Ir al contenido principalIr al cierre de página
Mar López, pediatra y autora© marlopez_pediatra

Rabietas

Dra. Mar López, pediatra: ‘No hay ningún niño que tenga más rabietas de lo normal’

La divulgadora da pautas muy concretas y sencillas para ayudar a los niños a gestionar sus rabietas y poder así tener un mejor ambiente familiar


12 de junio de 2025 - 7:30 CEST

Si hay algo que frustre a muchos padres, es una rabieta en sus hijos. Más aún cuando las rabietas se dan a menudo o cuando ya son más mayorcitos y siguen reaccionando igual. ¿Qué hacer en estos casos? ¿A qué edad se supone que los niños ya no tienen rabietas? 

Nos responde a estas y a otras dudas comunes la Dra. Mar López, pediatra y divulgadora, que acaba de publicar el libro ilustrado infantil El monstruo de las rabietas (Ed. BEASCOA). Hemos hablado con ella y nos lo explica con ejemplos muy sencillos y visuales para ayudar a cualquier familia a superar estos momentos, que son, a veces, complicados de gestionar. 

No se trata de que no sientan rabia cuando van creciendo; rabia la van a sentir siempre

¿Por qué es necesario hablar a los niños sobre el significado de la rabia?

Porque, igual que le hablamos de las otras emociones, como de la tristeza (ocurre, por ejemplo, una muerte en la familia y le hablamos de la muerte y de la tristeza, o se enfadan con un amiguito y ahí hay tristeza…) Pero a veces también hay rabia. Es necesario hablar de todas las emociones para que un niño crezca de forma sana, aceptando todas esas partes de él mismo. 

Y, por otro lado, la rabia parece que tiene un estigma (“la rabia es mala"). A nosotros nos enseñaron a no mostrarla; era una falta de educación, mostrar rabia estaba mal, eras un niño malo si mostrabas rabia, si pegabas a alguien… pegar a un hermano o a un primo, estaba mal, pero ¡imagínate pegar a un padre o una madre! Eras un niño malísimo, en lugar de enseñarles que era normal lo que estaban sintiendo, pero que podían hacerlo de una forma sana, y reconducirlo

Así que ¿por qué es necesario hablar a los niños del significado de la rabia? 

Para que crezcan sanos, aceptando todas sus emociones como normales porque, si capamos la rabia, al final nos quedamos sin la función que viene a cumplir la rabia. 

Por ejemplo, si a mí una persona me pega o me trata mal, yo voy a necesitar sentir rabia para salir de esa relación (que puede ser la de dos niños pequeños, en la que uno siempre está molestando a otro) o para poner un límite a ese otro compañerito mío o para salir de una relación de adultos: imagínate, una mujer pega a un hombre (no tiene por qué ser siempre un hombre o mujer) y le pega con frecuencia. Pues a lo mejor ese hombre tiene que salir de esa relación. 

Lo que viene antes, entre niños, es poner límites. Un niño me pega, yo siento rabia y pongo un límite: “¡para!”, “no”. Si no hablo de la rabia a mi hijo y no le explico, si no le digo que es normal lo que siente y no le explico que tiene una función y se la capo (porque lo que ocurre no es que le dejemos que de forma natural lo aprendan, sino que normalmente la capamos, no le dejamos expresarla), pues al final esa emoción pierde su función: gracias a que siente rabia es capaz de poner un límite. 

¿Por qué los niños suelen enfadarse más o tener más rabietas cuanto más pequeños son?

No se enfadan más, se enfadan lo mismo; lo que pasa es que, entre los dos y los tres años, es cuando su cerebro madura y hay una serie de cosas que aprende, como por ejemplo, que es alguien distinto a ti y que, por tanto, puede decir que no, si no quiere algo. Y, claro, se da cuenta de que muchas cosas que tú querías (“ahora tienes que dejar de jugar para ir al baño”, “ahora tienes que dejar de jugar para ir a comer”, “ahora tienes que dejar de jugar porque nos vamos de casa”…), pues ellos no las quieren hacer, obviamente, porque ellos aprenden a través del juego y el juego es su vida, es lo más importante para ellos y dónde se sienten mejor. 

Les estamos sacando constantemente de su trabajo como niños, que es jugar; les estamos interrumpiendo de su trabajo constantemente para llevarles a hacer otras cosas y es normal que ellos nos pongan límites y nos digan que no, porque no quieren, porque eso les da rabia, se enfadan y nos dicen que no, nos ponen un límite. Lo hacen muy bien. Ellos hacen su trabajo como lo tienen que hacer: es poner un límite cuando sienten rabia y decirnos que no. 

