Beneficios físicos y psicológicos de hacer deporte en niños con cáncer©AdobeStock

Salud

La mejoría del cáncer infantil puede acelerarse mediante el ejercicio físico

Hacer deporte es seguro y está bien tolerado por los niños y adolescentes durante el tratamiento contra el cáncer. Estos son todos sus beneficios físicos y psicológicos.

El deporte en niños con cáncer tiene beneficios físicos y psicológicos. Así lo garantizan desde la fundación Uno entre Cien Mil, con quienes hemos hablado para dar con todos los beneficios reales de esta práctica en menores como parte del tratamiento contra la enfermedad.

Elena Huarte-Mendicoa, directora de la fundación, nos cuenta que en 2018 impulsaron un proyecto de investigación para demostrar los efectos del ejercicio físico en el sistema inmune de los pacientes con cáncer. Entre ellos, la mejora de la supervivencia, acortamiento de estancia en hospitales, paliación de efectos secundarios...

 

Beneficios físicos reales

La doctora Carmen Fuiza-Luces garantiza que los beneficios del ejercicio físico se reflejan, sobre todo, en mejoras en la fuerza muscular de los niños y adolescentes con cáncer. “También en su capacidad funcional en general, especialmente a la hora de realizar actividades físicas de la vida diaria, como subir escaleras”, expone.

Los niños con cáncer son más sedentarios que sus coetáneos saludables ya que pasan mucho tiempo en la cama. “En la mayoría de los casos este comportamiento no obedece a una necesidad fisiológica real y tampoco ayuda a que el tratamiento funcione mejor”, explica. A diferencia del ejercicio, el encamamiento es perjudicial para el sistema inmune y para la maduración del niño.

El ejercicio físico es seguro y está bien tolerado por los niños y adolescentes durante el tratamiento contra el cáncer©AdobeStock

Además, hacer deporte también ayuda a preservar la función cardíaca de los niños a lo largo de todo el tratamiento y tras el mismo. En este sentido, el resultado les parece muy importante ya que uno de los efectos negativos de la quimioterapia es la llamada ‘cardiotoxicidad’.

Según apunta Fuiza-Luces, otro resultado de estas investigaciones es que aquellos niños que realizan ejercicio físico durante el tratamiento pasan menos días hospitalizados (hasta un 17% menos), con el consiguiente ahorro en gasto sanitario.

Además, la experta asegura que el ejercicio es capaz de fortalecer el sistema inmune, disminuyendo el riesgo de infecciones durante el tratamiento: “A diferencia de los fármacos, el ejercicio apenas tiene efectos secundarios y sus beneficios sobre nuestra salud son esencialmente dosis-dependiente. Cuanto más, mejor”.

Afortunadamente, reconoce que estamos viviendo muchos avances en oncología y cualquier aportación ha de ser al menos considerada. En este sentido, el ejercicio forma parte de estas nuevas aportaciones adicionales al tratamiento que pueden ayudar al niño a ‘salir’ mejor de esta fase tan dura que le ha tocado vivir.

“El ejercicio es imprescindible para evitar, o al menos minimizar, una supervivencia con efectos secundarios. Se trata de curarse mejor, con mayor calidad de vida. Además, hemos aportado evidencia científica de que los niños más débiles son los que mejor responden al ejercicio, los que mejoran su capacidad funcional. Y esto mismo representa otra diferencia frente a los tratamientos farmacológicos, que no tienen por qué ayudar más a los pacientes más afectados. Son todo buenas noticias”, concluye Carmen Fuiza-Luces.


Y psicológicos

Uno de los aspectos más interesantes son los beneficios psicológicos. Fuiza-Luces nos explica la sensación que tiene el propio paciente de ser capaz de ir superando retos, evitando caer en una dinámica de deterioro continuo y progresivo asociado a estar tumbado en cama todo el día.

Los tratamientos contra el cáncer alteran la fisionomía del paciente pediátrico, que se halla en plena fase de desarrollo. “Afortunadamente, los niños tienen una gran capacidad de recuperación, ya que sus tejidos tienen una enorme plasticidad”, detalla. Por tanto, cualquier tipo de programa de ejercicio tiene efectos a muy corto plazo, ayudando a romper el círculo vicioso de deterioro funcional, con los consiguientes beneficios a nivel psicológico.

El ejercicio físico es seguro y está bien tolerado por los niños y adolescentes durante el tratamiento contra el cáncer©AdobeStock

La prescripción de cada ejercicio ha de ajustarse a las características de cada niño

No se puede generalizar. “Nosotros siempre aplicamos programas de ejercicio diseñados y supervisados muy de cerca por especialistas en la materia. Es decir, expertos en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte”, resume Fuiza-Luces. Y recoge que lo ideal sería que los niños y adolescentes con cáncer cumpliesen las recomendaciones recientemente dictadas por la Organización Mundial de la Salud para estos grupos de edad, ya sean personas sanas o no.

Es decir: realizar al menos una hora al día de ejercicio aeróbico de intensidad media a vigorosa (por ejemplo, ‘juego activo’, caminar, montar en bici), y unas tres sesiones semanales de ejercicios para fortalecer músculos y huesos (por ejemplo, ejercicio de pesas).


¿Qué precauciones se deben tener en cuenta al prescribir actividad física en niños con cáncer?

En cuanto a las precauciones, desde la fundación informan que se trata de un trabajo mano a mano entre todo el personal clínico (oncólogos, psico-oncólogos, fisioterapeutas, enfermeras) a cargo de los pacientes, las familias y los profesionales del ejercicio. Tal y como se nos explicaba anteriormente, la prescripción de ejercicio depende de las características individuales de cada paciente y de su cuadro clínico.

Además, ha de ser cuidadosamente supervisada por profesionales expertos. “De esta forma, nunca se va a aplicar una pauta que afecte negativamente al paciente. Por ejemplo, un niño con un tumor óseo en una pierna no podrá realizar ejercicios de pesas con la extremidad afectada, pero sí con los brazos”, apunta.

Los beneficios de hacer ejercicio con cáncer©AdobeStock

Nos informa de que prácticamente nunca está contraindicado el ejercicio para un paciente con cáncer pediátrico. “Siempre va a haber algún tipo de ejercicio físico que pueda realizar, aunque sólo sea levantar mancuernas muy ligeras o pedalear tumbado en la cama. O hacer ejercicios con su propio cuerpo (como levantarse y sentarse) en su habitación en la fase de aislamiento (con las defensas a cero) tras un trasplante de médula ósea. Lo que debería estar contraindicado es no moverse y estar tumbado en cama mirando el móvil o jugando a la play las 24 horas del día. Eso sí que va contra natura, tanto en personas sanas como en las que sufren una enfermedad”, sostiene.

Como conclusión, Huarte Mendicoa recoge que en España existen 48 hospitales con servicio de oncología infantil. “Nuestro objetivo es conseguir en el futuro que en todos ellos se paute la práctica de ejercicio físico como parte del tratamiento”, detalla.

Para ello, recuerda que es fundamental que exista un proyecto de investigación permanente que analice los resultados de esta terapia y revierta así en mejoras del servicio.

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