Los remedios caseros frente a los cólicos del lactante, al estreñimiento del bebé, a los resfriados de los niños… los han empleado generación tras generación las madres y las abuelas, y muchos se siguen aplicando a los más pequeños hoy en día. Sin embargo, no todos son eficaces y, lo más importante, no todos son inocuos; al contrario, algunos de ellos pueden suponer un grave peligro para la salud del niño. Sobre ello hemos hablado con la pediatra María Gascón, conocida en redes sociales como Pediatra de Pueblo (@pediatra_de_pueblo), que acaba de publicar el libro Guía de salud infantil para padres con dudas, abuelas con remedios infalibles y niños con mocos eternos (Ed. Grijalbo).
Como no podía ser de otro modo, le hemos preguntado también por esas dudas (cuándo llevar al niño a urgencias y cuándo no, alimentación, sueño infantil…) y qué hacer para evitar que los niños encadenen una infección respiratoria tras otra. Esto es lo que nos ha dicho:
No todo catarro necesita un viaje a las tres de la mañana, pero tampoco hay que restar importancia a señales de alarma que requieren atención inmediata
El libro es una guía para “padres con dudas”. ¿Cuáles son las más habituales que encuentra en su consulta?
Las dudas estrella son las que yo llamo “FAS”: Fiebre, Alimentación y Sueño. Todos los padres suelen querer lo mismo: que sus peques coman de todo, que duerman toda la noche del tirón y que nunca tengan fiebre. En mi libro, a cada uno de estos temas les dedico un capítulo entero.
¿Y los remedios “infalibles” que no sirven para nada o que incluso son contraproducentes?
Hay que distinguir entre los remedios caseros que son simplemente inútiles y los que pueden ser peligrosos. No es lo mismo poner una cebolla cortada en la mesilla “para la tos” (que lo único que conseguirá es ambientar la habitación) que darle anís a un bebé de un mes para los cólicos, que puede provocar problemas neurológicos graves. El cariño de los abuelos y de la tradición es infinito, pero no convierte un mito o remedio en medicina.
Es habitual también que muchos padres, sobre todo primerizos, salgan corriendo con su bebé a urgencias, a veces de manera innecesaria: ¿cuándo no es necesario acudir a urgencias y qué hacer en esos casos?
En el libro dedico capítulos enteros a los grandes clásicos de la crianza (alimentación, sueño, dientes…) y también a los grandes síndromes o dolencias pediátricas (fiebre, vómitos, diarrea, manchas en la piel, etc.). En todos he intentado dejar claro un triple mensaje: cuándo no hay que preocuparse y basta con observar (por ejemplo, si tu peque de 3 años tiene mocos, aunque sean verde fosforito, siempre que no tenga fiebre, coma bien y presente buen estado general); cuándo conviene pedir cita con el pediatra (si esos mocos se acompañan de tos o fiebre, pero el niño mantiene buen estado general y no presenta dificultad respiratoria); y cuándo hay que salir corriendo a urgencias (si esos mocos, tos y fiebre aparecen en un bebé de unos días de vida). Porque no todo catarro necesita un viaje a las tres de la mañana, pero tampoco hay que restar importancia a señales de alarma que requieren atención inmediata. La idea es dar a las familias un mapa sencillo y práctico para que sepan orientarse sin miedo.
¿Cuándo sí hay que tener claro que hay que llevar al bebé o al niño a urgencias?
En el libro le dedico un capítulo entero e intento resumirlo con ejemplos claros, pero, a grandes rasgos: si un niño tiene dificultad para respirar, está muy decaído o no responde como siempre; si presenta vómitos que le impiden retener líquidos o signos de deshidratación (ojos hundidos, orina escasa), si sufre una convulsión; si aparecen manchas en la piel que no desaparecen al presionarlas (las llamadas petequias); o si tiene fiebre un bebé de menos de 3 meses, entre otros motivos. Son situaciones que no pueden esperar a la consulta del pediatra. La clave es que las familias reconozcan esas señales de alarma para no quedarse cortos… pero tampoco vivir en un sobresalto constante por cada moco o décima de fiebre.
¿Por qué muchos niños, en cuanto empiezan la escuela infantil, empiezan casi al mismo tiempo a estar casi permanentemente enfermos?