Lo que ocurre es que somos nosotros los que tenemos que poner límites que les cuidan, como es tener “sí, es que tenemos que irnos porque tienes revisión médica” o porque tienes que ir al colegio o porque ahora hay que ducharse o porque ahora hay que cenar… porque si no ellos estarían jugando y a lo mejor no cenarían. 

Hay niños que se enfadan incluso menos que los adultos, pero ellos lo expresan de esta manera porque su córtex prefrontal no está desarrollado

No se trata de que no sientan rabia por otras cosas cuando van creciendo, por ejemplo, por problemas que pueden tener con amiguitos en su cole o vecinitos o primos o hermanos… Siguen sintiendo rabia por diferentes motivos. En la adolescencia, por ejemplo, el grupo es muy importante y hay mucha rabia (entre otras cosas, también hay alegría); rabia la van a sentir siempre. 

Nosotros también sentimos rabia y hay gente que siente mucha rabia constantemente por un montón de cosas diferentes que le van ocurriendo: “es que este coche de delante se ha parado”, “es que ahora iba a ir no sé dónde y se me ha colado uno en el supermercado”... Hay que ver de dónde viene esa rabia para saber por qué esas cosas nos molestan o nos duelen.

Pero no es que los niños se enfaden más o tengan más rabietas; todo lo contrario. Hay niños que se enfadan incluso menos que los adultos, pero ellos lo expresan de esta manera porque su córtex prefrontal no está desarrollado y es el que les dice “ay, no, esto no lo puedes hacer aquí, no puedes hacer pipí en público”; a los niños, de pequeños, les da igual, hacen donde hacen pipí donde sea, y poco a poco van creciendo y van viendo que no pueden bajarse los pantalones y hacer un pipí en público. Pues este es el córtex prefrontal también, que es el que regula esa respuesta. 

Los niños, cuando son muy pequeños, no tienen ese córtex desarrollado; por tanto, explotan en cualquier lugar, de cualquier forma y, poco a poco, se va desarrollando y van haciéndolo de otras formas. Lo importante es que ellos aprendan a hacerlo de una forma sana, porque ahora están en ese momento en el que pueden aprender a hacerlo de una forma sana, y no lo van a aprender de un día para otro. Si te pegan, a lo mejor al día siguiente te vuelven a pegar; tú vas a ir insistiendo en que lo hagan de una forma sana y, poco a poco, lo irán aprendiendo. 

¿A qué edad se supone que ya no deben tener rabietas y expresar lo que sienten de una manera más pausada?

No es que haya una edad en la que dejen de ocurrir rabietas; son niños que a lo mejor explotan, patalean, pegan... Pues mira, ayer en un cumpleaños, una amiga de mi hija tuvo una rabieta y tiene seis años y unos días. Aunque la típica rabieta la solemos ver más en niños de dos-tres años, también muchas veces las vemos en niños de cinco o seis años o, incluso, mayores, o incluso adultos. ¿Nunca te has girado y le has dicho a tu pareja o a algún amigo muy amigo “acabas de tener una rabieta” y te ha dicho “pues sí, es verdad”?. 

Por ejemplo, le oyes decir “¿a ti te parece normal que los políticos estén haciendo esto?”, “¡es que cogería el poste este que nos han puesto de basura y lo tiraría, pienso ir con un tanque y me lo cargo!”... Al final esto es una rabieta, pero claro, no pegan o no patalean porque han aprendido que de esta manera no es socialmente aceptado, pero es una pataleta. Igual lo que hay debajo es lo mismo, lo que pasa es que lo empiezan a hacer de otra forma. 

Si tu hijo tiene, con dos años, rabietas con pataletas, y tú, desde los dos años, le estás explicando que la rabia es normal, que la rabia es sana, que la rabia también le va a ayudar a defenderse, a poner límites, pero que no puede pegar a otros, no puede gritar a otros, no se puede hacer daño a él mismo y le acompañas a sacar la rabia de una manera en la que tú ves que le irá bien, poco a poco va a ir viendo que de esta otra manera también se puede sacar rabia y que también siente alivio sacando la rabia de esta otra forma. 

Y a lo mejor con tres años y medio ya lo está haciendo así. Si empiezas a enseñar esto a un niño con cuatro años, pues a lo mejor con cinco y medio o seis ya ha aprendido a hacerlo de esta manera. Depende un poco de lo que tarde cada niño y de su curva de aprendizaje y desde qué edad se ha hecho. 

