capa requiere amor, paciencia y una mirada que se atreva a ver más allá de los fallos.

¿Un niño con altas capacidades es siempre fácil de identificar?

No, identificar a un niño con altas capacidades no siempre es sencillo. Muchos pasan desapercibidos porque se mimetizan, porque no quieren destacar, porque han aprendido a ser “invisibles” para no sentirse raros. Y otros muestran sus capacidades en terrenos que la escuela no siempre valora: el arte, la empatía, el pensamiento divergente. Por eso, cada vez que alguien me pregunta por los “tips” para reconocer a un niño de alta capacidad, yo respondo lo mismo: no busques una lista, busca una historia. Porque lo que revela la alta capacidad no es un rasgo aislado, sino la manera en que ese niño se relaciona con el mundo.

Rafa Dávila, orientador educativo, educador social y experto en altas capacidades© Lucla Ciara Photography
Rafa Dávila, orientador educativo, educador social y experto en altas capacidades

¿Por qué es necesario identificar pronto a un niño con altas capacidades?

Identificar pronto no significa etiquetar, significa acompañar. Cuanto antes se entienda cómo aprende, cómo siente y cómo sueña un niño, antes podrá crecer sin sentirse equivocado. Cuando se llega tarde, a veces encontramos un niño que ya se ha apagado, que ya se ha convencido de que ser como es constituye un problema. Cuando se llega a tiempo, lo que florece es confianza, autenticidad, la certeza de que su diferencia no es una carga, sino una posibilidad. Y al final, de eso se trata: de enseñarles que sus “rarezas” son, en realidad, sus superpoderes.

En definitiva, si algo nos enseñan las altas capacidades es que la diversidad es riqueza. No se trata de encontrar un perfil exacto ni de coleccionar “tips” que señalen a quién pertenece o no a esta categoría. Se trata de mirar a cada niño y preguntarnos: ¿qué necesita para crecer siendo él mismo? Porque al final, detrás de cada etiqueta, lo que late es una persona con un mundo interior inmenso, esperando ser escuchada. Y quizá, si conseguimos ver sus rarezas como lo que son —luces únicas en un cielo demasiado uniforme—, estaremos un poco más cerca de darles el lugar que merecen: no como excepciones incómodas, sino como protagonistas de un futuro más humano.

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