De ahí parte del título “niños con mocos eternos”. El primer año de escuela infantil puede ser todo un reto. Es cierto que los nenes que van a la escuela infantil se ponen enfermos con mayor frecuencia que los que no. Esto ocurre porque su sistema inmune “está en prácticas”; es la primera vez que se enfrentan con esos microorganismos, principalmente virus. La mayoría no dejan inmunidad duradera, así que van encadenando un episodio tras otro y da la sensación de que están enfermos de forma permanente. Por eso decimos los pediatras: “los mocos se cogen en septiembre y se sueltan en junio”.
¿Se pueden evitar esos contagios?
No del todo: no hay un “jarabe milagroso” que evite que un niño enferme. Lo que sí funciona son medidas sencillas y al alcance de todos como: lavarse las manos con agua y jabón, ventilar a menudo los espacios cerrados, ofrecer una alimentación sana y variada, prolongar la lactancia materna el mayor tiempo posible, hacer deporte, no fumar delante de los niños o tener al día el calendario vacunal (o de inmunizaciones, como es más correcto llamarlo ahora).
El mejor consejo que puedo dar a los padres es que abracen mucho a sus hijos; estos momentos pasan rápido y, con el tiempo, echarán de menos esos abrazos nocturnos que hoy a veces parecen una batalla para que se queden dormidos.
¿Qué hacer para tratar a los niños?
La mayoría de las infecciones en los niños son causadas por virus y se curan solas, pero sí podemos hacer un tratamiento sintomático para que estén más cómodos: lavados nasales para despejar la nariz y facilitar la respiración, administrarles un antitérmico si la fiebre es molesta, mantenerlos bien hidratados si vomitan o tienen diarrea, etc.
¿Cuándo se les puede llevar de nuevo a la escuela infantil? Sabemos que muchos padres, por problemas de conciliación, le acaban dando Apiretal® o ibuprofeno para poder llevarlos antes de tiempo…
Este tema siempre genera debate. Está claro que la escuela infantil o el cole no son el mejor lugar para un niño enfermo, pero la vida moderna a veces lo pone muy difícil para conciliar. Entiendo que a algunos padres no les quede otra que “hacer malabares” con el antitérmico. Lo ideal es esperar hasta que lleve más de 24 horas sin fiebre (sin medicación para bajarla), más de 24 horas sin vómitos ni diarrea, no tengan dificultad para respirar y con buen estado general y por supuesto siempre que el pediatra no haya dicho lo contrario, como en el caso de la varicela por ejemplo.
¿Recomendaría a todas las familias el BLW (Baby-Led Weaning) o deben estar preparadas para ello?
El BLW es una opción, no una obligación: simplemente otra manera de introducir la alimentación complementaria. Creo que es importante que los padres lo conozcan y sepan que tiene grandes ventajas. Pero también entiendo que a muchas familias les pueda dar cierto respeto o miedo empezar de esta forma. Todas las familias deben estar preparadas, independientemente de la forma elegida: saber cómo actuar ante un atragantamiento, qué alimentos demorar hasta que el niño sea más mayor o cómo cortar y ofrecer ciertas texturas.
¿Qué deben saber las familias acerca del sueño infantil? ¿Pueden hacer algo para que sus hijos duerman mejor?
El sueño es uno de los grandes “temazos” en pediatría. Hay que dejar claro que un recién nacido no duerme igual que un bebé de un año, ni que un niño de cuatro, y ya ni hablamos del sueño del adulto. Dormir es un proceso madurativo. Se va adquiriendo con el tiempo y no se puede “entrenar” como si fuera un deporte.
Lo más importante es que los padres aprendan a respetar los ritmos de su hijo y establezcan algunas rutinas diarias: evitar las pantallas un par de horas antes de dormir, no sobrecargarlos de actividades porque un niño cansado suele dormir peor, crear un ambiente confortable y relajado, etc. Y, sinceramente, creo que el mejor consejo que puedo darles es que abracen mucho a sus hijos; estos momentos pasan rápido, y con el tiempo echarán de menos esos abrazos nocturnos que hoy a veces parecen una batalla para que se queden dormidos.