El Monstruo de las Rabietas, de Mar Lopez

¿Qué ocurre si no expresan, bien con palabras o bien mediante pataletas, la rabia o el malestar que llevan dentro?

Si no expresan bien la rabia, la rabia se queda dentro y, al final, la saca hacia él mismo (son niños que ves que se pegan a ellos mismos, se pegan cabezazos contra las paredes o te hacen comentarios como “después me voy a matar” o “mi vida no vale nada” y cosas así). Y, cuando no la sacas, normalmente acaba saliendo por algún lugar, como ansiedad o depresión. Esa rabia necesita salir; si no sale de una manera, al final saldrá de otra. 

¿Cómo ayudarles a gestionar esa rabia?

Lo primero es hacer un trabajo con nosotros mismos para ver cómo gestionamos nosotros nuestra propia rabia. Porque si le decimos a un niño “tienes que poner límites; si un niño te hace esto, tú le dices ‘esto no me gusta’”, pero luego viene tu amiga a tu casa, te hace, lo que sea, se va y le dices a tu marido “es que es muy fuerte porque viene y nunca recoge, nunca nos ayuda a recoger, mira cómo han dejado la habitación los niños y se va y ¡hala!”... tú no le enseñas a tu hijo a poner límites a los demás. 

Ahí le enseñas que, cuando una persona viene, puede hacer lo que le da la gana, aunque a ti no te guste, tú no le vas a poner ningún límite y luego te vas a quejar de eso, pero tampoco vas a hacer nada.  Y, al final, ese enfado muchas veces es contra nosotros mismos porque no soy capaz de decirle esto y muchas veces, cuando acabamos diciéndolo, lo acabamos diciendo mal, explotando y acabamos asociando que poner un límite es perder un amigo, cuando no es así si tú lo haces de una forma respetuosa: “Oye, ¿te importaría echarme un cable? Porque si no, luego la habitación queda fatal”. Así, enseñas a tus hijos a poner límites.

Cuando tú tienes rabia dentro, lo mismo: si yo estoy muy enfadada porque le dije a mi pareja que viniera aquí a las 5:00 porque a las 05:15 me tenía que ir para llegar a mi clase de yoga y ha llegado a las 05:30 y estoy súper enfadada porque siento que no me tiene en cuenta, pues a lo mejor necesito irme a la habitación a gritar contra el cojín, patalear, darle al colchón... Os prometo que sentís un alivio cuando empezáis a hacer esto. 

A mí me cambió la vida, o sea, un alivio brutal y ya no tienes la necesidad de discutir. Igual luego vas a tu pareja, le dices mira, esto que has hecho me ha hecho daño porque siento que no me tienes en cuenta, siento que para ti no he sido importante, siento que no has pensado en mí o lo que sea que hayamos sentido. Expresarle “esto me duele por esto” y buscar una solución. Todo dependerá, obviamente, de la respuesta del otro también. 

Si no expresan bien la rabia, la rabia se queda dentro y, al final, la saca hacia él mismo

Si le mostramos que nosotros sacamos nuestra rabia, lo podemos hacer solos en una habitación, pero sí decir necesito irme a sacar la rabia. Cuando los niños nos ven cómo lo hacemos, ellos toman nota de que eso es normal, eso es sano. No lo hemos hecho fuera, no lo hemos hecho contra nadie, nos hemos esperado a estar en casa, pero lo hemos hecho, lo hemos sacado y eso es un trabajo personal porque al principio no lo quieres hacer.  

Esto es como cuando alguien te dice "quiero llorar y no puedo" porque le han enseñado a no llorar, a que llorar es de chicas, llorar es de débiles, y entonces tiene el llanto atascado y, hasta que no llora, no nota alivio. Pues hasta que tú no saques la rabia que tienes atascada, no vas a notar alivio, igual que necesitas llorar cuando estás triste. 

¿Y cómo enseñamos al niño a sacar su rabia? Pues, primero, lo que he dicho, dando ejemplo y, segundo, buscando cosas que se adapten a lo que veamos que el niño necesita. Por ejemplo, si vemos que es un niño que necesita patalear mucho y pegar en el suelo, pues le ponemos una colchoneta para que patalee y pegue en la colchoneta, que no se va a hacer daño. 

Si vemos que es un niño que te lanza cosas, pues cogemos una pelota blandita que pueda lanzar, en una zona en su habitación, al suelo con fuerza 100.000 veces. Si vemos que es un niño que tiende a gritar, podemos acompañarle a gritar en otro lugar; si quiere hacerlo solo, lo puede hacer solo o lo puede hacer acompañado de nosotros. Nosotros podemos empezar un poco sin asustarle para que vaya viendo y el peque, poco a poco, se animará. 

¿Cuándo se considera que un niño tiene más rabietas de lo ‘normal’?

No hay ningún niño que tenga más rabietas de lo normal. Si tú sientes mucha rabia, tienes que sacarla. Si un niño siente mucha rabia constantemente, hay que revisar por qué ese niño está sintiendo tanta rabia, y casi siempre la respuesta está en nosotros porque hay alguna necesidad que no estamos cubriendo de ese niño. 

Por ejemplo, si este niño llega muy cansado a las 15:00 de la tarde a casa, cuando sale del cole, y nosotros aprovechamos para ir a hacer la compra porque no tenemos otra opción, aprovechamos para ir a comprar el regalito de cumple de este fin de semana de su amigo y aprovechamos para ir a casa de los abuelos a ver si nos dan algún tupper de comida, pues este niño que ha estado todo el día en el cole, a lo mejor lo que tiene es necesidad de estar en casa tranquilo, jugando con su mamá o su papá en presencia; es decir, que le dediquemos un ratito, que estemos con con él o ella disfrutando de hacer algo juntos con tranquilidad o que pueda moverse en libertad, porque hay niños que se mueven mucho y que en el cole están sentados muchas horas y necesitan moverse, correr, saltar y están en el coche sentados en la silla. 

Hay veces que el pequeño encuentra su lugar en la familia llamando la atención por otros lados, como por ejemplo “yo llamo la atención pintando en la pared, cuando me han dicho que no se puede pintar en la pared”

Al final nos van a hacer una rabieta en el super, nos van a hacer una rabieta cuando vayamos a casa de los abuelos a por el tupper o nos van a hacer una rabieta cuando vayamos a comprar el regalo del cumple del amiguito… y vamos a decir “es que no para de hacerme rabietas”. Pero es que nosotros no estamos escuchando su necesidad. 

Es como si hace un día te duele la cabeza y tienes mucha hambre y te dicen “no, hasta las 15:00 no puedes comer, son las 8” y tienes que aguantar toda la jornada laboral, pues a lo mejor la aguantas no muy bien. En cambio, no pensamos que los niños también tienen unas necesidades que necesitan ser cubiertas

Y el quid de la cuestión aquí está en equilibrar las necesidades de todos, porque nuestras necesidades tampoco podemos olvidarlas, tenemos que tenerlas en cuenta, pero a lo mejor sabemos que con el peque podemos hacer una cosa, pero no podemos hacer tres. 

O que vamos a intentar hacer un día todas esas cosas, sabiendo que ese día el niño me va a hacer un montón de rabietas, pero a cambio los otros días sí que podremos estar en casa tranquilos, que es lo que el peque necesita. 

Hay que ir viendo por qué ese niño está teniendo tantas rabietas. Yo tuve un caso también en consulta que me decían los padres que el hermano mayor nunca tiene ningún problema y a la pequeña nada le va bien y todo es una rabieta. Y, cuando empezamos a trabajar con ellos, nos dimos cuenta de que la peque no podía elegir nada, no le dejaban nada a elegir, ni siquiera el color del coletero. Ella quería un coletero azul y no, tenía que ser blanco, a conjunto con el traje del colegio y el que ella quería no le dejaban. 

Es como bueno, ya el padre, la madre y el hijo mayor habían llegado a unas rutinas a las que ella se tenía que integrar y esas rutinas no se habían adaptado a algunas necesidades que ella también tenía, porque al final una persona nueva en la familia tiene unas necesidades nuevas que también tenemos que escuchar. 

Y, cuando empezamos a encontrar esos equilibrios, también mejoró mucho. Gestionar esa rabia de la niña como una forma normal es importante, pero también ver de dónde viene y cómo podemos cubrir esa necesidad primero. 

Otro ejemplo muy claro es cuando el niño llega del cole y le decimos “toma, tienes que merendar, ¡ven, siéntate aquí a merendar!, ¡que te he dicho que no te levantes!”... Cuando, a lo mejor, lo que tiene es ganas de expandirse, de salir a correr. Y, cuando ya ha terminado de merendar y se puede ir a jugar, “no, espérate, que has venido llena de barro, te voy a dar una ducha primero y ya luego juegas”. 

Cuando por fin está en la ducha, está a gusto y está haciendo experimentación y no quiere salir porque está mezclando jabones, está haciendo sus cosas de la ducha, sus juguetes, pues entonces tiene que salir, porque luego nos tenemos que ir un momento a comprar... Y entonces al final el niño acaba el día que dice “pero, mira, entre que me he tenido que sentar a merendar, me he tenido que sentar a cenar, he tenido que ir a la ducha, he tenido que salir, me he tenido que poner la crema, lavar los dientes, quedarme quieto mientras me secaban el pelo mientras me ponían el pijama…”. 

Muchas veces nos cuesta a nosotros entender que les estamos dando muchas veces órdenes constantemente y parando y limitando su juego, que es precisamente a través de lo que ellos aprenden y lo que necesitan. 

Niña con una rabieta© Getty Images

Un niño que tiene muchas más pataletas de lo habitual, que nos da la sensación de que siempre o casi siempre está enfadado, ¿puede ser indicativo de algo?

De muchas cosas, pero casi siempre de una necesidad no cubierta. Por ejemplo, hay niños también que en casa ven que nunca llaman “la atención”; por ejemplo, si vas a un colegio tradicional, donde hay una serie de deberes y tiene un hermano o una hermana mayor a quien se le da bien hacer fichas, se le da bien hacer deberes y, entonces, llega el pequeño y, a lo mejor, por algún motivo, porque tiene dislexia o por algún motivo que desconocemos le cuesta mucho más estar sentado. 

O porque es diferente, es un niño más movido que necesita moverse mucho más antes de poder concentrarse y no le estamos dando eso que necesita, y no está pudiendo sentarse a hacer un dibujo o no está pudiendo sentarse a hacer una ficha y, al final, todos los elogios son para el mayor, no para el pequeño. 

Hay veces que el pequeño encuentra su lugar en la familia llamando la atención por otros lados, como por ejemplo “yo llamo la atención pintando en la pared, cuando me han dicho que no se puede pintar en la pared”, “saltándome los límites que me han dicho, de forma que yo pueda obtener la atención de mis padres”. Lo que más quieren nuestros hijos es nuestra atención. 

Si un niño siente mucha rabia constantemente, hay que revisar por qué ese niño está sintiendo tanta rabia, y casi siempre la respuesta está en nosotros porque hay alguna necesidad que no estamos cubriendo de ese niño

No sé si habéis visto estos vídeos que a veces hay en Instagram, en YouTube, donde le preguntan a los niños “si mañana pudieras cenar con cualquier persona de este mundo, ¿con quién elegirías?” Y todos dicen “mi papá” o “mi mamá”. Somos como los cracks de su universo, y nuestra atención es lo que más desean y quieren nuestros hijos, de forma que les da igual cómo mientras la obtengan. Poco a poco hay que ir viendo eso. 

Si tú, en lugar de ver solo una pintada en la pared, ves “¿ha pasado algo y ha intentado hablar y no ha podido?” o “¿nos quiere decir algo y no le estamos dejando, no le estamos prestando la atención que necesita en ese momento?”... Pues a lo mejor actúas de otra manera y, en lugar de “¡¿pero cómo has pintado esto?!”, le dices “cariño, ¿qué ha pasado?”. 

A mí mi hija también me ha pintado un baño y le he tenido que decir “Cariño, ¿qué pasa?”, pero desde una preocupación de “¿qué te pasa?, ¿qué sientes?, ¿por qué has sentido esta necesidad? Y a veces no hay nada más que estaba jugando con la amiga y les ha parecido una buena idea, pero hay veces que sí que hay.

¿Cuándo esos comportamientos hemos de considerarlos disruptivos y no una simple pataleta?

Yo no creo que haya un comportamiento disruptivo en un niño porque, al final, todo viene por algo, absolutamente todo. Y siempre está muy relacionado con nosotros, porque somos su familia, es con quien más horas está al día, las personas más importantes para él o ella, de forma que, si nosotros somos capaces de ver qué necesita el niño, qué necesitamos nosotros (también muy importante), y decir “vale, vamos a encontrar el equilibrio: tú necesitas esto, pero es que yo también necesito esto” y se lo explicamos a nuestros hijos, dependiendo de la edad, obviamente, pero poco a poco se lo vamos explicando. 

Mi hija, que ya tiene cinco años, que sabe que un día la duerme mamá, un día la duerme papá y ella me dice “es que yo quiero que me duermas tú, muchas veces no me duermes tú”. Y le digo “ya, ya lo sé, que tú quieres que yo te duerma y a mí me encanta dormirte, pero es que cuando te duerme papá, yo también aprovecho esa hora para descansar y necesito estar descansada”. Y

 el otro día le dije “¿y sabes para qué necesito estar descansada?" Y ya lo saben todo; ella me contestó: “sí, porque así eres una mamá mejor, más tranquila, que te apetece más jugar”. Ella lo entiende. Es decir, ponemos palabras a lo que está pasando: “vale, ya sé que tú ahora no quieres ir al supermercado, sé que estás súper cansado, sé que para ti no es el mejor momento, pero cariño, no teníamos otro momento para ir al súper, entonces te lo voy a hacer lo más fácil posible: te voy a llevar un ratito en brazos, te vamos a colocar en la sillita del carro o vamos a comprar tu fruta favorita y, al volver a casa, jugaremos un ratito a bebés o a lo que tú sepas que es su juego favorito del mundo”. Que sea algo realista, algo que puedas cumplir. 

De esta forma, es como si tú un día estás muy cansada y tu pareja te dice “necesito que me acompañes sí o sí hacer unos papeles del banco” y tú dices “¿pero no puedes ir tú solo?”, y te dice “no, es que necesito que vengas porque es que si no yo solo no puedo porque no sé qué”. 

Al final, vas estando súper cansada y, si tu pareja te dice “no ha sido para tanto”, es peor. En cambio, si tu pareja te dice “oh, cariño, entiendo que estás súper cansada, que estás haciendo un mega esfuerzo para acompañarme a entregar los papeles del banco; si quieres, esta noche preparo yo la cena y tú descansas un ratito”, sientes que ha entendido cómo estás. “Se ha puesto en mi lugar, de alguna manera, ha empatizado conmigo, me ha validado, hemos buscado una alternativa”. Y tú ya vas al banco con cara de alegría; vas al banco estando cansada, pero con otra actitud. 

Pues con los niños igual. Estoy viendo lo que te está ocurriendo. ¿Cómo vemos lo que les ocurre a nuestros hijos? Una parte de su intuición, lo sabemos, aunque nos están diciendo por todas partes que el niño te intenta manipular, que el niño te intenta mil cosas, pero no es así. 

El niño es bueno, el niño nace bueno en toda su totalidad y somos nosotros los que le decimos “¡eres malo!”, este tipo de comentarios que, al final, los niños acaban creyendo que son verdad. Tenemos que entender las necesidades de nuestros hijos y, para entenderlas, tenemos que conectarnos mucho con esa intuición, con esto que tenemos dentro, que cuando hacemos una cosa u otra nos dice “ay, sí, me siento a gusto con cómo lo gestionado hoy con mi hijo” o nos dice “ah, no, esto no me deja a gusto, no siento que soy yo haciendo esto con mi hijo, siento que soy mi madre, siento que soy mi padre, yo quiero hacer de esta forma, no de esta otra, no como yo aprendí o no lo que me sale automático porque noto que me duele de alguna manera o que siento que no soy quien yo querría ser, me siento muy sargento”.

El niño nace bueno en toda su totalidad y somos nosotros los que le decimos “¡eres malo!”

Hay que buscar por ahí y, después, la terapia ayuda mucho porque ahí es cuando entiendes “ah, vale, esto me enfada, el enfado de mi hija es un enfado realmente mío”, “esto me duele porque, si no me siento escuchada, no me siento validada, no me siento importante porque no me escucharon cuando yo era pequeña”. 

Y ver de dónde vienen todas esas cosas que tú estás sintiendo, porque cuando tú te entiendes mejor, eres mucho más capaz también de entender a otro, de ver de dónde vienen las heridas del otro, de ver por qué está haciendo esto o lo otro tu hijo y también más capaz de entender esas necesidades y ponerlas sobre la mesa y decirle “ya sé que tú necesitas esto, pero yo necesito esto, hoy vamos a hacer lo que yo necesito, mañana haremos lo que tú necesitas”.  

Cuando esto es así, el niño está bien, es un niño equilibrado, es un niño feliz, el niño se siente bien. Cuando eso ocurre, no tiene rabietas de más, tiene las que tiene que tener, las normales porque porque es un niño pequeño y las va a hacer. No es que porque haga muchas es un niño con una conducta disruptiva; si hay constantemente rabietas cada día,  hay que ver qué está pasando. A lo mejor este niño necesita algo que no estamos viendo. 

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.